China sacó más de 700 millones de personas de la pobreza en los últimos 35 años, cifra que representa más de 70% de la reducción global de la pobreza en ese período, según datos del Banco Mundial. El gigante asiático prevé eliminar por completo la pobreza en 2020; unos 43,3 millones todavía están en esa condición. Se trata de la mayor revolución social de la historia de la humanidad, una hazaña extraordinaria. Conviene repasar algunos pilares del éxito chino, buscando extraer posibles lecciones para el caso argentino. Para ello, es fundamental apartar de antemano todo tipo de connotaciones políticas e ideológicas que podrían empañar la comprensión.
Planificación, objetivos realizables y plazos que se cumplen
El primer punto a destacar de la experiencia china es la seria y metódica planificación estatal que emana de los planes quinquenales que fija el gobernante Partido Comunista Chino (PCC). En ellos se establecen objetivos concretos y realizables, con metas y plazos muy minuciosos, que se suelen cumplir con rigurosidad. Cuando esto no sucede, es común que los funcionarios a cargo de las respectivas áreas sean reemplazados y, eventualmente, sancionados por mal desempeño. En el otro extremo, los que se destacan por sus méritos y sus resultados suelen ser promovidos.
Estabilidad política y consenso social basado en resultados
La estabilidad política que caracteriza a China claramente ha favorecido la continuidad de las políticas exitosas en materia de desarrollo económico y reducción de la pobreza. La hegemonía del PCC desde 1949 hasta la fecha ha permitido la perdurabilidad y el cumplimiento efectivo de los grandes objetivos de largo y mediano plazo fijados. A la luz de los logros y el progreso obtenido, el rumbo elegido por el PCC hoy goza de amplio consenso y aceptación social en China.
Apertura económica gradual e inteligente
En 1978, bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, China inició el proceso de "reforma y apertura", con el objetivo de abrirse al mundo para potenciar la llegada de inversión extranjera y el desarrollo de sectores exportadores. A diferencia del fallido caso de Rusia, tras la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), China se abrió al mundo de manera gradual e inteligente. Los resultados fueron espectaculares. El PBI, las exportaciones de manufacturas y las inversiones se dispararon a tasas inéditas en la historia. Esto tuvo su esperable impacto en la drástica reducción de la pobreza. Tras el inicio en 2014 de la fase económica de "nueva normalidad", con menor crecimiento y énfasis en el mercado interno y la innovación, la pobreza ha seguido bajando.
Crecimiento con foco en el desarrollo regional
Ya sabemos que el crecimiento económico no necesariamente se traduce automáticamente en desarrollo y reducción de la pobreza. El genial Deng y sus sucesores siempre lo tuvieron claro. Por ello, China se enfocó desde la década del 80 en la creación de áreas de desarrollo (zonas económicas especiales) y en la implementación de monumentales proyectos para desarrollar la escasa infraestructura del país. Básicamente, desde la rica zona costera del este hacia el oeste, donde se encuentran las provincias más pobres y subdesarrolladas del país.
La política social la define el Estado (y nadie más que el Estado)
En China el Estado no negocia con terceros las políticas sociales. Es impensable que una corporación u organización pueda arrogarse la representación de sectores sociales con el objetivo ocupar el papel de intermediario entre el Estado y los necesitados. O lo que sería aún más inverosímil en China: que ciertas organizaciones presten servicios públicos a sus afiliados o sus militantes. Y esto no se contradice con la reducción de áreas, empresas y otros organismos ineficientes del Estado, como de hecho ha venido sucediendo sostenidamente en China. Tampoco la primacía del Estado entra en colisión con un creciente papel que están teniendo algunas ONG.
Políticas sociales orientadas a la mejora de los servicios públicos
En China, la mirada social del Estado está preeminentemente enfocada en la ampliación y la mejora de los servicios públicos, buscando equiparar la calidad y las posibilidades de acceso a estos. El gran desafío sigue siendo romper la asimetría entre el campo y la ciudad. Por otra parte, hay políticas impositivas específicas y ciertos subsidios directos orientados a favorecer a los más débiles del sistema: campesinos, mujeres, minorías étnicas, desocupados, adultos mayores y niñez en condición de pobreza o abandono. Asimismo, el ingreso de extranjeros está estrictamente controlado, al igual que los procesos de migración interna. Cabe destacar que no hay subsidios indiscriminados ni se regalan viviendas, sellos distintivos del fracasado populismo latinoamericano en el plano social.
Primero, la educación
Los chinos tienen una sana obsesión por la educación. Lograr que los hijos tengan una buena educación es la máxima prioridad de los padres, quienes hacen enormes esfuerzos para acceder a las mejores escuelas y universidades. El Estado ha acompañado esa tarea mediante un notable aumento de la inversión en educación, junto con subsidios para estudiantes de áreas rurales y otras zonas desfavorables y alejadas de los principales centros educativos. El resultado: estudiantes chinos aparecen en los primeros lugares de las pruebas internacionales PISA. Además, China se ha convertido en faro mundial en materia de innovación, desarrollo tecnológico y cultura emprendedora. De más está explicar las consecuencias positivas de esto en el marco del combate contra la pobreza.
Lucha contra la corrupción
Más de un millón de miembros del PCC fueron sancionados en el curso de la campaña anticorrupción iniciada por el actual presidente, Xi Jinping, desde su llegada al poder, en 2012. Esta política fue complementada a partir de 2014 con un programa especial para localizar a altos funcionarios corruptos huidos al exterior. Se ha logrado detener y extraditar a 2.500 de esos sospechosos, al tiempo que 8,5 billones de yuanes fueron recuperados. Luchar contra la corrupción es luchar contra la pobreza.
El frustrante caso argentino y el desafío de Mauricio Macri
La experiencia argentina en materia de pobreza es sumamente frustrante, históricamente ligada a crónica falta de planificación, ineficiencia estatal y altos niveles de corrupción. Un tercio de la población sigue siendo pobre, pese a ser la Argentina un país muy rico en recursos naturales y escasamente poblado.
El presidente Mauricio Macri ganó las elecciones de 2015 con la pobreza cero como uno de sus eslóganes de campaña. En una reciente entrevista televisiva, lo ratificó como su principal desafío de gestión. Si bien algunas seguramente no son replicables, el exitoso ejemplo de China le deja a Macri varias lecciones interesantes.