La salud mental, así como la salud física, es una parte fundamental en el bienestar general de una persona y debe ser monitoreada para evitar un desequilibrio con el entorno. Los pensamientos, emociones y conductas de un paciente pueden verse modificados por muchos trastornos y enfermedades mentales que impactan directamente en la capacidad y autonomía de la persona.
Un trastorno de los más comunes es la depresión, que, a diferencia de lo que se cree, es una patología que va mucho más allá de la tristeza o la angustia y afecta actualmente, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a 350 millones de personas en todo el mundo, convirtiéndola para algunos especialistas en "la epidemia del siglo XXI".
Aquellos que padecen depresión suelen perder el sentido de su vida y construyen una mirada negativa y sombría sobre su existencia. Sin embargo, aunque existen muchas maneras de afrontarla, hay graves falencia en el cuidado y tratamiento de cuadros depresivos. En países desarrollados, menos de una tercera parte de quienes sufren afecciones mentales recibe tratamiento adecuado y en países en vías de desarrollo, sólo el 10 por ciento.
Un nuevo estudio publicado en la revista científica Archives of Internal Medicine investigó en las estadísticas de tratamiento y diagnóstico de la depresión en Estados Unidos y descubrió grandes deficiencias en el combate de esta patología: la mayoría de quienes son diagnosticados con depresión no reciben tratamiento, mientras que un gran porcentaje de quienes sí lo reciben, en realidad, no tienen la condición.
"En los últimos años hubo un gran aumento en la prescripción de antidepresivos", señaló Mark Olfson, profesor de psiquiatría en el Centro Médico de la Universidad de Columbia y autor principal del estudio. "En ese contexto, muchas personas asumieron que el tratamiento insuficiente de la depresión ya no era un problema común".
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— Tendencias (@InfobaeTrends) 28 de julio de 2016
Pero Olfson desmintió esa creencia después de analizar los datos de las encuestas llevadas a cabo para el estudio, que además contaban con cuestionarios para detectar el mal. De los más de 46 mil adultos encuestados, un 8 por ciento respondió de manera que sugería estar bajo un cuadro depresivo, pero sólo el 29 por ciento de los que parecía necesitar ayuda recibió un tratamiento para ello. "Los resultados destacan que todavía continúan los retos en la alineación del tratamiento de la depresión con las necesidades del paciente", dijo.
Sin embargo, lo más alarmante fue que entre las personas que recibieron tratamiento para la depresión, sólo el 30 por ciento había sido diagnosticada efectivamente con signos de depresión y el 22 por ciento tenía problemas psicológicos graves. Además, los adultos dentro de la franja de ingresos más bajos eran cinco veces más propensos a tener síntomas de depresión que aquellos en el grupo de mayores ingresos, pero también eran menos propensos a recibir tratamiento.
Los pacientes con problemas psicológicos graves tienen síntomas más severos de depresión que aquellos con una condición leve, y eso se traduce en diferentes tipos de tratamiento. Además, el informe reveló que las personas con depresión menos grave –o que directamente no la padecen–son más propensos que cualquier otro paciente a recibir antidepresivos. Eso es un problema de prescripción excesiva, según Olfson, porque los estudios demostraron que los antidepresivos no son más eficaces para la depresión leve que un placebo.
"Ser un poco menos agresivos en la medicación para la depresión leve sería muy beneficioso", dijo el experto. "Hay formas más simples de realizar intervenciones psicológicas que se pueden adaptar para la atención primaria". Por ejemplo, los pacientes pueden recibir asesoramiento, planes de ejercicio y yoga.
Los investigadores concluyeron que las personas con problemas psicológicos graves son más propensas a ser tratadas por psiquiatras que por profesionales médicos generales, aunque esta tendencia no se observó en los pacientes de mayor edad, aquellos sin obra social o con menos educación.
"Algunas personas cuando tienen depresión no creen que necesitan tratamiento o que podrían beneficiarse del tratamiento", dijo Olfson. "La gente está visitando médicos, pero la atención es a la corriente, presionando problemas médicos".
Olfson descubrió que la mayoría de las personas con depresión no tratada hacen al menos una visita al año a un médico de atención primaria. "Si la detección de la depresión y de salud mental se integraran en la atención primaria", dijo, "habría un mejor acceso a la asistencia y al conocimiento acerca de la enfermedad". Y agregó: "Si le das una derivación a una clínica de salud mental, el paciente simplemente no va a ir si no piensa que puede tener un trastorno de salud mental. Mediante la integración de los servicios dentro de la atención primaria, se haría más accesible y menos estigmatizante".
Benjamin Cook, director del laboratorio de investigación de la equidad en salud de la Escuela de Medicina de Harvard, está de acuerdo, pero recordó que el aumento del acceso de las minorías requeriría profesionales que puedan comunicarlo y entender qué tipos de tratamiento necesitan. Esta integración de servicios también impactaría de forma positiva en los pacientes que reciben antidepresivos cuando no necesitan.
Olfson sostuvo que muchos médicos de atención primaria expresaron frustraciones en la búsqueda de profesionales de salud mental, particularmente en ciudades pequeñas y zonas rurales, por lo que prescribir antidepresivos podrían llegar a ser su única opción cuando no tienen otros recursos. Si hubiera un derecho profesional de salud mental en las clínicas, los pacientes podrían obtener los servicios que un médico de atención primaria no puede ofrecer, como asesoramiento psicológico
y psiquiátrico. "La depresión es realmente una enfermedad grave y estamos descubriendo que mucha gente no recibe atención", dijo. "Espero que este estudio llame la atención de especialistas sobre esta situación problemática".
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