Un equipo de investigadores del Imperial College de Londres investiga la posibilidad de alterar genéticamente el ADN de los mosquitos Anopheles para detener la propagación de la malaria.
En el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) 725 mil personas mueren por año como consecuencia de la malaria u otras enfermedades trasmitidas por las diferentes familias de mosquitos.
Ante el avance del insecto por el cambio climático y el crecimiento exponencial de nuevos focos del virus como el Zika, el dengue y, en menor medida, el chinkungunya, diferentes voces de la comunidad científica se alzaron en favor del desarrollo de campañas de exterminio de las especies portadoras.
La revista Smithsonian del Instituto homómino en Washington, Estados Unidos, realizó una profunda investigación donde reunió lo mejor de este candente debate.
A. gambiae – que agrupa a por lo menos siete especies de mosquitos que tal vez ni siquiera un experto del microscopio pudiera identificar- puede ser considerada hoy la especie animal más peligrosa del mundo. Es una hembra mosquito y su picadura -que resulta una molestia menor en el brazo- puede transmitir un parásito de la malaria letal, el Plasmodium falciparum. Las cifras son las que le ponen una dimensión dramática al tema: la OMS estimó que sólo en 2015 hubo más de 400.000 casos fatales en el África Subsahariana y que los niños son los más susceptibles a la enfermedad.
La Fundación Bill y Melinda Gates, que entre sus programas de asistencia priorizó la lucha contra la malaria, invirtió más de USD 500 millones para luchar contra las enfermedades infecciosas en los países en desarrollo. Y una parte de ese dinero se destinó al laboratorio del doctor Andrea Crisanti, en el Imperial College de Londres.
Crisanti se formó como médico en Roma. Más tarde, se especializó en el estudio de la biología molecular en Heidelberg, Alemania, donde desarrolló su "devoción" por estudiar la malaria. Y desde hace 30 años, se lanzó en paralelo a la lucha contra el A. gambiae, al concluir que la mejor manera de erradicar la enfermedad, era atacar al mosquito, más que al parásito. "El vector es el talón de Aquiles de la enfermedad. Si llegas luego a atacar al agente patógeno [con drogas], todo lo que estás haciendo es generar resistencia", definió Crisanti.
Ya en 2003, Austin Burt, un colega de Crisanti del Imperial College, sugirió una solución: el acoplamiento de la mutación deseada con una "unidad de genes". Esta significa lograr la copia de un gen mutado de un cromosoma a otro miembro de la pareja. Así, una sola mutación podría, en teoría, ser "impulsada" en prácticamente todos los mosquitos de una especie.
“La mejor manera de erradicar la enfermedad es atacar al mosquito, más que al parásito”, concluyó el doctor Crisanti.
Si el enfoque de Crisanti funciona, sería factible en teoría, acabar con toda una especie de mosquitos y de allí en más con todas o al menos con las tres más letales: Anopheles ("el mosquito vector de la malaria"), Aedes ("el mosquito vector de la fiebre amarilla, el dengue y Zika") y Culex (el mosquito que propaga al Oeste del Nilo, la llamada "encefalitis de San Luis" y otros virus).
Existen unas 3.500 especies conocidas de dípteros nematóceros (mosquitos) y la mayoría viven de las plantas y el néctar de la fruta.
Sólo el 6% de las hembras de todas las familias de mosquitos tienen costumbres vampíricas para asegurar el desarrollo de sus huevos. Y de estas, sólo la mitad es portadora de parásitos que pueden causar enfermedades a los humanos.
A pesar de la contundencia de las cifras y de la alarma mundial que generan estas enfermedades en la actualidad, entre los científicos hay opiniones encontradas al respecto: "la erradicación global es una medida radical", sostuvo Steven Juliano, ecologista de la Universidad de Illinois. Y agregó: "ante la problemática actual, este tipo de tecnología se debería utilizar para reducir las poblaciones de las zonas conflictivas; incluso la erradicación de una especie en una localidad determinada".
La principal causa de muerte en África es la malaria (David Yoder)
En Reino Unido, científicos de la Universidad de Oxford y la firma de biotecnología Oxitec modificaron genéticamente los machos Aedes aegypti, el mosquito portador tanto del virus Zika como de la enfermedad del dengue.
El experimento piloto se puso en práctica en la ciudad brasileña de Piracicaba, ubicada al sureste del país. Más de 100.000 mosquitos fueron liberados todos los días para que busquen a sus compañeras y se reproduzcan.
En las recientes pruebas realizadas, esta técnica redujo la población de insectos a niveles mayores al 80%.
Las nuevas crías nacerán con alteraciones en sus cromosomas, heredadas de sus padres, que no les permitirán llegar a la vida adulta para continuar el ciclo de la vida.
El objetivo no es exterminar Aedes, pero sí reducir la población local para que ya no pueda servir como vector de la enfermedad humana.
Por otra parte, hay voces que piden proceder lentamente. "Si tuviéramos que establecer de manera intencionada causar la extinción de una especie, debemos pensar en eso", dijo Henry Greely, profesor de derecho de Stanford y especialista en bioética. Y agregó: "Yo quiero que haya un poco de consideración y reflexión, y un consenso social, antes de dar ese paso".
Los mosquitos juegan un papel crítico en el ecosistema donde son una fuente de alimento importante para las aves.
725 mil personas mueren en el mundo a causa de enfermedades trasmitidas por mosquitos (David Yoder)
Los especialistas aseguran que "es posible, incluso probable", que otra especie tome el lugar de los mosquitos exterminados. "Por ejemplo, A. aegypti podría ser sustituido por un mosquito del complejo de especies Culex pipiens. Y Culex es un vector para el virus del Nilo Occidental", sostuvo Juliano.
En la comunidad científica se espera que la tecnología CRISPR pueda funcionar en los seres humanos, en los casos de enfermedades hereditarias como la distrofia muscular, ya que resulta probable ayudar a reparar las células somáticas (no reproductivas) de un niño o un adulto.
Esto también podría ser de gran beneficio para un pequeño número de personas que portan genes con trastornos como la enfermedad de Huntington. Mientras tanto, para la ciencia, el debate continúa.