"Más de lo mismo", resumió Mauricio Macri cuando conoció que Gustavo Arribas era nuevamente acusado de recibir fondos opacos enviados por un sinuoso operador financiero que ahora colabora en la investigación del Lava Jato, el caso de corrupción que aniquiló a la élite política y económica del Brasil. Arribas es amigo del Presidente y jefe de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), un organismo del Estado que aún navega en la oscuridad y la corrupción tras doce años de administración kirchnerista.
Leonardo Meirelles, pieza clave de la trama de corrupción en Brasil, aseguró ante los fiscales argentinos Sergio Rodríguez y Federico Delgado que transfirió casi 850.000 dólares a una cuenta perteneciente a Arribas. Y cuando se le preguntó el motivo de los giros, Meirelles afirmó que se trataba de "coimas" pagadas por Odebrecht u OAS, dos gigantescas constructoras involucradas en el caso Lava Jato.
Macri repite con Arribas la misma lógica personal que aplicó al nombramiento de Jorge Alberto Palacios como jefe de la Policía Metropolitana. Palacios, alias El Fino, ya aparecía vinculado a una maniobra ilegal ordenada por el entonces presidente Carlos Menem para proteger a unos amigos sirios que estaban siendo investigados en la causa AMIA. Era obvio que Palacios sería imputado por mal desempeño en la función, tras aceptar las órdenes ilegales de Menem.
Sin embargo, Macri relativizó la información clasificada y enfatizó su postura apoyado en una recomendación de la CIA a favor de Palacios. Una típica operación de inteligencia que Macri avaló y que después la propia Embajada de Estados Unidos negó oficialmente. Esa desmentida, más la información que ya estaba aportada en la justicia federal, eyectó a Palacios del Gobierno de la Ciudad y causó a Macri un grave daño político.
El caso Arribas tiene tres frentes abiertos, y los tres frentes pueden erosionar la imagen pública del Presidente. Los fiscales Delgado y Rodríguez preparan un escrito judicial para obtener las constancias de los giros que, según Meirelles, envió desde un banco en Hong Kong a la cuenta personal del jefe de la AFI. En el Gobierno aseguran que esos giros nunca existieron, y juran que Meirelles "es un mentiroso serial".
Pese a que la justicia brasileña aún no remitió la información que maneja sobre el presunto pago de coimas a Arribas, el amigo de Macri concurrirá al Congreso para dar las explicaciones del caso. Una pérdida de tiempo, en tono de acto preelectoral: si no está la información oficial, qué sentido tiene convocar a una audiencia parlamentaria que girará sobre las noticias que se publicaron en los medios. Una pregunta retórica para la oposición que sólo piensa en los comicios de octubre.
El tercer frente de Macri se vincula a la opinión pública. El Presidente aún paga los fallidos actos de poder vinculados a la designación de los jueces de la Corte y a la negociación del Correo Argentino. Y ahora se apresta a enfrentar una nueva tormenta política con el único recurso que tiene a la mano: su confianza en la honestidad de Arribas. Macri no duda en apoyarlo, aunque la información que se maneja en Comodoro Py sostiene lo contrario.
La situación penal del jefe de la AFI es una bomba de tiempo. No hay un solo indicio que asegure que Meirelles mintió para fortalecer su defensa en la causa Lava Jato. Al contrario, si dice la verdad y apunta hacia arriba, sus posibilidades de una condena formal se consolidan. Por eso, frente a los fiscales Rodríguez y Delgado avanzó contra el jefe de la AFI: más información clasificada, menos años de reclusión.
Y si aparecen los documentos que prueban la transferencia de cerca de 850.000 dólares a Arribas, el escándalo político sumará nuevas instancias. ¿Qué hizo Arribas con los fondos? ¿A quién se los dio? ¿Para hacer qué gestión extraoficial? ¿Para obtener qué contrato público? Cuatro preguntas que ya rodean al inmutable jefe de la AFI.
Macri está en el Lejano Oriente y recibe en su celular toda la información del caso Lava Jato. Decidió apoyar a Arribas y no introducir un solo cambio en la Agencia Federal de Inteligencia. La amistad personal y el poder real nunca se llevaron, aunque Macri piense lo contrario.
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