Hezbollah en Siria: una amenaza latente para Israel

Hezbollah ha librado una batalla contra los yihadistas sunitas de Al Qaeda y el Estado Islámico en Líbano, y participa activamente en la guerra en Siria con el apoyo explícito al régimen de Bashar al Asad

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Estos días se están viendo unas curiosas imágenes en la frontera entre el Líbano y Siria. Los milicianos de la organización chií Hezbollah plantan banderas de este grupo, por cierto, considerado como terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, junto con las banderas del Líbano. Lo hacen en zonas hasta ahora bajo control de Al Nusra, una antigua filial de Al Qaeda en Siria, que han conseguido recuperar. Hezbollah ha librado una batalla contra los yihadistas sunitas de Al Qaeda y el Estado Islámico en Líbano, y participa activamente en la guerra en Siria con el apoyo explícito al régimen de Bashar al Asad. Lo cierto es que ha conseguido expulsar a estos grupos terroristas del Líbano, y ahora se esfuerza mucho en ofrecer una imagen de compromiso con el gobierno libanés y con la unidad del país. Por eso coloca su bandera junto con la del Líbano. Busca conseguir la legitimidad internacional que le exonere de su verdadera identidad: una organización terrorista. Y los riesgos son extensos.

Dentro del Líbano, esta victoria despierta viejos recelos. La ofensiva de Hezbollah rescata el debate nacional sobre la desproporcionada capacidad armamentística y militar para una organización político-militar dispuesta a suplantar al Ejército libanés. Ha desatado una profunda disputa entre dos bandos políticos. Están los grupos afines a Hezbollah, que celebran su intervención y, en frente, el primer ministro Saad Hariri, y el líder del Partido Cristiano de Fuerzas Libanesas, Samir Geagea, arremeten contra la milicia. "Las batallas de Hezbollah no son una victoria, sino una lucha en su interés de mantener a Bashar al Asad en el poder", concluyen.

Fuera de las fronteras del Líbano es donde se hace más evidente que esta denuncia de los adversarios políticos de Hezbollah tiene un poso de verdad. La milicia chita ha sido y es un aliado fundamental del régimen sirio para mantener a Bashar al Asad en el poder, y ha contado con el apoyo logístico, político y militar de Irán. ¿Con qué objetivo? Al final, vemos cómo el Estado Islámico y otros grupos yihadistas están en retirada, los opositores sirios son incapaces de unirse y ofrecer una alternativa política al actual régimen, y Rusia e Irán van a pedir su recompensa por haber propiciado la victoria de Asad. Esa recompensa llevará a Irán y Hezbollah (no olvidemos que esta milicia es un brazo armado iraní que se extiende por Oriente Medio y propicia actividades terroristas por medio mundo, incluida América Latina, siempre bajo la premisa de atacar intereses occidentales) a establecer una infraestructura militar al sur de Siria, junto a la frontera con Israel.

Para Hezbollah, el resultado será extraordinario. Consigue extender su frente contra Israel a territorio sirio, al tiempo que establece un corredor con Irán para potenciar el abastecimiento de armas de gran precisión. No es de extrañar, ante este panorama, que Israel albergue notables recelos sobre la propuesta de crear zonas de distensión en Siria. No es que Israel esté en contra de avanzar hacia el apaciguamiento del conflicto; es que, en virtud de su derecho a defenderse, no puede aceptar que la negociación de zonas de distensión aboque a una presencia activa de Irán y sus milicias aliadas a escasos metros de sus fronteras. No en vano, para Irán y Hezbollah, Israel sigue siendo su principal enemigo declarado. Las otras potencias involucradas en el proceso (Estados Unidos, Rusia, Turquía) deberían entender lo delicado del asunto y evitar a toda costa privilegiar a Irán y Hezbollah en Siria. A la larga, desde luego, esto no ayudaría a conseguir un Medio Oriente en paz.

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