Hace dos meses, Juan T. sintió que, finalmente, el presidente Macri le daba una razón para justificar su voto. Se enteró que había créditos para comprar casas y que las cuotas para devolverlos serían, aproximadamente, similares al alquiler que paga por el tres ambientes en el que vive con su mujer y sus dos hijos. Averigüó. El banco, dados sus ingresos, le podía prestar algo más que un millón de pesos. Tenía algunos ahorros, un poco de ayuda de sus suegros: llegaba a poder comprar un departamento de 120 mil dólares. Antes de que pudiera concretar su sueño, en el último mes y medio, el peso se davaluó alrededor de un 15 por ciento. Como los inmuebles se pactan en dólares, ahora necesita 200 mil pesos más. No sabe si los consigue. Está angustiado. Mira, cada día, la cotización.
Juan vota en dos semanas.
Tal vez él no lo sabe pero su voto es clave. De cómo voten él, y algunos cientos de miles como él, dependerá la elección clave de la provincia de Buenos Aires.
Juan tiene 27 años. Está casado con Gabriela. Los dos son profesionales y les empieza a ir bien. En 2015, Juan dudó mucho antes de votar a Macri. Ya estaba harto de la corrupción, la inseguridad, la prepotencia y la negación del cristinismo. En la provincia, claro, votó sin dudar a María Eugenia Vidal. Enfrente estaba Aníbal: solo Fito Páez podía no ver lo que era. ¿Pero votar a Macri? ¿No era volver al capitalismo salvaje de los 90? Dudó, pensó, dio vueltas y, finalmente, puso la boleta, con unas dudas enormes.
Tal vez lo convenció que, sobre el final de la campaña, Macri dijo que había cambiado y que no venía a quitarle nada a nadie: ni la asignación por hijo, ni el Futbol para Todos, ni el presupuesto científico. Y más cuando aseguró que no aumentaría las tarifas. Gabriela no votó a Macri: no le dio. Stolbizer en primera vuelta, Vidal gobernadora y en blanco como presidente.
Macri, como presidente, lo sorprendió: para mal.
No es que hubiera creído las propuestas de campaña. Cualquier persona inteligente sabe que un candidato en campaña es aun menos confiable que un vendedor de autos usados. Pero tampoco imaginó que iba a ser tan duro, y que las dificultades iban a durar tanto tiempo. Sostuvo cierta ilusión moderada mes tras mes, se dio cuenta que el Gobierno le corría el horizonte. Aguantó. Hasta que se le llenó la paciencia. Ahora le irrita cuando le explican que la inflación empezó a bajar y la economía empezó a crecer. Lo pone de mal humor.
Igual, para las elecciones Juan T. tiene un lío.
Si le preguntaran qué va a hacer, aun no lo sabe. No quiere que gane Cristina. Está enojado con Macri: se cansó de justifiarlo ante sí mismo. Pero, al mismo tiempo, no quiere que pierda Vidal, porque sabe lo que fueron 25 años de gobierno peronista en la provincia de Buenos Aires.
Desconfía de Massa: es una cuestión de piel. No le cree. Y empieza a entender que cualquier voto es una trampa. No vota a Bullrich, favorece a Cristina y al viejo y conocido peronismo bonaerense. Vota a Bullrich, y es un voto para Macri.
En el medio de todos esos dilemas, Macri se le acercó con el anuncio del crédito hipotecario blando y ahora lo aleja con la devaluación.
¿Tiene sentido para el gobierno que Juan T. vaya a votar angustiado? El sentido común diría que no. Sin embargo, por alguna muy extraña razón, el Gobierno en estos últimos meses ha enviado señales múltiples para terminar de precoupar a ese electorado indeciso, al que lo votó con enormes reticencias y se desilusionó, pero no quiere que vuelva el pasado.
Lo que ocurrió en las últimas semanas es un ejemplo muy llamativo de eso. El dólar comenzó a escalar en los últimos diez días de junio. El Gobierno repite como un mantra que está todo bajo control. Pero, en off, los funcionarios dicen primero que el límite es 17,50, luego lo suben a 18, y finalmente no lo frenan ni cuando pasa esa barrera. "Tenemos recursos para pararlo cuando querramos", dicen. Tal vez. Pero no lo hacen.
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La escalada tiene efectos inmediatos en la calidad de vida de la gente. El primero de ellos fue el aumento de la nafta. Como dejaron subir el tipo de cambio en los cinco días claves que definen la variación trimestral, el aumento fue del 9 por ciento, justo antes de la elección. El segundo efecto inmediato fue sobre el crédito de los votantes como Juan T. Y el tercero porque una suba tan brusca genera , incertidumbre. algo que, según la escuela preduranbarbista suele perjudicar a los oficialismos.
Eso en lo inmediato.
En pocas semanas, eso se reflejará, además, en el índice de inflación que se conocerá antes de las elecciones. El Gobierno está haciendo campaña tratando de convencer al electorado de que logró bajar la inflación. Es una pelea dura y con un resultado de difícil pronóstico. Por las razones que fueren, por culpa de quien haya sido, el primer año de Macri aumentó muchísimo el costo de vida. Puede ser que ahora haya empezado a bajar. Es una discusión entre teóricos. Pero si se le pregunta a la mayoría de la población si los precios subieron durante la gestión de Macri, seguramente, más allá de cualquier sutileza, responderá que sí, y que subieron mucho. En este contexto, hacer campaña con la idea de que el Gobierno logró bajar los precios tal vez sea arriesgado. Pero si, además, cinco días antes de las elecciones, el INDEC informa un número que desmiente categoricamente ese eje de campaña, todo parece muy confuso.
En este contexto, además, se anunciaron fuertes aumentos en taxis, y en la cuota de la prepaga, justo en el mes de julio. Y, un poco más atrás, genialidades como la eliminación del Ahora 12 o el intento de recortar pensiones para los discapacitados. En otra época, Alejandro Borensztein se divertía inventando la existencia de una "club de los malos" que infiltraba al Gobierno anterior para obligarlo a cometer errores. Al parecer, el CDLM tiene blancos moviles. Todo eso en el momento en que la Confianza en el Gobierno es la más baja desde diciembre 2015, y la del consumidor se hunde a niveles del 2009.
Si uno mira el panorama completo, surge una pregunta preocupante. ¿Macri es un tipo serio o un suicida? En dos semanas, se juega gran parte de su destino en una elección. Si pierde mal con Cristina Fernandez de Kirchner en la provincia de Buenos Aires, no solo se le complicarán los dos años de mandato que le quedan. Además, eso proyectará a Cristina como una fuerte opción para las presidenciales del 2019. Y, si ella llegara a ganar, hasta la libertad personal del Presidente estaría en juego.
¿Realmente será un buen momento para juguetear con el dólar, la nafta, los créditos, las prepagas, los taxis, o el aval a Pepsico para que despida cuando y como quiera? Tal vez el credo en favor de la flotación del dólar y la no intervención del Banco Central constituya la verdad revelada para el ordenamiento económico. Vaya uno a saber. ¿Pero tendrá sentido inmolarse detrás de esa religión?
En el mundo Cambiemos hay todo tipo de inquietudes y razonamientos al respecto. Algunos están muy nerviosos. "No se entiende qué están haciendo. Nosotros ponemos todo, nos cargamos la campaña al hombro y no hay día que no recibamos un baldazo de agua fría por una ocurrencia del mejor equipo de los últimos cincuenta años", hizo catarsis un funcionario del equipo de Vidal en privado.
—¿Ella piensa igual?
—Si lo piensa, no lo va a decir. En público, sonríe. Tiene claro quien manda y que discutir eso en estos momentos empeoraría todo. Pero tal vez le estén pidiendo demasiado a su varita mágica.
Entre los alarmados, apuntan contra Sturzenegger como antes apuntaban contra Aranguren. Es injusto y demasiado fácil. Quien está detrás de ambos es nada menos que el Presidente.
Otros, en cambio, creen ciegamente en el duo Macri-Peña. "Nadie tiene los números -dice un candidato-. Solo ellos. Es un clásico en las campañas del macrismo. Los datos no se comparten. Y nadie tiene tantas encuestas y tan profesionales como las nuestras. Lo que se puede ver es que están tranquilos. Ha habido campañas en las que se volvían locos, presionaban, repensaban las cosas, recalculaban. Acá no. Es como si hubiera cierto margen. Si los números son cómodos, es lógico que se paguen costos como la suba del dólar, antes de las PASO, para que se instale luego un período de tres meses de pax económica: baja inflación, crecimiento, mejor competitividad y romper la paridad así en esas semanas". Creer o reventar.
Macri se ganó el derecho a no ser subestimado. Nadie daba dos pesos por María Eugenia Vidal, todo el mundo del poder, cuando rechazó en 2015 el acuerdo con Massa, se preguntó lo mismo que ahora: ¿está loco? Que un apostador haya ganado en el pasado, no significa que repita siempre, pero obliga a darle crédito. Lo que sí: el apostador está jugando fuerte, pleno tras pleno. Solo falta que aumente el boleto del tren esta semana y bingo.
No queda mucho.
Apenas dos semanas.
Para entonces, se conocerá si luego de este año y medio largo del Gobierno, el Presidente mantuvo la cordura o se transformó en un personaje extraño, con serias tendencias suicidas.
Agárrense fuerte.