Su gestión estaba sentenciada desde diciembre, cuando se filtraron los primeros rumores. Sólo la intervención pública de Elisa Carrió, con quien mantiene una estrecha relación, le dio otra vida. Pero no alcanzó para frenar la última embestida: Carlos Balbín tuvo que abandonar su cargo como procurador del Tesoro, un lugar decisivo para dirimir los futuros conflictos de intereses dentro del Gobierno. La versión edulcorada de su salida, activada desde las usinas del poder, no alcanza para explicar el desenlace.
Balbín se enteró de su "nuevo destino" a través de los medios. Primer dato negativo. La noticia rompió la tranquilidad de su hogar el domingo pasado. A partir de ese momento, su teléfono no paró de sonar.
El procurador del Tesoro se había enterado apenas 48 horas antes que debía dar un paso al costado. En esa misma reunión, el viernes 21, recibió la propuesta de aterrizar en la Cancillería como embajador especial por los derechos humanos. El encuentro fue breve. Balbín pidió tiempo hasta el lunes para dar una respuesta. Pero el domingo a la tarde, funcionarios y amigos ya lo felicitaban por el "nuevo" cargo.
¿Por qué se fue? No hay una sola versión. Muchos lo siguen culpando de la derrota judicial del Gobierno por las tarifas. Lo cierto es que el procurador del Tesoro fue uno de los pocos que había vislumbrado el fallo adverso de la Corte Suprema por el gas.
Balbín era muy escuchado por el presidente Mauricio Macri, pero nunca tuvo una relación estrecha con otros funcionarios influyentes. Todo lo contrario.
Hay datos que generan sospechas. El mismo día que le pidieron la renuncia, el viernes 21, Balbín firmó una auditoria clave sobre el Correo Argentino (lleva fecha del 10 de abril por cuestiones administrativas). Es un estudio que él mismo había ordenado sobre todos los funcionarios públicos que intervinieron en el juicio entre el Estado Nacional y la empresa.
Junto a Balbín, tuvo que dar un paso al costado el director de auditoría de la Procuración, Guillermo García. ¿Motivos? Todo indica que el resultado de la auditoría será muy negativo para los intereses del Gobierno.
En el expediente judicial por el Correo, que ya lleva 16 años, tampoco hay buenas noticias para el Gobierno: la fiscal Gabriela Boquín firmó esta semana otro dictamen negativo y acusó ayer a la cúpula de la empresa de impulsar el vaciamiento para beneficiar al Grupo Macri y perjudicar al Estado nacional. La misma fiscal ya había rechazado el acuerdo judicial porque implicaría una quita del 98,2% de la deuda, unos 4.227 millones de pesos.
El viernes 21, cuando Balbín se enteró de su salida, también ingresó a la Procuración del Tesoro el expediente sobre el caso Avianca. Si seguía en el cargo, Balbín iba a tener que dictaminar en el marco del decreto sobre conflicto de intereses.
Más allá de las especulaciones, Balbín decidió irse en silencio (en realidad todavía sigue en funciones porque no se publicó el decreto que le acepta la renuncia). Ante un puñado de interlocutores, repitió que no recibió presiones y que se va "tranquilo".
Antes de irse, tuvo un encuentro a solas con Macri en la quinta de Olivos. El Presidente quería saber por qué no había aceptado el nuevo cargo. Balbín ensayó una repuesta de rigor.
Con su salida del Gobierno festejaron varios estudios de abogados grandes que querían su cabeza. También fue una buena noticia para el kirchnerismo. ¿Por qué? Balbín había echado a varios familiares de ex funcionarios. Y denunció ante la Justicia que el gobierno de Cristina Kirchner ocultó y luego borró información clave sobre cuentas bancarias en Estados Unidos vinculadas al empresario Lázaro Báez.
Durante su gestión, dijo muchas veces que no. Su salida debería ser una mala noticia para el Gobierno.