El inundado Presidente Perón fue el escenario del duelo que protagonizaron Racing y Talleres en Avellaneda. La cantidad de agua que estropeó el campo atentó contra el espectáculo, dado que la pelota se clavó constantemente en los charcos y los jugadores de buen pie no pudieron desarrollar sus virtudes.
El ejemplo más claro fue el grosero error que protagonizó Agustín Orion a los 9 minutos de iniciado el partido. El experimentado arquero convirtió un gol en contra, entre sus piernas, cuando Sebastián Palacios ejecutó un buscapié que tenía un destino alejado de la red.
Como las ideas de Claudio Ubeda se basaron en pelotazos largos hacia la velocidad de Lisandro López, los cordobeses pudieron liquidar el choque antes del descanso. Los contragolpes comandados por el ex Boca y Juan Edgardo Ramírez expusieron las limitaciones de la última línea académica. El resultado se justificaba por el orden táctico de la T y las fallas infantiles de los bonaerenses.
El cotejo se estableció bajo un manto de emoción y las condiciones climáticas desnaturalizaron al juego. Tal es así, que Racing se encontró con el empate mediante un tiro libre, en forma de centro, interpretado por Marcos Acuña. El movimiento de Sergio Vittor descolocó a Guido Herrera y el Huevo festejó el tanto sin haber pateado al arco. El 1 a 1 levantó anímicamente a un equipo que quería empezar con el pie derecho.
El enorme despliegue de Licha y el ingreso de Braian Mancilla fueron argumentos que le pudieron dar a la Academia la victoria. Sin embargo, el sacrificio de los defensores de Kudelka evitó la caída. En Avellaneda se repartieron los puntos y Talleres se fue con una sonrisa. En cambio, los albicelestes se retiraron con el sabor amargo de la escasez, porque el grosero error de su arquero le representó un precio muy elevado. A Racing lo tapó el agua por culpa de Orion.
Por Fernando Taveira – ftaveira@infobae.com