Lagomarsino, de asistente informático a entregador del arma que mató a Nisman

Según la jueza y ex esposa del fiscal, Sandra Arroyo Salgado, el entonces empleado de Nisman forma parte de los servicios de inteligencia y oculta información

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Meursault es indiferente con todo lo que sucede a su alrededor. Resignación. Presente. No hay un propósito existencial. Todo ocurre, todo pasa, todo es una rutina simplista. El Extranjero del filósofo argelino, Albert Camus, guarda en Meursault, su protagonista, las características de quien hoy vive el día a día para no pensar en lo que viene, ni en lo que pasó.

En el escalón de los 41, Diego Lagomarsino sabe que su vida cambió hace dos años. Que cambió y nunca volverá a ser igual. Que Google, el dueño del pasado del mundo, lo mencionará y vinculará hasta el final de sus días con la muerte del ex fiscal, Alberto Nisman: su jefe.

A dos años de la muerte del fiscal, Lagomarsino no pudo reconstruir su vida, aquella que terminó la noche del 18 de enero de 2015. Terminó como tal cual era, de alguna manera como la del fiscal. "Mi respeto y homenaje a un gran fiscal argentino. Que Dios ilumine a su familia", fue el último tuit de su cuenta personal @lagrancaruso. Fue un mes después del fallecimiento de Nisman y nunca más volvió a utilizar esa red social. Dejó su casa en la Ciudad de Buenos Aires y se refugió en Córdoba, al menos por un tiempo.

Detallista. Observador. Obsesivo de los datos y de su figura, fiel a su especialidad: ingeniería en sistemas. "Lo mío es más el hardware. Yo digo que soy un intermedio entre un psicólogo y un técnico, porque estaba entre el usuario y la máquina. Mirá vos: ¡hablo de mi trabajo en pasado! (…) Todo el tiempo busco el reconocimiento del otro, es algo que estoy viendo con la psicóloga. El que digan: 'Che, qué genio Diego que me resolvió el problema que tenía en el iPhone'", describió en un reportaje que dio a la revista Rolling Stone, un mes después de la noche de la Torre Le Parc. Su trabajo en la unidad fiscal era simple, hacer backups, mantener actualizaciones, evitar filtraciones. Eso era lo que le pedía Nisman, eso es lo que él asegura que hacía aunque revelaciones del caso demuestren que quizá su labor era más compleja.

Lagomarsino fue quién le "prestó" a su jefe el arma que lo ejecutaría. Su versión la repitió cientos de veces. Aún hoy la mantiene. Nisman le pidió si tenía un arma, que tenía miedo y si se la podía prestar. Accedió y le entregó una bersa .22 , vieja, que guardaba con recelo en un placard. El relato lo mantiene con precisión, nunca se corrió ni un ápice, ni se contradijo.

"Lagomarsino en una causa común que no fuese Nisman la víctima, lo esposan y se lo llevan preso. Esta causa lo tiene imputado en una situación rara: por entregar el arma, que es un delito menor, pero no por estar relacionado con las hipótesis de la muerte, es decir el crimen, como partícipe, o instigador de ayuda al suicidio", explicó a Infobae el fiscal general de la Cámara del Crimen, Ricardo Sáenz, uno de los primeros en señalarlo con pruebas contundentes.

Sáenz habla con solvencia. Tiene en su cabeza cada uno de los datos que figuran en el expediente. No duda. "En septiembre de 2015, cuando tuve acceso a la documentación y a las pruebas, yo sostuve que había que imputarlo por todas la hipótesis de muerte", agregó.

El empleado de Nisman no volvió a estar en relación de dependencia. Al menos oficialmente. Su único registro laboral es el que tuvo con la Universidad Nacional del Oeste por un par de años, hasta el 2014. "Se comió los ahorros", cuenta una persona que lo trata de forma esporádica.

El informático tuvo que cambiar su forma de vida. Perdió un salario de más de 40 mil pesos mensuales, con el que mantenía a su familia: su mujer y tres hijos. "Él está tranquilo. Si fuese por él cierra el tema acá, pero sabe que hasta que no se termine la causa judicial o no se demuestre que él no tiene nada que ver, eso no va a ocurrir", agrega la misma persona.

"Me ofrecieron trabajar con el Fiscal más importante del país. Alberto era brillante y yo de él aprendí muchísimo. Además, trabajaba para una de las causas más importantes de la Argentina, que era la AMIA. Yo lo admiraba. Son trabajos que muchas veces se hacen gratis, solo por el currículum", explicó en su momento, cuando fue invitado a la mesa de Mirtha Legrand.

Habla rápido pero claro, no trastabilla con las palabras. Muy gestual en sus expresiones faciales y sus ojos se abren cada vez que lanza una frase. En esa misma comida reconoció que le entregaba la mitad de su sueldo e incluso aclaró que Nisman le había pedido colocar su nombre en una cuenta de los Estados Unidos porque él no podía figurar. Nunca explicó quién le acercó el trabajo en la fiscalía.

El especialista informático estuvo dos veces en el departamento de Nisman, el día antes de la muerte, o al menos el día anterior al descubrimiento de su cuerpo. En la Justicia vive una teoría que sostiene que Nisman murió el sábado y no el domingo. La primera: 17:30 de ese sábado 17 de enero en la que el fiscal, supuestamente y según la versión del ex hombre de la fiscalía, le contó que tenía miedo y le pidió el arma. La segunda: a las 20:30 del mismo día, que ingresó por la puerta de servicio y se retiró por la puerta principal. Le entregó el arma. Nunca más hablaron. Horas después, Nisman cae en su baño muerto.

Hace un año, Maximiliano Rusconi dejó de ser su abogado y su defensa la asumió Gabriel Palmeiro, su socio. La ex esposa de Nisman, la jueza Sandra Arroyo Salgado, lo tiene marcado. Según la magistrada, Lagomarsino formaba parte de los servicios de inteligencia, mintió y ocultó información. Algunas versiones lo vincularon desde el primer minuto con el ex jefe de operaciones de la SIDE, Jaime Stiuso. También lo negó.  

"El flaco labura con un fiscal que lleva la causa más grosa del país, no va a la fiscalía, trabaja a requerimiento, cobra 40 lucas -aunque en realidad me quedaban menos de 30, restando los impuestos-, es experto en informática… (sic.) Doña Rosa se debe imaginar que yo trabajaba con satélites de la NASA. Algo raro hay ahí, ¿no? O se lo garcha, o le hace la inteligencia, o no sé qué", sostuvo Lagmarsino en el mismo reportaje con Rolling Stone. Ese es un punto que al día de hoy todavía es incierto: cuál era la verdadera relación que tenía con Nisman y cuál era su trabajo. Su relato no cuadra, como un cierre relámpago al que se le quiebra un diente y deja un espacio libre. 

Los que sostienen que Lagomarsino formó parte del plan para matar al fiscal, tienen una sola incertidumbre: ¿Cuál fue su tarea en la ejecución del asesinato? "Eso habría que investigarlo", señaló Saénz.

Hasta la ex presidente Cristina Kirchner, cuando aún estaba en el poder, lo incriminó en la muerte y lo señaló como "sospechoso". El kirchnerismo también lo quiere como el perfecto asesino y así despejar todas las dudas que recaen sobre su gestión. Dudas que hasta el propio Stiuso potenció, pero eso termina siendo un arma de doble filo. ¿Y si eso también estaba pensado?

"La prueba de un expediente penal es una suma de indicios. Si yo tengo indicios como los siguientes: que no tiene huellas de pólvora en la mano y está comprobado que el arma deja pruebas; tiene esa v de sangre en la mano derecha que solo se forma con la ayuda en el disparo de otra mano derecha; si hay testigos que prueban que no había indicios de que se iba a suicidar; si tengo custodios que tardan 11 horas en entrar; si el celular y la computadora son manipuladas no de forma remota teniendo en cuenta que era la especialidad de Lagomarsino… todo ese conjunto de pruebas se va armando de una manera racional. Lagomarsino queda comprometido por la data de la muerte, está presente en las horas finales de Nisman. El dice que entregó el arma, pero eso es imposible de chequear porque Nisman está muerto", detalló Sáenz.

Fiscal de la Cámara del Crimen, Ricardo Saénz (Adrián Escandar)
Fiscal de la Cámara del Crimen, Ricardo Saénz (Adrián Escandar)

En la Justicia existe una hipótesis que tampoco se tiene en cuenta: ¿Y si Lagomarsino le entregó el arma a los perpetradores? El plan es simple. El técnico entrega el arma que termina en el lugar del crimen para luego sostener que se la entregó a Nisman en mano, algo imposible de corroborar. ¿Cómo se justifica su presencia en Puerto Madero un día antes si no entregó el arma? Nisman le tenía confianza para el sistema informático, algo que el fiscal no manejaba con facilidad ni siquiera en lo más simple. Sería lógico que Lagomarsino haya ido a rescatar dudas informáticas teniendo en cuenta el manejo de archivos de la denuncia que iba a presentar en el Congreso de la Nación dos días después.

Desapareció de los medios. No tiene predisposición, o al menos no la hay desde su defensa. Se recluyó en su familia y trabaja como freelance en consultoría informática, aunque un año atrás admitió que pensó en suicidarse: "Lo pensé en su momento. Es muy difícil superar ciertos ataques. Si Arroyo Salgado no hubiera parado de pegarme, a lo mejor me liquidaba. Es muy difícil soportar todo eso. Dijeron que era puto, que le llevaba falopa [droga], que era ñoqui [que cobraba un sueldo del Estado sin trabajar]. Terminaron diciendo que yo no era un buen profesional, que la computadora era un colador…", sostuvo en declaraciones a la revista Diez Sudacas.

Meursault, el extraño Extranjero, obedece a todo eso que se le encarga desde una figura "superior" "adulta" y lo hace de forma automática, sin emociones. Solo reacciona ante los estímulos exteriores cuando estos le generan dolor o placer. Sin quererlo, Meursault termina siendo un homicida. Los que analizaron la obra de Camus, entre ellos Jean Paul Sartre, sostienen, palabras más, palabras menos, que "él mismo se siente culpable, no como asesino de hombres sino como instrumento del destino, como autor material de la destrucción del equilibrio natural en el que vivía plácidamente". Claró está, es tan solo el personaje de una novela.

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