Hambre voraz: cuando saciar el apetito es más importante que los sentimientos

Una investigación del Instituto Nacional de la Salud de EEUU determinó que, cuando el deseo de alimentarse se vuelve muy fuerte, quedan al margen adversidades psicológicas como el miedo o la ansiedad. Las razones de un estudio estadounidense para asegurar que el hambre todo lo puede

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El hambre puede generar cambios en hábitos de una persona (Shutterstock)
El hambre puede generar cambios en hábitos de una persona (Shutterstock)

¿Qué persona no experimentó un hambre voraz al llegar del trabajo, un entrenamiento físico o un viaje interminable? Se trata de una sensación más que normal, sobre todo para aquellas vidas en las que las responsabilidades y la carga horaria no permiten prestarle la suficiente atención a la alimentación.

Tener poco tiempo para comer, liberar las tensiones del día y atacar sin piedad la heladera parece ser la excusa de muchos individuos que llevan a cabo una mala dieta. Pero al hambre hay que entenderla como algo fisiológico y no selectivo, ya que uno es incapaz de decidir cuándo tener hambre y cuándo no.

Investigadores del National Institutes of Health de Estados Unidos encontraron en un nuevo estudio que los trastornos de la alimentación y la forma de controlar los antojos pueden provocar actitudes y comportamientos límites en los seres humanos con tal de saciar la falta de comida en el organismo.

Los atracones llevan a comer cualquier tipo de alimentos con tal de saciar el hambre (iStock)
Los atracones llevan a comer cualquier tipo de alimentos con tal de saciar el hambre (iStock)

Los científicos utilizaron ratones de laboratorio para desarrollar la investigación. Los animales fueron privados de alimentos por más de 24 horas y luego sometidos a elegir entre qué alimentos iban a comer. Para aumentar su hambre, se los manipuló químicamente para que tengan ese deseo mediante las neuronas AgRP, que se encuentran en el hipotálamo, la parte del cerebro que controla el sistema nervioso y libera hormonas esenciales.

A su vez, el espacio en donde fueron ubicados los ratones simulaba -mediante el olor del ambiente- la presencia de un grupo inexistente de zorros para generarles miedo. El objetivo radicó en saber si el grupo sería capaz de superar el temor y la cantidad de horas sin ingerir alimentos, a pesar de la "zona de peligro" a la que estaban siendo sometidos.

Según el estudio, el hambre supera cualquier tipo de sentimientos con tal de saciarlo (Shutterstock)
Según el estudio, el hambre supera cualquier tipo de sentimientos con tal de saciarlo (Shutterstock)

Y lo hicieron. Lejos del confort y la compañía de sus pares, cada ratón se animó a ingresar al sector que olía a zorros y logró comer (aun cuando la comida estaba ubicada sobre recipientes con agua). A la hora de compararlos con los seres humanos, los investigadores eligieron hacerlo mediante la desesperación que se genera en torno a las comidas y que finalizan en picoteos poco saludables y formas de alimentarse excesivamente compulsivas.

Los científicos encontraron que los ratones de laboratorio estaban dispuestos a ponerse en peligro o aislarse socialmente si eso significaba que podían comer. Es decir, superaron el miedo, la ansiedad y las adversidades con tal de recoger comida, aun si ésta se encontraba sobre un recipiente con agua.

Los resultados fueron aclamados como un paso crucial para nuestra comprensión de los trastornos de la alimentación y la forma de controlar los antojos de alimentos en un contexto mundial que encuentra cada vez más personas que sufren el sobrepeso u obesidad.

"Interpretamos esto como una capacidad única de las neuronas para con el hambre, en donde las personas también buscarían el beneficio de conseguir los alimentos aunque su comportamiento se deba ver alterado, ya sea superando miedos o adversidades", explicó el doctor Michael Krashes, autor del estudio.

Saciar el apetito con cualquier alimento puede generar consecuencias negativas (iStock)
Saciar el apetito con cualquier alimento puede generar consecuencias negativas (iStock)

"Nuestra existencia continuada -entre la de otras especies- nos ha motivado a seguir una serie de comportamientos y todo se rige por nuestro sistema nervioso. Estas relaciones representan un trabajo altamente complicado y se tendrá que ahondar más profundamente en la comprensión de cómo funcionan estas interrelaciones en el nivel neuronal", concluyó Krashes.

En futuros estudios, los investigadores planean examinar cómo las neuronas AgRP se comunican con otras regiones del cerebro durante los comportamientos motivados.

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