Era el cumpleaños del General. Sería el último, eso era previsible, pero en rigor nadie se animaba a asumirlo.
Ferdinando Pedrini, un diputado chaqueño brillante y luchador, nos invitó a unos pocos a saludar al Presidente. Pensábamos saludar e irnos, Olivos tenía demasiado movimiento. Entramos y nos hizo sentar.
Finalmente nos quedamos más de dos horas, el General quería hablar con nosotros.
Le entregaron algunos regalos caros. Miró el nombre de la joyería para decir, sonriendo, este señor fulano se hizo el día. Le dedicó entonces la atención a un regalo absurdo, inocente y de poco valor de una diputada de Tierra del Fuego, la Señora Fadul de Sobrino.
Y nos habilitaba a hablar con la mirada; era uno de esos hombres distintos, sabios y que infunden asombro y respeto al tenerlos delante.
Quería hablar del Congreso. Podría recordar cada palabra, cada frase de ese rato que parecía eterno.
Un economista de la UIA recomienda al Gobierno leer más a Perón https://t.co/1xFeROdZ41 | Por @carlos_arbia pic.twitter.com/ifEONXCql8
— infobae (@infobae) 6 de octubre de 2016
Concentraba la atención como nadie. Nos dijo, "no tenemos dirigencia política, pero producimos alimentos, el mundo los va a necesitar y eso nos ayudará mucho"
Me animé a preguntarle como imaginaba al parlamento y me respondió como si esa fuera la pregunta que había estado esperando.
Primero se autocriticó por no haber entendido antes el lugar del Congreso. Dijo luego: "Necesitamos un parlamento de lujo, que contenga los grandes debates de la sociedad"
Pongan en la primera fila las cuatro o cinco primeras espadas para que conduzcan el debate, detrás los mediocres para que voten, agregó.
Y con su reiterado guiño de picardía nos miró sonriendo y nos dijo: "Al fondo pongan a los grandotes, por si un día hay piñas para que peguen".
Y volvió al tema de los grandes debates que la sociedad necesitaba y el Congreso debía contener. A la producción de alimentos, a su industrialización.
A la integración social, al futuro de los argentinos, a los grandes temas que ocuparon su vida.
Insistió en el encuentro con las otras fuerzas políticas, en la democracia y el respeto entre todos, en su acercamiento con los viejos adversarios.
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Era su último cumpleaños, después de eso ya nunca más reencontraríamos el rumbo, ya todo sería decadencia.
Éramos el país más integrado del continente, después de diez y ocho años de frustraciones lo seguíamos siendo. Luego vinieron los concentradores seriales, esos que le echan la culpa al populismo.
Fue un día como hoy que pude despedir al que fue para mí el más importante de los compatriotas, por eso todavía su memoria sigue vigente.