"He visto al Papa Francisco ser ovacionado luego de un duro discurso"

Omar Abboud, vicepresidente del Instituto de Diálogo Interreligioso, ve a Bergoglio como “la gran autoridad espiritual del mundo moderno”. “Estamos viviendo los tiempos del argentino más importante de la historia”

Guardar

Este referente de la comunidad musulmana argentina y amigo de Jorge Bergoglio afirma que Francisco ha sido "la voz más fuerte en defensa de los musulmanes, más allá incluso de los propios gobiernos islámicos" y destaca su dedicación a la construcción de una nueva multipolaridad basada no sólo en la riqueza y el poder sino también en principios éticos.

— A 4 años de la sorpresiva elección de Jorge Bergoglio como Papa, ¿qué balance podemos hacer?

— Sin duda alguna el papa Francisco, nuestro cardenal Bergoglio, es la gran autoridad espiritual del mundo moderno. Con todo aquello que implica ser autoridad en un mundo con la cantidad de problemas que tiene el nuestro. Una de las cuestiones centrales de su pontificado es la de ponerles límites, o señalar qué límites deberían tener, las autoridades temporales, es decir aquello que tiene que ver con los males del mundo moderno, la pobreza, el cambio climático. No es alguien que se ha recluido en cuestiones de orden teológico. Eso me parece un cambio sensible. En segunda instancia lo que implica tender puentes, pautas de diálogos y formatos específicos de solución de conflictos.

— ¿Y para los argentinos?

— Desde nuestra realidad nacional, es bueno vivir estos tiempos porque quizás estemos viviendo los tiempos del argentino más importante de la historia. Con todos los avatares, la información y desinformación que ha surgido en nuestro ámbito en relación a lo dicho, lo no dicho, con una cara en particular, con una recepción en particular, no podemos perder de vista la dimensión de esta persona que hasta hace 5 años vivía en la Avenida de Mayo.

— Usted decía que el Papa hoy es la máxima autoridad espiritual. Es un referente incluso para gente insospechada: desde el presidente de Rusia hasta el de Estados Unidos -por lo menos el anterior, con el actual no sabemos todavía qué va a pasar-, se remiten a él, aceptan su convocatoria, él puede poner la mesa y vienen, se sientan a hablar. Me pregunto si los argentinos somos conscientes de esa dimensión.

— No. Quizás producto de la proximidad que él tenía aquí en la República Argentina. También porque construimos mucho de nuestro presente desde lo particular; de nuestra particularidad hacemos la generalidad y nos concentramos en cosas que no van a pasar de la anécdota. Ahora, el mensaje de Laudato Si, la encíclica sobre ecología humana, seguramente va a seguir siendo doctrina por 400, 500, 600 ó 700 años. En ese sentido tenemos que recobrar la dimensión de las cosas, de lo importante. Pero además, yo crecí con un mundo bipolar, el de los acuerdos de Yalta y de Potsdam después de la Segunda Guerra Mundial, dos bloques, conflictos de características ideológicas; me parece que esa bipolaridad se vuelve a reeditar, pero no desde una perspectiva geopolítica sino quizás desde una perspectiva humana. Existen dos figuras contrapuestas en el mundo moderno que sí generan una bipolaridad, una es el muro y la otra es el puente. Francisco representa el puente entre pueblos y naciones. Más allá de la oportunidad que tenemos de trabajar con él desde el Instituto de Diálogo Interreligioso, una entidad de la cual él fue casi el fundador en Argentina, y que tenemos el honor de conducir, el mensaje está dirigido al conjunto. Es un nuevo humanismo que tiene que ver con la supervivencia, con el futuro y con cómo se va a organizar nuestra especie.

(Reuters)
(Reuters)

— ¿Cómo ven a Francisco desde el mundo musulmán?

— Bueno, nosotros decimos que la sabiduría se bebe con independencia del recipiente que la contenga. Francisco ha sido sabio en muchas cosas. Y me permito decir algo más, Francisco ha sido la voz más fuerte en defensa de los musulmanes, más allá incluso de los propios gobiernos islámicos. Cuando se habló de Siria, fue Francisco quien salió a la palestra. Cuando se habló de alguna sinrazón, él dijo: "es injusto condenar al islam, en general por supuesto, por las dictaduras de algunas minorías".

— No quiso hablar de violencia islámica…

— No. Justamente hablar de violencia islámica o fundamentalismo islámico es lo mismo que ponerle nacionalidad a los delitos, porque en definitiva los delitos los cometen las personas, no las creencias religiosas. Entonces me parece que en ese sentido la visión de la inmensa mayoría de los musulmanes es buena, es de cariño, me ha tocado compartir con muchos dirigentes islámicos a nivel de la perspectiva política, incluso de la realeza, que tienen gran admiración y un alto grado de agradecimiento a las palabras del Papa. De la misma manera se ha pedido más de una vez que el mundo islámico sea más enérgico en la condena de aquellos que son fundamentalistas. Cuestión que también ha empezado a cambiar y a generar otros ámbitos de comunicación.

— ¿Estuvo hace poco con el Papa?

— Sí, fue una visita de carácter personal. Lo vi con mucha energía, con mucha esperanza y es lo que se ve cuando uno se encuentra con una persona que tiene sentido de misión. O sea que cada palabra que profiere está relacionada con un compromiso y una visión. Y destacar básicamente la coherencia, porque este mismo mensaje que hoy tiene características globales es el mensaje que hemos escuchado antes en nuestra realidad.

— En los inicios del pontificado, Francisco pareció suscitar una gran unanimidad. Pero seguramente ya en ese momento había resistencias tanto dentro como fuera de la curia, pero no se expresaban. Ahora han encontrado grietas por donde asomar….

— Obviamente todo aquel que plantea una cantidad de cambios de trato o de visiones siempre va a encontrar algún tipo de resistencia de aquellos que no quieren cambiar su status. El peor enemigo que tiene Francisco sin embargo es la hipocresía, que es en definitiva uno de los males centrales del mundo moderno, y por supuesto aquellas peleas que tienen que ver con cuestiones como la post verdad, la ideologización extrema y básicamente los fundamentalismos, es decir las intransigencias en referencia a las prácticas. Cuando asume el papado, él fue tapa de la revista Rolling Stone, pasaron 4 años y otra vez. Esto tiene que ver con un acercamiento profundo a la juventud, una crítica centrada al economicismo y a aquel fundamentalismo si se quiere económico en referencia a solo generar ratio positivo. Y una anécdota en términos de si el Papa interviene o no en política. A mí me tocó ver cómo él recibía de parte de Europa el premio Carlomagno. Estaban desde Ángela Merkel hasta el presidente del Parlamento Europeo. El discurso de Francisco fue durísimo en referencia a las cuestiones que él veía a modificar de la realidad de Europa. Y nadie se ofendió, fue absolutamente ovacionado cuando terminó ese discurso. Esto también tiene que ver con tomar verdadera dimensión de quién es y de los mensajes.

(Reuters)
(Reuters)

— De hecho, ese premio fue el único que aceptó.

— Porque tiene que ver con el esquema posicional que toma Europa a través de cómo se está planteando esta bipolaridad; cuál es el rol de Europa en el mundo moderno con un Estados Unidos en esta perspectiva, con una Rusia con esa perspectiva, y con la cada vez mayor presencia que tienen China y el sudeste asiático. Europa también tiene que redefinir algunas cosas. La visión y la búsqueda del Papa tienen que ver con reconstruir un tipo de ética relacionada con sus orígenes y raíces. Porque el mundo no es solamente acumulación, no es solamente riquezas, no tiene que ver con potencial bélico. También tiene que ver con líneas de pensamiento humanas y éticas.

—¿Cómo se imagina a Francisco dentro de unos años? ¿De regreso en Buenos Aires o…?

— Es muy difícil de imaginar. Si es por lo que lo conozco, transmitiendo hasta el último día y hasta el último suspiro. Todos nosotros vamos a poder decir en algún momento "yo viví los tiempos de Francisco".

— ¿Estamos "haciendo lío", como exhortó Francisco a los jóvenes argentinos en Río de Janeiro?

— No. No es que tengamos que tener una unidad de concepción, pero yo creo que de todos los males de los últimos años, el peor es que todavía no hemos aprendido a tratarnos. No tenemos una cultura del trato. Muchas veces somos incapaces de ponernos en el lugar del otro. Y cuando uno se sienta en la mesa del diálogo lo primero a tener en cuenta es que la perspectiva de tu realidad puede ser modificada. Entonces la idea es encontrar la vía certera que no satisfaga solamente en términos intelectuales sino que uno pueda ponerse al servicio de una causa mayor. Me parece que la idea de un proyecto nacional es más grande que cada uno de nosotros. O sea, en la medida que nuestro ego nos permita entender eso me parece que vamos a tener los caminos necesarios porque el potencial está y siempre estuvo. El tema es cómo canalizarlo.

Guardar