La imagen imposible del poderoso Hugo Moyano entre rejas se proyectó el jueves pasado en el escenario político a partir de una declaración muy dura que, curiosamente, pasó desapercibida. Entre tantos festejos por la detención del "Pata" Medina, los números de la economía, los augurios de las encuestas y los anuncios de reelección presidencial, Elisa Carrió reinició su campaña para las elecciones del 22 de octubre. Cuando le preguntaron por la situación del (ex) líder de la Uocra platense, la principal aliada política del presidente, la "otra pata" de la coalición gobernante, simplemente afirmó:
-Cuando lo vea a Moyano preso, ahí te cuento.
En pocos días, Elisa Carrió será coronada como la política que más votos recibió alguna vez en la ciudad de Buenos Aires. Sin ese respaldo, durante los dos años de Gobierno de Macri condicionó su relación, entre otros, con el presidente de Boca Juniors Daniel Angelici, con la procuradora general Alejandra Gils Carbó, con el presidente de la Corte Ricardo Lorenzetti. Carrió fue, incluso, la dirigente que volteó al primo presidencial, Jorge Macri, de la candidatura a senador por la provincia de Buenos Aires. Ahora, le exige a Macri que coloque entre rejas al verdadero articulador del sindicalismo argentino.
En un momento en que parece imprescindible reducir el costo de producir en la Argentina, el “costo Moyano” es uno de los más altos
El nuevo reclamo de Carrió coloca a Macri en uno de los clásicos dilemas de la conducción política. En los últimos quince años, Macri se dedicó a construir un proyecto que le permitiera llegar al poder. Para lograrlo, sumó de todo: pudo acercarse a Sergio Massa, a Gerónimo Venegas, a intendentes oscuros del conurbano bonaerense, o a poderosos empresarios del juego, a empresarios beneficiados por Julio de Vido. Así son, tradicionalmente, los proyectos de poder: incorporan todo lo que suma, sin mirar demasiado.
Carrió, en cambio, se apoyó basicamente en la idea de denunciar la corrupción. Ese era su eje. En ese camino, rompió casi todas las estructuras que construyó. Y, tal vez por eso, en algún momento dijo que "Macri es un límite". Uno y otro se acercaron por el rechazo común a Cristina. Fue el mismo motor que empuejó a Hugo Moyano hacia el coqueteo con Macri. El Presidente, en esa carrera, hizo lo que suelen hacer los presidentes: sumar, cruzados contra la corrupción y corruptos, líderes antiperonistas y sindicalistas clásicos de campera negra, lo que viniera.
Por lo visto, Carrió no está dispuesta a sumarse mansamente a ese conglomerado, o a ser tratada como una tía simpáticona que sirve para juntar votos. "Lilita está bárbara", dicen en el macrismo como si la hubieran amansado. Su nuevo desafío parece sugerir lo contrario:
-Cuando lo vea a Moyano preso, ahí te cuento.
La declaración de Carrió agita aún más el clima en el jet set sindical, tan alterado de por sí por la detención de Medina. Hay una diferencia entre el sindicalista detenido el jueves y sus colegas: Medina estaba aislado. Había peleado a tiros contra el sindicato de Moyano, había roto lazos con el kirchnerismo el día en que un grupo de sus muchachos destrozó la cara de un joven de La Cámpora, se odiaba con el ubicuo Gerardo Martínez, líder de la Uocra Nacional, y no tenía ningún vínculo con el gobierno nacional.
Era el enemigo perfecto: matón, multimillonario, fanfa, derechoso y aislado. Por eso, su detención no generó ninguna solidaridad. Ese mismo día, la UOCRA emitió un comunicado donde por poco la celebraba, y al día siguiente intervino la seccional del gremio que él conducía.
Pero, las diferencias de Medina con el resto de los sindicalistas no ocultan las evidentes similitudes. ¿Quien de los grandes del sindicalismo no anda en autos carísimos, administra empresas multimillonarios, se rodea por visibles matones? Además, ¿quién podrá ejercer más resistencia que él? Antes, fueron detenidos el ferroviario José Pedraza, el bancario Juan José Zanola y el portuario Omar Suárez y tampoco ocurrió nada. Por momentos, parece que los sindicalistas ladran pero no muerden.
¿Quien de los grandes del sindicalismo no anda en autos carísimos, administra empresas multimillonarios, se rodea por visibles matones?
Alertado por la preocupación de los colegas de Medina, el Gobierno intentó tranquilizarlos. El jefe de Gabinete, Marcos Peña, sostuvo que "hay respeto por la figura del sindicalismo". El Presidente aclaró que Medina representa a "una minoría" de los sindicalistas. Pero las señales son contradictorias. "Cada cual deberá explicar lo que hace en su organización", provocó el ministro Jorge Triacca. Mientras tanto, Carrió es más clara:
-Cuando lo vea a Moyano preso, ahí te cuento.
Por el momento, Moyano va juntando bronca ante distintos desafíos que, con razón o no, supone que se originan en la Casa Rosada. El más elocuentes de ellos ocurrió el jueves 13 de septiembre, cuando la policía de María Eugenia Vidal detuvo a ciento veinte miembros de la barra brava de Independiente, porque minutos antes habían lanzado bengalas en un partido por la Sudamericana contra Atlético Tucumán. Entre los apresados se destacaba Roberto "El Polaco" Petrov, custodio personal de Hugo desde hace años: era el hombre que lo cubría durante el traslado de los restos de Perón en 2005, cuando la barra de camioneros se tiroteó con la del Pata Medina. En el barrio de Moyano, que el Gobierno detenga sin avisarle a su hombre de seguridad se parece mucho a una mojada de oreja, o a un ominoso anticipo.
Pero, además, se suma la destitución de un hombre de confianza de Moyano del manejo de las obras sociales luego de la marcha sindical del 22 de agosto, la difusión en la prensa cercana al Gobierno de puntos vulnerables del camionero, como el devenir de la empresa de Correos Oca, la aparición de su nombre en todas las listas que se publican sobre los sindicalistas que corren el riesgo de seguir el destino de Suárez y Medina y, sobre todo, que ha llegado a oídos del camionero una obviedad: en la Casa Rosada consideran que, en un momento en que parece imprescindible reducir el costo de producir en la Argentina, el "costo Moyano" es uno de los más altos, mucho más aún que el "costo Medina".
El principal vínculo de Moyano con el oficialismo es a través de Daniel Angelici, otro de los enemigos de Carrió. Angelici deberá hamacarse para que ese vínculo no se rompa. Así como el prolijo Ricardo Lorenzetti dudaba sobre si las denuncias de Carrió eran suyas o de Macri, el perenne Moyano se pregunta lo mismo. Tal vez Macri y Moyano no quieran romper, tal vez solo estén midiendo fuerzas, pero basta leer un poco de historia para percibir que está pulseada está adquiriendo cierto vértigo. La Argentina es un país de "porongas" y rara vez se comparte el poder: el que manda es uno. Y al camionero no le ha gustado nunca recibir órdenes. La historia reciente sugiere que Moyano tiene una capacidad de resistencia y de desgaste mucho mayor a la de Zanola, Medina, Suárez o Pedraza. Los movimientos de Pablo Moyano hacia el cristinismo son el primer indicio de una reacción.
En los comienzos de este Gobierno, Jaime Durán Barba desaconsejaba a Mauricio Macri seguir la agenda de Elisa Carrió. El ejercicio del poder no es para los fanáticos ni para los cruzados, decía. Cuando se siguen sus consejos se termina como Dilma Roussef, fuera del poder. En los últimos meses, sin embargo, el Gobierno empezó a tomarle el gusto a la lucha contra "las mafias", que fortalece la imagen de Macri entre quienes lo votaron para que la corrupción tuviera su castigo, y compensa los padecimientos económicos. Pero además contribuye a instalar la idea de que Macri, al revés de los sindicalista, no ladra pero muerde: las detenciones de los últimos meses son un hecho de justicia —al menos en la mayoría de los casos— pero operan también como un contundente elemento disciplinador, y no solo para el mundo sindical.
Macri, al revés de los sindicalista, no ladra pero muerde
En política hay dos teorías dominantes sobre lo que debe hacer un líder cuando se acomoda en el poder. En el peronismo siempre ha dominado la idea de que es el momento de establecer las reglas para siempre: el presidente manda, los demás obedecen y, si desafían al jefe, pueden terminar mal. Por eso, en estos días la Casa Rosada ha dejado trascender que existe una lista negra. "Acá hay 582 mafiosos que se creen los dueños del país. Eso se acabó", dijo el Presidente, según el diario La Nación.
Otra teoría argumenta que los momentos de fortaleza deben ser utiizados para articular consensos de largo plazo. Entre quienes la esgrimieron figura Fernando Henrique Cardozo, uno de los líderes del continente más respetados por el presidente Macri. "Es fundamental mantener abiertos los canales de diálogo e intercambio entre distintos actores y puntos de vista, incluso cuando -sobre todo cuando- uno tiene una mayoría política aparentemente incontrastable y todo, el pueblo, los mercados, parece conspirar a su favor".
Por fuera de estos dilemas, Elisa Carrió, y el muy dinámico sector de la sociedad que la respalda, exige algo sencillo: que los mafiosos vayan presos y, entre ellos, el muy simbólico Hugo Moyano.
El camionero observa estos devenires con fastidio creciente, mientras sospecha de todos. Al fin y al cabo, la sospecha ha sido, desde muy pequeño, una de las claves de su supervivencia.
Detrás de cada fortuna, hay un crimen, decía Mario Puzo.
Y detrás de cada aliado, un traidor.