En 2016 se efectuaron 4.818 trasplantes en todo el país, y 2.994 de esos casos fueron riñones, según la Organización Nacional de Trasplantes (ONT). Bajo el paraguas de este organismo, España ostenta desde hace 25 años el récord mundial de donantes de órganos fallecidos por millón de habitantes: 43,4 en 2016, según la ONT.
En 2015, el promedio fue de 40,2 en España, frente a 28,2 en Estados Unidos, 28,1 en Francia y 10,9 en Alemania, según datos del Consejo de Europa.
Matesanz, hasta hace poco director del organismo, explicó que el mecanismo español de donaciones, muy bien rodado, ha sido imitado en países como Portugal o Croacia.
Concretamente, cada hospital tiene un coordinador de trasplantes, por lo general especialistas en cuidados intensivos.
Estos son los mejores para identificar a los pacientes en riesgo de muerte cerebral o de parada cardiorrespiratoria, dos situaciones en las que los llamados órganos sólidos (riñones, hígado, corazón, pulmones, páncreas o incluso el intestino delgado) pueden todavía funcionar y ser trasplantados.
Las aceptaciones de donaciones son inmediatamente comunicadas a la ONT, que busca al paciente más adecuado en sus listas de espera. Si se encuentra lejos, se envía por aire el órgano, guardado en la cabina con el piloto.
"Lo que marca la diferencia es la organización del sistema. Esa red y esa centralización son la clave del éxito", declaró a la AFP Marie-Charlotte Bouësseau, especialista de cuestiones éticas en la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Ginebra.
Según ella, a nivel mundial sólo se cubre alrededor de un 10% de las necesidades de trasplantes. "Eso significa que el 90% (de los pacientes) va a morir mientras se encuentran en la lista de espera", añadió.
En España, de acuerdo con la ONT, sólo entre el 4 y el 6% de los pacientes en lista de espera murieron en 2016.
El otro secreto del modelo español es la formación y la comunicación, destaca Rafael Matesanz.
Desde su creación en 1989, la ONT ha formado más de 18.000 coordinadores capaces de comunicar las "malas noticias" y de convencer a los allegados de un difunto de la necesidad de consentir la donación.
En virtud de la ley española, si una persona fallecida no ha manifestado en vida lo contrario, puede ser donante de órganos.
En cualquier caso, los familiares son sistemáticamente consultados. "Hay que tener bastante empatía, delicadeza, respeto", explicó Belén Estébanez, coordinadora de trasplantes en el hospital de La Paz.
Damiana Gurría, otra coordinadora, aseguró que hay una sensibilidad creciente sobre el tema. "Hay muchas familias a las que les reconforta un montón el saber que los órganos de su hijo vivirán en otra persona, que hay familias que le van a estar agradecidas de por vida", agregó.
Con información de AFP
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