Al cabo de un mes, Medio Oriente podría atestiguar una transformación geopolítica de envergadura, lo que alteraría el panorama regional a largo plazo. La prospectiva independencia de un Estado kurdo al norte de Irak tiene en vilo sobre todo a Ankara, Bagdad y Teherán, puesto que, de materializarse, este escenario socavaría sus intereses. En esencia, un nuevo Estado en la rica zona histórica de Mosul minaría la estabilidad fronteriza que mal que mal sobrevivió al embate de dictadores y sucesivas guerras. Los kurdos soportaron el designio británico que los aglutinó junto con árabes sunitas y chiitas en el Estado iraquí, la inclemencia del partido Baaz, las masacres de Saddam Hussein y, más recientemente, las atrocidades del yihadismo.
Suele decirse que los kurdos constituyen el pueblo más grande sin un Estado nacional propio. Pero esto podría cambiar a partir del 25 de septiembre, porque el Gobierno Regional de Kurdistán (KRG), con sede en Erbil, tiene agendado un referéndum independentista. Pese a la creciente presión internacional, funcionarios kurdos aseguran que el voto no será suspendido bajo ninguna circunstancia, y que no hay vuelta atrás de este proceso trascendental. Por esta razón, las próximas semanas podrían ser cruciales en dar forma a un nuevo mapa político que beneficia a unos e incomoda a otros.
Para contextualizar, el Kurdistán iraquí es una realidad de facto desde hace más de una década. La intervención estadounidense de 2003 permitió que los territorios que componen el KRG (Dohuk, Erbil y Suleimaniya) sean reconocidos de iure como parte de una entidad federal con un amplio grado de autonomía. Este hito se materializó con la Constitución iraquí de 2005, y con un referéndum informal que, aunque simbólico, indicó que el 98% de los kurdos iraquíes quería la independencia. En los círculos diplomáticos es desde entonces sabido que Bagdad no tiene autoridad práctica sobre el norte de Irak, dotado con inmensas reservas de hidrocarburos.
Según confiaron recientemente funcionarios del KRG durante una reunión en Israel a la cual pude asistir, Masud Barzani, el histórico dirigente kurdo y presidente del KRG, quiere morir habiendo conseguido un Estado independiente, pero, a su vez, entiende que ser pragmático es menester para alcanzar dicho fin. De acuerdo con algunos analistas, este pragmatismo prevalecerá y Barzani postergará la independencia hasta no haber pactado el proceso independentista con los actores relevantes del tablero mundial. En todo caso, lo más plausible es que el referéndum tenga lugar, permitiéndole a Barzani reafirmar la autodeterminación de su patria de cara a futuras negociaciones, sea Erbil formalmente independiente o no.
El argumento más usado para ilustrar la animosidad de Irán y Turquía hacia un Kurdistán independiente marca la delicada coyuntura demográfica de los kurdos en estos países. La etnia kurda constituye casi el 18% de la población de Turquía, y en Irán representa aproximadamente un 6% de los habitantes. Con justa razón, estas cifras dan cuenta de la plausible inestabilidad que el referéndum podría traer en el sureste de Anatolia y en el Azerbaiyán iraní, donde las posturas irrendentistas son patentes entre la población kurda.
Por otro lado, hay preocupación sobre el efecto dominó que un Kurdistán independiente podría provocar en Medio Oriente. Si Irak deja de existir como se lo conoce, los mapas de la región tendrían que ser replanteados, lo que auspiciaría la formación de nuevos movimientos independentistas o contestatarios. Este es el caso, por ejemplo, de los yazidíes del Sinyar iraquí, que pretenden "autonomía democrática" le duela a quien le duela. Análogamente, está la cuestión del Kurdistán sirio, conocido como Rojava. La región comprende una confederación de cantones, y son manejados principalmente por el Partido de Unión Democrática (PYD), que antagoniza con Turquía. Haciendo una proyección a futuro, cabe suponer que el ejemplo del KRG impacte en Rojava, echando leña al encendido conflicto civil sirio. Algo similar podría ocurrir entre kurdos y árabes dentro de Irak. Vale tener presente que, aunque la Constitución de 2005 delimita la región kurda, en rigor, es fuertemente disputada, particularmente el área en torno a Mosul y Kirkuk. Mientras que las fuerzas chiitas de Bagdad recientemente le arrebataron la primera al Estado Islámico, la segunda está en manos kurdas desde 2014.
En suma, todo indica que un Estado kurdo soberano podría inaugurar una nueva ronda de violencia sectaria, lo que abriría la puerta a mayor inestabilidad política, cosa que, a su vez, para bien o para mal, podría dar pie a injerencia externa. Tuve la oportunidad de preguntarle a un allegado de Barzani sobre esta disyuntiva y se limitó a informar que el prospectivo Estado kurdo sería democrático y republicano, dando representación a todas las etnias y las posturas políticas. Pero lo cierto es que no hay garantía de que los árabes sunitas consientan ser gobernados por kurdos. Asimismo, un Irak dividido es un enorme revés a los intereses de Irán. Además de hidrocarburos, aquí está en juego la influencia de Teherán sobre Bagdad y Damasco. Si perdura la fragmentación, Irán perdería capacidad de maniobra en el Levante extendido.
Ahora bien, en esta crónica también hay lugar para las contradicciones. Turquía discrimina entre "kurdos malos" y "kurdos buenos". Los movimientos sirios, como el PYD, corresponden a la primera categoría, siendo que Ankara los vincula con el separatista-terrorista Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Sin embargo, Barzani y compañía se posicionan favorablemente. El presidente del KRG tiene buenas relaciones con Recep Tayyip Erdogan, y no por poco las mayores inversiones en Erbil provienen de compañías turcas. Sea plenamente soberano o no, la geografía indica que el norte iraquí sólo puede exportar el oro negro por vía terrestre; y Turquía no se ha molestado mucho por buscar la aquiescencia de Bagdad a la hora de comprar hidrocarburos kurdos. De esta forma, se está gestando una relación estratégica entre Erbil y Ankara que promete sobrevivir a las vicisitudes de la política. Por este motivo, tiendo a pensar que, en la medida en que crezca la interdependencia económica, de cara a futuro será más factible que Turquía formalice vínculos con el KRG.
Turquía posee bases en territorio bajo control kurdo y preferiría que Mosul permaneciera fuera de la órbita de Teherán y Bagdad. Lo pragmático y lo ideológico convergen en limitarles a los persas y los chiitas acceso al histórico patrio trasero otomano, rico en recursos energéticos. Teniendo en cuenta esta consideración, es evidente que Turquía quiere ejercer influencia sobre un KRG que nominalmente siga siendo parte de Irak, pero que en la práctica sea independiente. Por las razones expuestas anteriormente, la plena autodeterminación, formalmente reconocida como tal, podría rubricar un cambio geopolítico de envergadura, y contrariar los intereses turcos a corto y mediano plazo.
En contraste, aunque Irán tiene lazos históricos y culturales con los kurdos iraquíes, compitiendo también por influencia en el KRG, Teherán tiene más que perder con la iniciativa independentista que cualquier otra parte. La división de Irak representaría una pérdida estratégica inmensa para los iraníes. Si el KRG se declara independiente, tendrá que estar en buenos términos con Turquía y quedan dudas respecto al alineamiento que adoptaría este potencial Estado. Si se alinea con Arabia Saudita o bien pacta acuerdos con Israel, el Estado kurdo sería una significativa fuente de problemas para Teherán. Tanto Riad como Jerusalén anunciaron que apoyan el referéndum independentista, y es muy plausible que así lo haga Rusia, que, pese a una difunda pero errada noción, no es aliada estratégica de Irán. El Kurdistán independiente podría así convertirse en un buffer o un colchón para amortiguar la proyección regional de Irán. No menos importante, existen indicios que apuntan a que el Estado kurdo podría servir de base de operaciones a separatistas kurdos iraníes.
También persisten otras interrogantes relevantes. No es secreto que existen faccionalismos históricos dentro del KRG. El partido de Barzani, el conservador Partido Democrático de Kurdistán (PDK), está enfrentado con la Unión Patriótica de Kurdistán (PUK), de corte izquierdista. Mientras el PDK predomina en Erbil y en el oeste del KRG, el PUK lidera Suleimaniya y el este de la región kurda. Ambas plataformas protagonizaron una guerra civil entre 1993 y 1997. El PDK está alineado ideológicamente con Occidente, el PUK tiene vínculos más cercanos con Irán, y parte de su establecimiento está en contra del referéndum. Dados estos precedentes, cabe preguntarse hasta qué punto un Kurdistán independiente sería políticamente viable en términos de gobernabilidad.
Por último, quedará por ver cuál es la posición final de las potencias. Estados Unidos suele mostrarse ambivalente frente al prospecto de que los kurdos iraquíes se independicen. Aunque se dice que los kurdos son de los pueblos más proestadounidenses de Medio Oriente, el Departamento de Estado es reticente a contrariar la voluntad de "socios" como Irak y Turquía. Además de las repercusiones diplomáticas, Estados Unidos tiene buenas razones para temer por la plausible desestabilidad que traería consigo la independencia de iure. Es sabido por analistas y funcionarios que el KRG ya constituye un Estado de facto, pero el salto cualitativo hacia el reconocimiento legal equivaldría a reconocer que la invasión de 2003 fracasó en su presuntuoso objetivo de reconstruir un Irak estable, próspero y democrático. No obstante, aunque en julio la Casa Blanca informó que no apoyaría la independencia, con el tiempo esto podría cambiar, en parte gracias a la influencia de think tanks conservadores, y cabildeo por parte de elementos prosauditas y proisraelíes. El apoyo de Estados Unidos es vital para dar legitimidad a la entidad kurda en la comunidad internacional.
Tampoco está del todo claro qué posición adoptarán otras potencias y países europeos. Por ejemplo, en tanto parece que Francia está dispuesta a extender reconocimiento, posiblemente debido a intereses petroleros, Alemania ya dejó sentado que se opone, pero esto podría virar tras un eventual cambio en el gobierno. El candidato de la socialdemocracia (SPD), Martin Schulz, dijo que el referéndum "es lo correcto" para los kurdos iraquíes.
Mire por donde se la mire, la cuestión de la independencia kurda presenta dilemas y contradicciones difíciles de resolver. Podría decirse que se trata del gran juego de Medio Oriente. A título personal, creo que los kurdos merecen un Estado propio. Más allá de los problemas aquí discutidos, tal vez no tengan mejor oportunidad para ser dueños de su destino.
El autor es licenciado en Relaciones Internacionales, y magíster en Estudios de Medio Oriente por la Universidad de Tel Aviv. También se desempeña como consultor en seguridad y analista político. Su web es FedericoGaon.com