Hillary Clinton recibió un golpe cuando menos lo esperaba. Y ese cachetazo puede significar que Donald Trump se acerque peligrosamente a la Casa Blanca. El viernes pasado, a once días de los comicios, se conoció que Clinton otra vez era investigada por los mails que envió y recibió como secretaria de Estado a través de un servidor privado de internet. La investigación fue anunciada por el FBI al Congreso, y desde ese mismo momento, todo cambió para la aspirante presidencial del Partido Demócrata. Clinton es percibida por la opinión pública como una política opaca que siempre privilegiará sus relaciones con el establishment americano. Y precisamente los mails investigados por el FBI, consolidan los prejuicios que caen sobre la esposa del expresidente Bill Clinton.
Los correos electrónicos fueron incautados de la computadora de Anthony Weiner, un ex diputado demócrata que fue esposo de Huma Abedin, amiga y asesora de confianza de Hillary Clinton. Weiner también fue asesor de la candidata, pero fue eyectado cuando se conoció que enviaba textos sexuales a una menor de quince años. Abedin confirmó esta información y pidió el divorcio de Weiner, que ahora es un paria político que complica la campaña presidencial demócrata.
La nueva investigación del FBI sobre Clinton fue anunciada por su director, James Comey, a través de una carta remitida al Capitolio. En esa comunicación oficial, Comey revela la pesquisa federal y se apura a aclarar que todavía no analizó "la significancia" de los mails que ya están dando una ventaja electoral a Trump.
Aunque no vota desde 2010, el director Comey aparece registrado como afiliado al Partido Republicano y donante de los candidatos presidenciales John McCain y Mitt Romney, ambos derrotados sucesivamente por Barack Obama en las campañas de 2008 y 2012.
Es una obviedad sostener que el FBI debe investigar y no influir en una elección presidencial. De hecho, la ley Hatch prohíbe la utilización de un puesto oficial para interferir en un comicio. Y ahora el propio director Comey está bajo sospecha, porque nada hubiera cambiado desde una perspectiva penal que postergara su anuncio oficial al Congreso de los Estados Unidos. Si ni siquiera había leído, clasificado y chequeado, los 650.000 mails que encontró e incautó de la laptop de Weiner.
Pero el daño electoral y político ya está ejecutado. Trump comparó la pesquisa de Comey con el caso Watergate, Clinton le ordenó a Abedin –exesposa de Weiner—que no apareciera en los actos previstos en Florida y las encuestas aseguran que la candidata demócrata ha cedido terreno frente a su adversario republicano.
La sociedad americana está quebrada y exhibe un choque de culturas. Por eso, en estas elecciones, los candidatos tienen tan poco en común. Clinton triunfará si la concurrencia a votar es un récord y puede liberarse rápidamente de los costos políticos que aún causan los mails de su servidor privado. Trump, en cambio, llega a la Casa Blanca si no hay un voto masivo y esquiva otro escándalo sexual o machista, que los medios del establishment repetirán hasta el infinito.
Faltan nueve días para las elecciones presidenciales más complejas de la historia de los Estados Unidos. Hillary camina por el filo de la navaja, y Trump no tiene nada que perder.
El final sigue abierto.