*Por Muriel Balbi
Emprender no es un camino fácil. Tampoco es para cualquiera. Más allá de la formación y del ingenio, hay que contar con una personalidad especial, ser perseverante, soñador, creativo, pero también poseer una gran tolerancia a la frustración.
Es que el fracaso es parte inherente de lograr el éxito. No existe uno sin el otro; ni en los negocios, ni los deportes, ni en la vida. Y el temor a caer puede hacer que ni siquiera lo intentemos jamás.
¿Qué pasa en los entornos de culturas exitistas, como la de Argentina, en donde el fracaso no está bien visto? Infobae conversó de este tema con Silvia Torres Carbonell, directora del centro de emprendedorismo de la Escuela de Negocios del IAE, Subsecretaria en el ministerio de Modernización, Innovación y Tecnología del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y reconocida formadora de emprendedores.
-¿Qué pasa cuándo se teme y se castiga el error? En otros países, un buen historial de fracasos es esencial para presentarse como alguien sólido, experimentado, creíble y con capacidad para sobre ponerse.
Es un punto sumamente importante el que señalás. En general, en la sociedad argentina, el fracaso como tal no está bien visto. Esto ocurre en parte, porque en algunos casos el fracaso ha implicado dejar en mala situación a las personas que han participado del proyecto. Así como hay que saber abrir empresas, también hay que saber cerrarlas cuando no son más viables. Muchas veces el fracaso se ha asociado a negligencia, porque aquí hemos visto a muchos empresarios fracasados que luego tienen su plata afuera o una casa en Punta del Este. Ese es un primer tema que creo que ha llevado a una disposición de cómo se ve el fracaso socialmente.
-¿Pero hay también algo propio en nuestra forma de ser que hace que nos cueste aceptar el fracaso?
Sí, hay un tema que tiene que ver con la personalidad del argentino que es que no le gusta mucho fracasar. Entonces, creo que justamente a través de los emprendedores hay una buena oportunidad para empezar a cambiar esa idiosincrasia. El fracaso tiene que ser un lugar de aprendizaje, de experiencia, donde uno escucha lo que le ha ocurrido –cuando digo 'escuchar' lo pienso en el aspecto más profundo y abarcativo del término–. Luego hay que volver a tomar ímpetu y emprender otra vez.
-¿Cómo es la actitud de los millennials en este sentido?
Yo veo que eso está cambiando en los más jóvenes. A esta nueva camada de emprendedores, el miedo al fracaso ya no llega a impedirles el desarrollo. De hecho en la medición del Global Entrepreneurship Monitor, se estudia qué porcentaje de la población cree que el miedo al fracaso la inhabilita o la inmoviliza para emprender. Ese porcentaje está bajando así que creo que hay un cambio en ese sentido.
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— infobae (@infobae) 8 de octubre de 2015
-¿Y qué pasa con el resto de la sociedad y su actitud hacia quien fracasó?
Creo que este es un punto en el que como sociedad tenemos que cambiar y ahí los medios tienen mucho que hacer, no solamente mostrar a los emprendedores súper exitosos, sino también al que ha tenido fracasos, que pueden ser por distintos motivos. Porque una cosa es fracasar porque te llevaste toda la plata afuera y otra cosa porque las oportunidades no se dieron, porque hubo circunstancias externas que impidieron el desarrollo, porque faltaron capacidades. Entonces hay que aprender del fracaso.
-¿El ambiente nos da posibilidades de fracasar? Pensemos que, en Argentina, se vuelve aún más difícil conseguir avales, créditos, inversores, y cerrar una empresa puede dejarnos económicamente tan débiles que se nos haga casi imposible reacomodarnos a un contexto que encima es inestable.
Es muy cierto esto, por eso estamos estudiando las leyes de quiebra en otros países en donde hay medidas para ir anticipando situaciones complicadas y para poder actuar preventivamente. Eso permite, justamente, no dejar un tendal cuando algo pasa y no quedar en una situación tan débil como la que acabas de decir.