Gracias al sindicalismo y al cristinismo duro, el Gobierno sale de su crisis

El éxito del #1A más el cansancio por los paros y piquetes que manchó el paro del jueves le dan oxígeno a Macri, que apostó a antagonizar con el kirchnerismo radicalizado y los gremios. El PJ, en el limbo

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El éxito de la marcha a favor de la democracia -y del Gobierno- más los fuertes cuestionamientos al paro del jueves marcan un límite a la demencia de la provocación. Es el fracaso de los "desestabilizadores". El inminente final de la huelga docente también marca una derrota de los "duros" que parece definitiva. Los kirchneristas, esos que venían a puro alarido esperando derrocar al Gobierno, los imbéciles que inventaron el helicóptero, esos retrocedieron casi al borde de su propia disolución.

Es evidente que el verdadero sindicalismo (viejo y gastado pero todavía lucido) necesita liberarse del kirchnerismo y del izquierdismo, dos ismos que lo separan y lo enfrentan con la sociedad. Mientras, los restos del kirchnerismo deambulan en busca de un retorno a la política. Eso es lo malo de los jefes absolutos: como solo eligen delegados, cuando se ausentan nadie sabe quién es el heredero. No saben si Cristina será candidata, solo deben asumir que hace rato dejó de intentar conducirlos.

Daniel Scioli juega seguro, luego queda Randazzo, y el intento de una interna que los potencie está presente. Los ortodoxos de la nada (La Matanza y Avellaneda), esos siguen el camino de la izquierda: mucho grito y pocos votos. Es en la provincia de Buenos Aires donde Cristina puede imponer su candidatura o dejarlos abandonados. En otras zonas agonizan, en CABA el partido se lo llevó Víctor Santa María a la casa (complicado manejarlo desde el sindicato de porteros y Página/12), justo donde el PRO está más sólido.

Resumiendo, tienen juego en Buenos Aires, apenas sobreviven en Capital, agonizan en Córdoba donde nunca brotaron y parecido de extraviados están en Santa Fe. Y parece que los gobernadores ni quieren escuchar hablar de La Cámpora. Ya sin gobernadores y con un puñado de sindicalistas agresivos, no saben si son la izquierda o los odiados por la izquierda. Problemas de la política cuando ingresa al espacio del diván del analista. Después de tantos leales seguidores no es fácil de asumir que los desertores los hayan dejado en semejante minoría. En el triunfo abundan los que suelen escasear en la derrota.

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Si no fuera por el amor que les profesa Macri por consejo de Durán Barba, los kirchneristas ya andarían en los confines del olvido. Se necesitan ambos para repartirse los votos: Cristina vive del odio a Macri, y este por ahora, solo de convencer a la sociedad que los salva de ser Venezuela. Uno tiene la estatura de su enemigo, y como siempre nuestra lúcida izquierda termina colaborando con la derecha. No hay mejor forma de consolidar a un gobierno que proponer el caos como solución. A mayor dureza, menor cantidad de votos. A veces cuesta entender la lógica de algunos grupos. Los kirchneristas eran muy duros desde el poder, siguen en la misma, como si no se hubieran enterado que la derrota obliga a ser más democráticos, o al menos a parecerlo. Más allá de lo que decidan los antagonistas, quedará espacio de sobra para una tercera vía.

La sociedad necesita una esperanza, eso la lleva a apoyar al gobierno más allá de la ausencia de éxitos económicos, aun cuando lentamente se tome conciencia que si hay mejoras no serán para todos. Solo hay algo que queda claro: los aciertos o errores del gobierno no son los que le devuelven protagonismo al pasado. Puede ser que los beneficie a ambos esto de confrontar entre Macri y Cristina. La picardía sirve como excusa electoral, y el lugar que a Cristina le asigne Durán Barba es un enfrentamiento con riesgos para ambos.

El gobierno de Macri puede ser exitoso como sueñan ellos o no tanto como imaginamos demasiados. Eso sí, más allá de lo que suceda, el kirchnerismo es una enfermedad superada. Cristina puede tener protagonismo como persona, ya no como partido, ni ella ni ninguno de sus seguidores se ocupara de organizarlo. Vendrán nuevas propuestas e ideas, la historia no retrocede, y menos cuando se asume que los derrotados nada tenían que ver con la virtud. La democracia no está en juego, las propuestas sí, necesitamos salir de esta dinámica de la pobreza, de la social y de las ideas. Ambas son parte de una misma realidad.

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