"La verdadera historia de la muerte de Kirchner podría ser un tema menor si no fuera por dos motivos: él seguía moviendo los hilos del poder en la Argentina y su fallecimiento provocó una fuerte conmoción en todos nosotros. Es de esos raros momentos en los que cada uno puede recordar exactamente qué es lo que estaba haciendo cuando se enteró de la noticia".
La frase la escribe Ceferino Reato en la introducción de su nuevo libro "Salvo que me muera antes", flamante investigación que narra los pormenores del fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner (el drama familiar, las realineaciones políticas y el espectáculo mediático) y analiza el impacto de este hecho en el ejercicio del poder de Cristina Kirchner, quien tras arrasar en las elecciones del 2011 en parte gracias al "efecto viudez", desperdiciaría todo su caudal político al sectarizar su discurso y confrontar casi diariamente con todos -especialmente los medios de comunicación.
Reato, periodista de dilatada trayectoria y autor de "Operación Primicia" y "Disposición final", entre otros celebrados libros de investigación, habló con Infobae sobre por qué los políticos se creen inmortales, las diferencias entre kirchnerismo y cristinismo, y reveló cuál es su opinión personal del ex presidente.
—¿Qué te acordás de ese 27 de octubre de 2010? ¿Cómo viviste vos ese día?
—Yo estaba en casa con mi esposa y mi hija, y me empieza a llamar mucha gente diciéndome que estaba el rumor de que Néstor estaba muy mal y después de que había muerto. Yo avisé rápidamente al diario Perfil. Y fue una mañana muy conmocionante porque teníamos el censo y todos esperábamos eso, y el gobierno kirchnerista en el 2010 estaba en plena guerra contra varios actores. No al nivel de la grieta de hoy pero ya había una tensión fuerte.
—¿Y cuál fue tu reacción ante la noticia del fallecimiento de Néstor Kirchner? ¿Pensaste que podía tratarse de un rumor malicioso o percibiste que podía ser verdad?
— Yo creo, como soy católico, que todos somos mortales, y en el libro uso la frase conocida del Génesis también para explicar que Néstor es mortal, los políticos son mortales, todos lo somos, entonces todos nos vamos a morir. Esa es la primera certeza que tenemos todos. Después, claro, inventamos una vida para que ese momento llegue lo más lejano posible. Necesitamos el drama, el conflicto, la tensión.
—¿Qué opinás del hecho de que todavía circulen distintas versiones sobre la muerte de Néstor Kirchner? Vos en tu libro decís que la mayoría son disparatadas, pero que algunas no lo son…
— Yo creo que hay dos motivos para que hayan tantas versiones. Una, porque ya estaba esa tensión entre kirchneristas y antikirchneristas y entonces hay versiones antikirchneristas y hay versiones kirchneristas sobre la veracidad o no de la muerte y de cómo murió Kirchner. Hay algunos que dicen incluso que Kirchner no murió, lo ves en las redes sociales, siempre hay alguno que te dice "no murió, está en Venezuela, vino Chávez y se lo llevó en su avión". Pero otros kirchneristas dicen que Chávez y Kirchner murieron sospechosamente jóvenes. Es decir, sugirieren que podrían haber sido asesinados por el imperio. Entonces la grieta, que no era tan grande pero ya existía, explica eso.
Y después el afán del kirchnerismo por construir un relato, una épica misteriosa. A ellos nunca les importó la verdad sobre los hechos sino crear misterio, crear un relato. Fijate todas las dudas sobre el título de abogada de la ex presidenta, ella nunca se preocupó por mostrar ese título. ¿Por qué? Porque ellos usan la verdad como un elemento más en la lucha. Porque saben que llegado el momento pueden utilizar esas versiones que son disparatadas y decir "¿Vieron, vieron cómo mienten? Son las corporaciones, son los medios, vean lo que dicen de nosotros".
Entonces, lo que creo que yo puedo hacer es decir "miren, tal fuente, el médico, el enfermero, el empresario fúnebre que cuidó el cuerpo de Néstor Kirchner, me dijo esto y que vio esto", y hasta ahí llego, como yo no estuve no puedo decir "esta es la verdad absoluta". Es la verdad que yo encontré. Y a mí me parece que siempre las verdades son más lógicas de lo que parecen. ¿Por qué? Porque los políticos cuando adquieren poder se creen inmortales. Vos hablás con un político que ya tiene un cargo o es legislador, mucho más cuando es ministro y ni hablar cuando llega a la Presidencia, y creen que no se van a morir nunca. Néstor Kirchner estaba muy enfermo pero los había convencido a todos de que era inmortal, que no se iba a morir. Por eso él dice dos semanas antes de la muerte, "Muchachos, el presidente voy a ser yo, salvo que me muera antes", como diciendo sería una catástrofe.
—¿Y su entorno se había convencido de eso también?
—Yo creo que todos pensaban que él era Superman, que es una frase que la recogí de varias fuentes. Él mismo se creía Superman. Y además todos sabían que la manera de entender la política por parte de Néstor Kirchner era esa, poniendo todo, el cuerpo, el corazón, la mente, todo, de una manera muy intensa. Y que si hubiera hecho caso a los médicos que le decían "No, mirá, con este estrés vas a morir muy pronto", probablemente se hubiera muerto antes, porque esa era su manera de entender la política, no tenía otra. Fijate que Kirchner tuvo el último episodio cardíaco en septiembre y se fue de la clínica antes de lo previsto, pidió la carpeta médica y se la llevó. Los médicos no lo autorizaron pero se fue. Y a salida Cristina dice "no, son todas mentiras de los medios", en función a las preguntas de los periodistas de si había sufrido algún problema.
—Incluso vos relatás cómo, en una ocasión cuando a Kirchner lo están operando, Cristina quiere saber si TN ya dio la noticia o no.
— Claro, ella cuando lo intervienen en febrero de aquel año -hubo dos episodios cardíacos, uno en febrero otro en septiembre-, ella estaba preocupada por si TN ya la sabía la noticia. Y eso lo cuenta la gente que estaba ahí. Es decir, ella estaba en lucha permanente. Como yo creo que sigue estando.
—Escribís que con la muerte de Néstor Kirchner termina el kirchnerismo y empieza el cristinismo. ¿Son cosas tan distintas realmente? ¿Qué aspectos del gobierno de Cristina creés, de haber estado vivo Néstor Kirchner, hubiesen sido diferentes?
— Es difícil saber si Néstor no hubiera hecho cosas que sí hizo Cristina de haber estado vivo. Pero todos los actores y yo mismo recuerdo que siempre pensé que Néstor Kirchner tenía en política lo que se llaman retrocesos, podía pelearse y volver para atrás. Es una diferencia con Cristina, que cuando se pelea no puede volver para atrás. Pero también es cierto que tanto Néstor como Cristina fueron los protagonistas de la lucha contra el campo. Néstor porque creía que iba a ganar, pero Cristina era más apasionada y tal vez más ideologizada. Es cierto que ella se reservaba en la pareja el papel de más moderna, ilustrada, cosmopolita y mejor comunicadora, casi de una manera actoral. La gestión de ella, por ejemplo, la revela como una persona que no se preocupa por los números: no le gusta la economía, delega la economía. Kirchner no delegaba la economía porque la economía también eran negocios. Él creía que con dinero y con votos podía estar 20 años -por lo menos-, y era muy celoso, no delegaba. En cambio Cristina durante la gestión delegó la economía, al final en Axel Kiciloff, y también parte de la política en Zannini, cosa que Kirchner me parece que no lo habría hecho nunca.
—Explicame cómo cambia la estructura de poder del kirchnerismo tras la muerte de Néstor.
—Como todos sabían que el que manejaba los hilos del poder era Néstor, la gran duda en el kirchnerismo era si Cristina podía ser la nueva líder. Yo me detengo mucho en el velatorio íntimo en Calafate a cajón abierto donde está la plana mayor del kirchnerismo y del peronismo y ella les demuestra a todos que es la heredera. Con los recursos ya conocidos, es decir, maltratándolos, insultándolos, diciéndoles que se vayan, gritando, pero también llorando y conmoviéndose. Es decir, esa duplicidad es muy útil porque le sirve para reafirmarse como la nueva Lupa. A Néstor Kirchner le decían Lupín o Lupo, que es un derivativo, pero Lupo en italiano es "lobo", y ella Lupina o Lupa, y ella se revela como la nueva Lupa, la nueva loba, loba alfa kirchnerista.
—Mencionás en el libro que Máximo Kirchner le lanza una promesa al cadaver de su padre durante el velatorio: "A todos los que te hicieron esto, los voy a hacer mierda". ¿A quiénes responsabilizaba Máximo por la muerte de Néstor Kirchner?
—Muchos pensaron en Moyano porque ya circulaba la versión de que había discutido Néstor con él la noche anterior y se había acostado con mucho estrés y enojo. Pero después parece haberse referido más bien a los asesinos de Mariano Ferreyra. ¿Por qué? Y esto es muy característico en el kirchnerismo pero también en los grupos cerrados de poder, se crean relatos a sí mismos también. Y Cristina y Máximo pensaban, por lo menos lo decían, que esa bala que había matado a Mariano Ferreyra "había rozado también el corazón de Néstor Kirchner", hay una frase de Cristina en ese sentido en un reportaje con Jorge Rial. Lo cual es inverosímil pero eso no quiere decir que ellos la creyeran.
—Te interesa mucho el velatorio de Kirchner como puesta en escena, y afirmás que la capilla ardiente relanzó al kirchnerismo. ¿Pensás que Cristina vio que esa era una oportunidad para aprovechar?
— Yo no puedo meterme en la cabeza de Cristina, pero creo que ella vio la oportunidad, pudo convertir una tragedia en una puesta en escena que relanzó al oficialismo, que le devolvió la mística, que ya venía recuperándose, y prolongó ese cambio estético que había comenzado con el Bicentenario en Mayo. Mostró un nuevo peronismo, un nuevo oficialismo. Sin bombos, sin banderas, con otra estética más acorde a ese vuelco hacia la centroizquierda que representaba el kirchnerismo y que después el cristinismo profundiza. Y según los allegados a Javier Grosman, que era como su maestro de ceremonia, era ella la que inventaba los guiones. Fue ella la que decidió velar públicamente a Néstor Kirchner con el cajón cerrado. La que tomó las principales decisiones. Y después la historia en sí, el hecho en sí, la muerte de Néstor Kirchner, tenía tanto dramatismo que tampoco era cuestión de crear contenido.
—¿Hay algún episodio o algún detalle de ese velatorio multitudinario que a vos te haya sorprendido por algún motivo?
—Bueno, como a todos a mí me sorprendió de ese velatorio la postura de ella, posicionándose como el personaje central. Más incluso que el muerto, del que no se podía ver la cara. Pero todos vimos lo mismo, una viuda sufriente pero estoica dispuesta a hacerse cargo del país en un momento muy complicado.
—En la parte final del libro analizás cómo este hecho cambió a Cristina, cómo se refugia, se cierra en los leales, mientras expulsa a otros.
—Con la muerte del kirchnerismo se pone en cuestión todo un sistema de poder, porque él era el poder. La investidura presidencial estaba clara, ella era la presidenta, pero quien se reunía con los factores de poder en la residencia de Olivos, quien tomaba o por lo menos inducía a que la presidenta tomara las últimas decisiones era Néstor -y todos los sabían. Entonces todo eso se pone en cuestión. Tenemos ya muchas evidencias de la crisis del esquema de negocios de Néstor Kirchner y cómo ella se pelea con algunos empresarios, incluso alguno que es uno de los que lleva el cajón desde la sala de la Casa Rosada y que después fue expulsado del paraíso.
Hay muchos rumores, muchas versiones de por qué ella se enoja con algunos empresarios, incluido Lázaro Báez. Hay algunos que dicen que ella no conocía todo el esquema de recaudación del marido, otros que dicen que sí, la Justicia dice que sí -por lo menos en primera instancia. Entonces crisis en el esquema de recaudación, crisis en el esquema político también. Porque ella concentra en los leales, concentra en La Cámpora claramente, a partir de su hijo.
¿Qué le daba La Cámpora? Le daba lealtad, entusiasmo, movilización, futuro. Pero le quitaba un montón de cosas, los chicos no gestionaban muy bien, eran muy voluntariosos pero eran toscos, no muy sofisticados, no tenían mucha experiencia, concentra mucho en Zannini y Kiciloff. Y todo eso la reduce. Es decir, no es que ella pierda toda esa cantidad de votos, todo ese poder, por un fenómeno extraño, ella lo rechaza, es por su propia incapacidad para contener todo ese 54 por ciento. Y refugiarse en los leales es un gran error. Generalmente los políticos se refugian en los leales cuando están por terminar el mandato, entonces llaman a los amigos porque hay que borrar las huellas de todo lo malo que se hizo, entonces vos necesitás gente leal. Pero si vos ganás con el 54 por ciento no tenés que llamar a los leales, tenés que ser lo más amplio posible porque vos podés conducir. Ahora, si vos creés que no podés conducir con un 54 por ciento llamás a los leales. Yo creo que ese fue el gran error de ella, achicarse.
—¿Qué pensás que hubiese sucedido si Néstor no se hubiese muerto?
—Bueno, yo creo que él estaba convencido de que iba a ser el candidato, lo dice él, "salvo que me muera antes", como una hipótesis lejana que no le iba a tocar a él, que era inmortal. Creo que seguirían intentando esa alternancia, pero creo que la Argentina no era ni es Venezuela, creo que Argentina es muy distinta. Creo que tiene una economía mucho más diversificada. Esto no es Venezuela, no habríamos llegado a ser Venezuela. Yo creo que podría haber ganado quizás en el 2011 pero no creo que su sueño de 20 años en el poder se habría cumplido.
—¿Y pensás que esa radicalización del kirchnerismo que se vio en los últimos años se hubiese dado con él vivo?
—No lo sé, porque el conflicto con el campo demuestra que también él se podía equivocar feo, y me parece central ese conflicto porque realineó mucho dentro del kirchnerismo, hubo sectores que se fueron, peronistas de la zona centro del país, reemplazados por personas más de centroizquierda y de izquierda. Eso es un gran cambio dentro del kirchnerismo que después se profundiza con Cristina. Entonces tengo esa duda. En principio creo que él tenía más capacidad de retroceder pero, a la vez, es posible también que se retroalimentaran.
—¿Y tu opinión de Néstor Kirchner cuál es?
— Bueno, como político Kirchner fue una persona muy hábil, muy astuta, muy desprejuiciada. Cuando tuvo que impostar un pasado para aliarse con los organismos de derechos humanos lo hizo, a pesar de que ni durante la Dictadura ni después se había preocupado por los derechos humanos, pero lo hizo con tanta pasión que hasta se inventó un pasado. Y eso es astucia, es inteligencia. Es falta de principios pero también es eficacia en la acción política porque logró su resultado. Lo nocivo de Kirchner fue encarnar la figura del líder de la democracia plebiscitaria. Y ahí tuvimos mala suerte porque cuando llega Kirchner, que llega por la crisis del 2001, nosotros estábamos en busca de un líder fuerte que reconstituyera la autoridad presidencial. Pero él tenía un pasado: lo que había hecho en Santa Cruz. Nadie le dio bolilla a eso, nadie. Nadie se tomó el trabajo de ir a investigar o de leer lo que habían escrito periodistas santacruceños sobre Néstor Kirchner. La democracia plebiscitaria que él intentó en la Argentina ya la había hecho y concretado en Santa Cruz. Eso es una enseñanza también para nosotros, para los periodistas.
—¿Nunca te despertó simpatía entonces?
—Cuando yo trabajaba en política en Clarín, él llamaba mucho y nadie lo atendía. Cuando era gobernador, un gobernador totalmente desconocido de una provincia muy chiquita. Después, el gobierno de Duhalde, los primeros años de Kirchner, yo los pasé en Brasil. Entonces tenés otra manera de ver las cosas, no ves los detalles, los matices, pero ves el gran cuadro, y a mí la impostura sobre los derechos humanos siempre me provocó una gran sospecha sobre él, por lo tanto nunca me cayó simpático. Nunca me sedujo ni me convenció. Ni me gustó.