Tzevan Todorov es un nombre mayúsculo de las ciencias sociales de las últimas décadas, que brilló en su especialidad –la filosofía del lenguaje- y que fue tan crítico de los totalitarismos de cuño comunista –que padeció en carne propia en su Bulgaria natal- como del ultraliberalismo y de las tendencias neoconservadoras de los países capitalistas.
Como crítico feroz de las dictaduras y genocidios tanto de derecha como de izquierda, algo le hizo ruido en la política de derechos humanos local
De visita a nuestro país para dictar conferencias, Todorov fue invitado a conocer el Parque de la Memoria y las instalaciones de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Como crítico feroz de las dictaduras y de los genocidios tanto de derecha como de izquierda, inevitablemente, algo le hizo ruido en la política de derechos humanos local.
Poco después de su visita, volcó sus impresiones en una nota en el diario español El País, con el título "Un viaje a Argentina", en la cual se expresó muy críticamente sobre lo que vio en esos "sitios de memoria".
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Tras explicar que la ESMA fue un "centro de detención y tortura" por el cual pasaron "alrededor de 5.000 personas" y que durante la última dictadura militar las víctimas de la represión "eran maltratadas en ausencia de todo marco legal", sometidas a torturas y luego "ejecutadas sin juicio"; y tras mencionar la práctica del robo de niños y decirse "emocionado" por la visita, Todorov critica sin embargo el modelo argentino de "búsqueda de la Memoria, Verdad y Justicia", por parcial y sectario.
"Una sociedad necesita conocer la Historia, no solamente tener memoria", dice Todorov, para luego señalar que en ninguno de los sitios que visitó vio "el menor signo que remitiese al contexto en el cual, en 1976, se instauró la dictadura".
En concreto, se refiere a que "los Montoneros y otros grupos de extrema izquierda organizaban asesinatos de personalidades políticas y militares, que a veces incluían a toda su familia, tomaban rehenes con el fin de obtener un rescate, volaban edificios públicos y atracaban bancos".
Aclara que no está "sugiriendo que la violencia de la guerrilla sea equiparable a la de la dictadura" porque "no sólo las cifras son, una vez más, desproporcionadas, sino que además los crímenes de la dictadura son particularmente graves por el hecho de ser promovidos por el aparato del Estado, garante teórico de la legalidad".
"Como fue vencida y eliminada, no se pueden calibrar las consecuencias que hubiera tenido su victoria –dice en referencia a las organizaciones guerrilleras-. Pero, a título de comparación, podemos recordar que, más o menos en el mismo momento (entre 1975 y 1979), una guerrilla de extrema izquierda se hizo con el poder en Camboya. El genocidio que desencadenó causó la muerte de alrededor de un millón y medio de personas, el 25% de la población del país. Las víctimas de la represión del terrorismo de Estado en Argentina, demasiado numerosas, representan el 0,01% de la población".
Como la historia es una de las materias a las que Todorov consagró años de estudio, su preocupación pasa por la comprensión del pasado. Cuestiona que la lectura que se ofrece de ese período en el Parque de la Memoria contribuya efectivamente a aclarar lo sucedido. "No se puede comprender el destino de esas personas sin saber por qué ideal combatían ni de qué medios se servían –advierte-. El visitante ignora todo lo relativo a su vida anterior a la detención: han sido reducidas al papel de víctimas meramente pasivas que nunca tuvieron voluntad propia ni llevaron a cabo ningún acto. (…) Sin embargo, su tragedia va más allá de la derrota y la muerte: luchaban en nombre de una ideología que, si hubiera salido victoriosa, probablemente habría provocado tantas víctimas, si no más, como sus enemigos. En todo caso, en su mayoría, eran combatientes que sabían que asumían ciertos riesgos".
Su conclusión es que "la manera de presentar el pasado" en estos sitios de memoria que visitó en Argentina "ilustra la memoria de uno de los actores del drama", el de los "reprimidos", pero "no se puede decir que defienda eficazmente la Verdad, ya que omite parcelas enteras de la Historia".
La Historia nos ayuda a salir de la ilusión maniquea en que nos encierra la memoria: buenos y malos, víctimas y verdugos, inocentes y culpables (Todorov)
En consecuencia, la justicia que deriva de esa memoria parcial es también "imperfecta". "El juicio equitativo es aquel que tiene en cuenta el contexto en el que se produce un acontecimiento, sus antecedentes y sus consecuencias", sostiene.
"La Historia –escribió Todorov- nos ayuda a salir de la ilusión maniquea en la que a menudo nos encierra la memoria: la división de la humanidad en dos compartimentos estancos, buenos y malos, víctimas y verdugos, inocentes y culpables".
Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo (Todorov)
Finalmente, hacía una advertencia hacia el futuro: "Si no conseguimos acceder a la Historia, ¿cómo podría verse coronado por el éxito el llamamiento al "Nunca más"? Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, está preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas. Comprender al enemigo quiere decir también descubrir en qué nos parecemos a él. No hay que olvidar que la inmensa mayoría de los crímenes colectivos fueron cometidos en nombre del bien, la justicia y la felicidad para todos. Las causas nobles no disculpan los actos innobles."