En estas elecciones no se decidía casi nada, pero se decidió casi todo. Las PASO funcionan, de hecho, como segunda vuelta en un sistema de cuatro. La primera vuelta fue el conjunto de elecciones provinciales que ya habían definido catorce gobernaciones y señalando una tendencia que el oficialismo prefirió ignorar. Ahora, en la segunda vuelta efectiva, las cartas quedaron a la vista. Éstas son las lecciones, cambios y continuidades que nos muestran.
1) La grieta se secó. Al gobierno le había servido, más que para diferenciarse del peronismo, para dividirlo. Porque cuando los peronistas se reparten entre una vereda y la avenida, los no peronistas pueden ganar. Pero si todos los peronistas se suben a la misma vereda, son mayoría.
2) Primera continuidad. La política argentina se sigue ordenando en torno al eje peronismo-no peronismo. Eso no es ni bueno ni malo: es incorregible.
3) Cristina impulsó la unidad peronista mediante su repliegue estratégico y la designación de un moderado como candidato presidencial. El oficialismo, sin querer, favoreció esa unidad: primero, destratando a Massa; segundo, sobrestimando a Pichetto.
4) Segunda continuidad. Frescura vence fatiga. En 2015, la proximidad, las sonrisas y los nombres de pila estaban del lado de Cambiemos, y las caras mustias enfrente. En 2019 ocurrió lo contrario: mientras en el oficialismo prevalecía la crispación, Fernández fue Alberto y Axel fue Heidi.
5) La economía fue clave. Hace cuatro años, Macri pidió que lo evaluaran por su capacidad para bajar la inflación y la pobreza. Ambas aumentaron. El electorado respetó su pedido.
6) Tercera continuidad. Los oficialismos provinciales corren con ventaja (ahora ganaron en Santa Cruz) pero renguean en Buenos Aires. Lo que falla no es la regla sino la Provincia. Cambiemos nunca lo entendió.
7) A ambos lados de la grieta hay talibanes y moderados; pero de un lado lideraron los talibanes, y del otro, los moderados. Mientras la campaña de Macri agrietaba, la de Fernández reparaba. Eso tornó a Lavagna innecesario.
8) Primera ruptura. Desde 1989, los presidentes peronistas son gobernadores de provincias periféricas, y los no peronistas, jefes de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La victoria en octubre de Alberto Fernández rompería ese patrón: peronista, porteño y compitiendo sin ningún cargo. Si el territorio pierde valor, el Congreso podría ganar poder frente a intendentes y gobernadores, como sucede en Brasil.
9) En 2015, la esperanza venció al miedo; en 2019, también. La democracia argentina ya camina con sus dos piernas, la peronista y la no peronista, sin caerse. Es hora de que aprenda a arreglar la economía.
10) Segunda ruptura: si el fracaso económico es una tradición nacional, la finalización de un mandato no lo es para los que no son peronistas. El legado más valioso de la presidencia de Cambiemos será cuando Mauricio Macri, el 10 de diciembre, le entregue la banda presidencial a Alberto Fernández. El triunfo del cambio será el éxito de todos.
*El autor es investigador de la Universidad de Lisboa e investigador invitado del Observatorio Electoral Argentino (OEAR) de CIPPEC