En los últimos 50 años, la esperanza de vida humana aumentó notablemente: exactamente 14 años, de 58,4 a 72,5. Para las mujeres es ahora de 75,3 y para los hombres de 69,8, según un estudio divulgado en la última semana que plantea un panorama mundial de salud de 2016.
En América Latina y El Caribe, la esperanza de vida femenina se coloca en 78,9 años y la de los hombres en 72,8. El estudio destaca el caso de Perú, que con una longevidad femenina de 81,6 y masculina de 77,8 "registró un incremento por encima de lo que cabría esperar teniendo en cuenta su nivel de desarrollo".
Uno de los aspectos más impactantes del informe es que una de cada cinco muertes a nivel global está directamente asociada con una mala alimentación. Además, contrario a lo que se podría creer, el cáncer mata más ahora que hace una década, según el estudio coordinado por el Instituto de Evaluación y Medición de Salud (IHME, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Washington y publicado en la revista científica The Lancet.
En la región, el caso de Perú está marcado como "ejemplar". Este país, junto a Portugal, Etiopía, Nepal, Maldivas y Níger representan casos reproducibles y, según sugiere el estudio, deberían suministrar "información sobre sus exitosas políticas" de salud.
Los autores destacan que particularmente los decesos de niños menores de cinco años sumaron por primera vez menos de cinco millones en 2016, frente a 16,4 millones en 1970. Las muertes por enfermedades infecciosas también decrecieron, excepto el dengue, con 37.800 casos el año pasado, un aumento de 81,8% desde 2006. Los fallecimientos por sida retrocedieron un 45,8% en ese periodo, matando a 1,03 millones de personas en 2016, mientras la tuberculosis se cobró la vida de 1,21 millones de personas (-20,9%). El año pasado, hubo unos 55 millones de fallecimientos y 129 millones de nacimientos, con un saldo positivo de 74 millones de personas adicionales en el planeta.
El estudio enumera igualmente datos inquietantes: el 72% de las muertes se deben a enfermedades no transmisibles, principalmente de tipo cardiovascular, excepto en los países pobres donde la principal causa son las infecciones respiratorias.
La diabetes mató a 1,43 millones de personas el año pasado, un aumento de 31% en una década, y el cáncer, con casi nueve millones de muertes, también fue un 17% más mortífero, siendo el más común el de pulmón.
Al tabaco, solamente, se le atribuyen 7,1 millones de muertes.
La mala alimentación, en particular, la que es pobre en alimentos sanos como los cereales, la fruta, la verdura, los frutos secos y el pescado; o la que contiene demasiada sal, está relacionada con unos 10 millones de decesos, un 18,8% del total. "Entre todas las formas de malnutrición, las malas costumbres alimenticias representan el mayor factor de riesgo de mortalidad", puntualizó el estudio.
El estudio hace hincapié, además, en las muertes por hepatitis viral, que mató a 1,34 millones de personas el año pasado, 22% más que en el 2000, según la Organización Mundial de la Salud. "Las muertes por hepatitis pueden ser evitadas", dijo Raquel Peck, de la Alianza Mundial de Hepatitis, señalando como uno de los principales problemas que solo el 5% de la gente que sufre esta enfermedad es consciente de ello.
Más de un sexto de la población mundial -puntualmente 1.100 millones de personas- sufre además "desórdenes mentales" o las consecuencias de abusar del alcohol y las drogas. Los grandes trastornos depresivos figuran entre las 10 principales enfermedades de la inmensa mayoría de los 195 países estudiados. Para muchos, es una de las epidemias más temidas del último tiempo. La población global aquejada de Alzhéimer o Parkinson totalizó 2,6 millones el año pasado, también un salto de más de 40% en 10 años.
Las muertes por conflicto y terrorismo -especialmente en Oriente Medio y en el norte de África- son lamentablemente un signo de época y superaron las 150.000 en 2016, un incremento de 140% respecto a 10 años antes. "Nos enfrentamos a una triada de problemas que afectan a muchos países y comunidades: la obesidad, el conflicto y la enfermedad mental, incluidos los trastornos por abuso de sustancias", resumió Christopher Murrray, director del IHME.
LEA MÁS: