Los 70 y la permanente falsificación de la historia

Vala la pena volver una vez más a la década del 70, ya que aquella vocación por el poder absoluto de la guerrilla no parece expirar, y hasta seduce a buena parte de los argentinos

Guardar
Un soldado asesinado por Montoneros durante el ataque al Regimiento 29 de Infantería Monte de Formosa
Un soldado asesinado por Montoneros durante el ataque al Regimiento 29 de Infantería Monte de Formosa

Volvemos a los 70. Vale la pena hacerlo, nada de aquello está cerrado. Los primeros libros fueron a favor de la guerrilla, se inventó la teoría de los dos demonios, y a partir de ella, dado que los militares eran el mal, la guerrilla quedaba instalada en el lugar del bien. Madres y Abuelas ocuparon el espacio de la dignidad, la conducción de la guerrilla terminó su vida oculta detrás de ellas. El kirchnerismo encontró en los restos de aquel socialismo violento y derrotado una excusa para su vocación de poder absoluto. Esa y no otra era la única razón que los unía a la izquierda. En la codicia, el socialismo solo ocupa un lugar decorativo.

Pero aquellos derrotados fueron reivindicados. Parecía una vuelta al error, ahora en su versión de memoria deformada. Y vimos como un poder sin límites morales ni institucionales se convertía en vengador de una derrota mucho más histórica que militar.

La violencia como fenómeno masivo nace con el golpe de Onganía, con la destrucción de la Universidad como "isla democrática" y la expulsión de los científicos que implicaba el fin del proyecto nacional y de la misma democracia. Después de ese golpe la violencia se imponía como único camino a la dignidad. Cuba y el Mayo francés se convertirían en los grandes mitos de mi generación.

El peronismo carecía de vigencia, tanto en la universidad como en la juventud. El asesinato de Aramburu va a permitir el ingreso de una parte de esa guerrilla al movimiento popular. No fue gestada por Perón, fue tan solo un intento de utilizarlo. No olvidemos que los militares habían derrocado a Perón pero también a Frondizi y a Illia; la derecha con su partido militar ejerció siempre la violencia, antes y después de la guerrilla y de López Rega.

No tuvimos la suerte de los uruguayos donde los Tupamaros fueron capaces de hacer su autocritica, mostrar su talento y su coherencia, y convertirse en el eje de un partido de gobierno. La conducción de nuestros revolucionarios terminó sin el respeto de nadie, sin siquiera poder justificar sus errores.

LEER MÁS: Nilda Garré propone penas de prisión a quienes nieguen los crímenes de la Dictadura

LEER MÁS: Fernández Meijide: "Montoneros no respetó el voto de la gente"

En plena dictadura Perón recibe a una parte de la guerrilla, quienes le plantean acompañarlo en la recuperación de la democracia. En su retorno les entrega una enorme cuota de poder -basta de ejemplo la secretaría general del peronismo, los gobernadores de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza, entre otros muchos. Al poco tiempo esa guerrilla decide volver a la violencia, en el absurdo intento de formar parte del gobierno y asesinar en nombre de la revolución. Y en la soberbia de creerse los únicos responsables de haber recuperado la democracia, al pueblo nunca lo valoraron demasiado.

Fue un absurdo, intentaban al mismo tiempo gobernar y asesinar. Los agredidos, muchos, en especial los sindicatos, iniciaron su acción defensiva. Votamos una ley de represión a la violencia, como cualquier gobierno democrático, ocho de ellos renunciaron a sus bancas. Fui testigo de esa locura, imaginaban la democracia como un escalón o a veces un obstáculo para la verdadera revolución. Eran parte importante del gobierno mientras asesinaban para quedarse como únicos dueños. Su ceguera histórica fue atroz, es absurdo reivindicar su lucha. Se puede admirar su heroísmo y su entrega, a nadie se le puede ocurrir mencionar su proyecto, era tan irracional como suicida. La guerrilla dejó miles de víctimas pero ningún sobreviviente coherente que recupere su legado: tanto dolor para tan pocas ideas rescatables.

La derecha con sus golpes fundó la violencia, y Perón en su retorno intenta impedir la confrontación. Una conducción sin talento ni visión histórica termina asesinando a Rucci. Y el golpe en su atrocidad les devuelve un lugar digno en la memoria. Muchos de ellos lo merecen, somos una sociedad donde más allá de la codicia solo suele habitar el heroísmo.

La Triple A  fue más que un poder oficial, en toda sociedad a los asesinos se les responde con violencia. Hubo muchos agredidos y muchos también respondieron. Algunos acusan tanto a Perón y a López Rega que a uno le queda la duda de si no habrán sido admiradores de Videla. La dictadura fue el partido militar desde siempre, el peronismo lo popular, y muchos intentan inventar una explicación donde denostando a Perón logren inaugurar un espacio para el gobierno actual.

No olvidemos que la izquierda se hace peronista asesinando a Aramburu y deja de serlo asesinando a Rucci. Y los liberales se hacen peronistas con Menem para destruir lo que ni la dictadura se había animado a reventar, y nos somete a la miseria disolviendo el legado de Perón, de Frondizi y de Illia, y hasta el digno intento de Raúl Alfonsín. Esos son los enemigos de la patria, los ideólogos de todos los golpes, los infiltrados en todos los gobiernos.

Para entrar al futuro necesitamos transformar el pasado en sabiduría, para ganar una elección quizás alcance para deformarlo y engañarnos con él. Uno es la salida definitiva, lo otro, solo el patético sueño de los mediocres. Estamos en un buen momento para optar.

Guardar