Las PASO de ayer fueron la sigla del plebiscito popular que midió la gestión de Mauricio Macri. Nada de primarias, nada de preparatoria. Plebiscito.
¿Qué dejaron como conclusiones?
-Un sistema arcaico, con robo de papeletas, sin la chance de boleta única o sistema electrónico, un papelón de sistema pero plebiscito al fin. Candidatos 3.0 dirimiendo su futuro con papel y lápiz paleozoicos.
-Mauricio Macri ganó con holgura el plebiscito. El país, en su mayoría, le dijo sí a Macri. Indiscutible.
-El Presidente arrasó en Capital Federal, atropelló en los distritos más poblados como Córdoba, Mendoza y en Santa Fe, capturó ampliamente 10 provincias con triunfos resonantes en Santa Cruz, más Entre Ríos, Jujuy, La Pampa, Neuquén y Corrientes. Y, por las dudas, se quedó con la provincia de Buenos Aires.
-En el conglomerado más habitado de la nación, Macri se dio el gusto de ganarle (empardarle o disputarle) a Cristina Kirchner. No importa ya el porcentaje que dio ni el apresuramiento (innecesario y poco institucional) de festejo sin los datos oficiales. Paréntesis: el que mandó al Presidente a festejar el resultado provincial con un 20 por ciento de mesas debería pensar en otro trabajo.
-La aritmética es un detalle menor frente a la simbología de lo que se disputaba. Es la provincia más golpeada por los ajustes del gobierno: la reconversión industrial, el tarifazo, el pago del transporte público, la inseguridad, etc. etc. etc. Allí, justo allí, en la patria chica de la ex presidente, en el conurbano, Macri se quedó con el "emparde" en 34 por ciento. Por eso, el tamaño del triunfo nunca previsto por los dueños del fracaso electoral: los encuestadores.
-Quizá sea este escrutinio el que también emita el acta de bautismo del inicio de la despedida de la carrera grande en la política de la doctora Fernández. Sí: hoy empezó el fin de Cristina. Será senadora, cómo no. ¿Cuadra en la percepción que ella misma tiene de sí el asumir siendo segunda? Quizá. Pero no pudo ganar su provincia ni siquiera en las condiciones socioeconómicas que provocó la gestión de Cambiemos. Pesa más el espanto y la corrupción que el dolor de bolsillo. Nadie puede alegar su propia torpeza. Cristina es de las que apuestan a todo o nada. Y, con suerte, acarició una hendija de superioridad.
-Para que el plebiscito presidencial haya tenido semejante resultado, tuvo que emerger una figura de mujer. María Eugenia Vidal. Ella es la madre de la victoria. Macri se lo debe. Sin coaching (aparente), la gobernadora dijo: "Muchas gracias a los que dudaban y, a último momento, volvieron a acompañarnos". Tremendo olfato el de esa mujer que "vidalizó" la campaña en el tramo final, casi en tiempo de descuento, y apeló a su "mesurada desmesura" (sic) de algún insulto, algún cruce a un ladrido periodístico sin sustento y corrigió la falta de ángel generalizado de su propuesta. ¿Esteban Bullrich y Graciela Ocaña no son dueños de ese triunfo? Quizá de alguna parte. La trayectoria honesta de ambos fue el piso prolijo y a veces anodino sobre el que brincó la gobernadora para atrapar la llave del éxito que se les esfumaba.
-Macri aprobó el plebiscito, pero Vidal se cargó, como Eneas, a su padre Anquises. Literalmente. Lo salvó del incendio como el héroe de la mitología. Esa mujer es la protagonista rutilante de los comicios.
-¿Y Elisa Carrió? Indudablemente también. Sentó en el banco del sigan participando a Martín Lousteau, entre otras conquistas. Ganó, pero menos. Las luces del centro porteño hacen más sencillo el camino de la chaqueña. En la provincia de Vidal, el barro en los pies es menos glamoroso y la hace nadar en ese pesado fango. Y pudo. Primero pudo con las machos barones del conurbano. Y ahora con la dama imbatible nacional y popular. Esa mujer puede, parece, con todos. Y todas. Si se lo propusiera, hasta podría con su mentor.