Cierre de listas: por qué no todo salió cómo se esperaba

Matteo Goretti

Guardar

Principales analistas políticos, economistas y periodistas vienen sosteniendo que las PASO no sirven para nada, que la estrategia del gobierno nacional lo llevará a una victoria segura en las elecciones nacionales y que este resultado sepultará la figura de Cristina Kirchner y, con ello, el populismo. Un trámite simple y con final cantado, aseguran. Consideramos que son afirmaciones apresuradas o que, por lo menos, requieren de un análisis más profundo.

Lo cierto es que las PASO tendrán consecuencias importantes en el sistema político argentino y en las elecciones de este año. El primer lugar, lo que estamos viendo es que las PASO incentivan listas únicas en los oficialismos y, al mismo tiempo, la fragmentación en las oposiciones.

En los distritos electorales donde Cambiemos es oficialismo, Capital Federal y provincia de Buenos Aires, se armó una lista única, lo que explica por qué no habilitó a Martín Lousteau a competir en una interna porteña, mientras que donde es oposición en la mayoría de los casos habrá más de una lista: Entre Ríos, Catamarca, Salta, Neuquén, San Luis, Córdoba, Santa Fe, San Luis y Córdoba, a pesar de los esfuerzos en sentido contrario.

Lo mismo sucede con el peronismo, con excepción de la Ciudad de Buenos Aires. En la provincia de Buenos Aires el peronismo irá con una oferta variada. Cristina Kirchner prefirió cederle a Florencio Randazzo el Partido Justicialista (PJ) bonaerense antes que habilitarlo a competir con ella.

Esta situación nos permite concluir que es muy probable que las elecciones de este año las ganen los que ya gobiernan en sus distritos, con algunas dudas en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Santa Cruz y Córdoba.

Si nos fijamos en la historia electoral reciente de la provincia de Buenos Aires, en las dos últimas elecciones de medio término, a los dos años, ganó la oposición: Francisco de Narváez, en 2009 y Sergio Massa, en 2013. No es un dato menor teniendo en cuenta que en ambas ocasiones gobernaba el peronismo tanto en la provincia como en la nación; la oposición le ganó al PJ en el principal distrito peronista.

La segunda consecuencia determinante de las PASO es que promocionan la personalización de las candidaturas individuales en detrimento de los partidos, visto que es muy fácil presentarse y pasar el filtro electoral para competir en la elección general de octubre próximo. Basta con superar el 1,5% de los votos válidos del distrito.

Es decir, no es cierto que las PASO no sirvan para nada. Por el contrario, acrecientan las ventajas de los respectivos oficialismos en sus distritos electorales, favorecen la multiplicación de liderazgos personales y desincentivan la participación y la democracia interna de los partidos, cuyas listas electorales son definidas a dedo. Estas características que acabamos de enumerar fueron las que motivaron a los Kirchner a promover las PASO en 2009, para tener el control de las nominaciones, mantener la lealtad y unidad en el oficialismo y fragmentar a la oposición. Nada ha cambiado.

La segunda afirmación que generalmente se acepta sin debate es que el gobierno vencerá en las elecciones. Es posible que detrás de este anhelo de muchos persista una confusión: una cosa es sostener que la estrategia de la campaña electoral del gobierno, basada en la grieta, sea la más conveniente para ganar, otra muy diferente es suponer que la polarización consecuente garantiza la victoria de Cambiemos.

Está claro que la madre de todas las batallas está en la provincia de Buenos Aires y que apelar al pasado (la grieta) para polarizar y ganarle a Cristina Kirchner es la mejor estrategia posible del gobierno en las actuales circunstancias, ante la escasez de resultados en el presente y la consecuente debilidad de la expectativa futura como motor del voto. Sin embargo, esta estrategia tiene sus costos para el gobierno. En primer lugar, contribuyó de manera sensible al crecimiento de la figura de la ex Presidente y facilitó su plan de reinventarse para seguir. Más que eso, al postularla como la gran candidata de la oposición, Cristina Kirchner logró armar listas electorales en numerosos distritos, entre ellos los más importantes, como Capital Federal y provincia de Buenos Aires, e incluso en aquellos donde mandan los gobernadores peronistas, que ya no le responden.

En este sentido, podría afirmarse que la combinación de las PASO con el lugar que el gobierno le dio a Cristina Kirchner en su estrategia de polarización contribuyó a fragmentar a la oposición y, al mismo tiempo, a reconvertir a la ex Presidente como figura nacional y con posibilidades de liderazgo. La voluntad del gobierno de nacionalizar la elección favorece esta situación. No estamos sosteniendo que el gobierno se equivocó en su estrategia de campaña electoral, sino que alertamos que su decisión le depara costos en el plano de la política, los cuales probablemente se proyecten en el resultado electoral.

Además, no todo salió como el gobierno había previsto. Por ejemplo, el oficialismo trabajó para que Florencio Randazzo compitiera con Cristina Kirchner en las PASO y, de esta manera, potenciar su estrategia combinada de fragmentación del peronismo más grieta. Eso no sucedió; él irá con lista propia. Habrá que ver si esta situación afecta los planes de Cambiemos durante la campaña y obliga a retoques o ajustes.

Ahora, Randazzo llegará a la elección de octubre con una nueva oferta que, en parte, compite con la de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires, ya que siete sobre diez personas que estarían dispuestas a votarlo afirman que jamás votarían por el kirchnerismo, mientras que cuatro de diez dicen que votarían por la lista macrista si él no se presentara. En síntesis, ¿la presencia de Randazzo con lista propia favorecerá la fragmentación del voto de la oposición o le sacará votos al oficialismo? El gobierno cree que sucederá lo primero y que eso favorecerá a sus candidatos.

La presencia de Cristina Kirchner y el plan del gobierno de nacionalizar la elección y levantar la figura de la ex Presidente para polarizar el voto obligaron a los demás actores fuertes de la oposición a bajar al campo de batalla. Todos los jugadores se juegan todo. Así, estas elecciones se parecen más a una presidencial.

Otra sorpresa para el gobierno es el nuevo posicionamiento elegido por Cristina Kirchner, que podría alterar los resultados que se esperan con la estrategia de la grieta. Ella ha tomado, como dijimos, el camino de la reinvención: creó en la provincia una nueva fuerza política, dejó fuera de las listas a muchos de sus seguidores "impresentables" y agregó a figuras nuevas y a jóvenes; el 50% de sus candidatos a diputado nacional son mujeres y su discurso se ha renovado.

Más que eso: la ex Presidente prefirió ceder el sello del Partido Justicialista, y los fondos de campaña que vienen con él, con el propósito de generar una coalición electoral más amplia. Si ella gana, cosa que está por verse, será su victoria y, de esta manera, quedarán resueltas las dos cuestiones pendientes: el liderazgo de la oposición y el nombre de la alternativa al actual gobierno en las elecciones presidenciales de 2019.

Esta es una novedad en la política argentina: ningún ex presidente de la nación desde el advenimiento de la democracia trabajó para crear un partido político nuevo con el propósito de mantener su liderazgo a nivel nacional. Sólo los ex presidentes Raúl Alfonsín y Carlos Menem retornaron a la política desde el Senado Nacional, al conseguir una banca por sus respectivos distritos, provincia de Buenos Aires y La Rioja, pero luego de un prolongado receso y sin aspirar a liderar un espacio nacional.

En síntesis, si bien prevemos que la polarización prevalecerá en las próximas elecciones, no queda del todo claro que asegure la victoria de las listas de Cambiemos. Creemos que las estrategias de las campañas electorales y el posicionamiento de los principales candidatos también contribuirán a modelar los resultados.

La prevalencia de la grieta como factor orientativo del voto popular se presenta como una oportunidad para el gobierno. Para la oposición es un problema que deberá enfrentar para evitar la polarización. Cristina Kirchner, para escapar del paradigma imperante de lo viejo-corrupción (ella) contra lo nuevo (Cambiemos), apelará a instalar el eje trabajo-crecimiento (ella) contra desocupación-inflación-ajuste (Cambiemos), por ejemplo. Una tarea difícil, sobre todo porque, como dijimos, el pasado sigue teniendo más peso que el presente y el futuro en la definición del voto.

Los partidos del medio tendrán una tarea aún más difícil. ¿Cómo harán Sergio Massa, Florencio Randazzo y Martín Lousteau para escapar de estos ejes predominantes y evitar la temible polarización? En este sentido, la polarización va a premiar, muy probablemente, a los dos extremos que polarizan, Cambiemos y Unión Ciudadana, en detrimento de las ofertas del medio.

Conscientes de que el eje pasado contra futuro será decisivo en la campaña electoral, las listas partidarias incorporaron a numerosas personalidades identificadas con la lucha contra la corrupción. El caso paradigmático es el de Cambiemos: en la Ciudad de Buenos Aires debió ceder importantes espacios a Lilita Carrió y en la provincia de Buenos Aires recurrió a Graciela Ocaña, otrora ministra de Cristina de Kirchner. Ambas figuras, que no son del PRO, lideran las listas oficialistas en sus respectivos distritos. Dos importantes voceros para enrostrarle a Cristina Kirchner los hechos de corrupción mientras dure la campaña.

Por último, es discutible que la derrota electoral de Cristina Kirchner pondrá fin al ciclo populista argentino. En primer lugar, porque no queda claro qué significa derrotar a la ex Presidente. ¿Qué pasa si ella sale segunda y, con ello, entra al Senado? ¿Y una eventual victoria de Massa o de Randazzo es un indicio de que el populismo ha terminado? Ni que decir si, finalmente, la oferta electoral de Cambiemos sale segunda.

Adicionalmente, ¿las elecciones de este año serán suficientes como para definir un nuevo liderazgo en la oposición o, al contrario, lo postergará debido a una probable situación de empate entre sus representantes, que la condenará a una mayor fragmentación?

Resulta obvio que el presidente Macri necesita ganar las elecciones en la provincia de Buenos Aires. La victoria confirmará y ampliará su liderazgo, pero ¿tal cosa lo motivará a desarmar con éxito las políticas económicas populistas? ¿Por qué cambiar si se ganó? Además, con el mejor resultado electoral el gobierno seguirá sin mayoría propia en el Congreso, que es donde se aprueban las políticas de fondo.

Por lo tanto, desde este punto de vista, las elecciones de octubre próximo, si bien son importantes, sobre todo para el gobierno, no aclaran ni predeterminan el rumbo económico y social que tomará el país, ni garantizan que se inaugure un ciclo virtuoso de reformas y desarrollo económico que termine con décadas de populismo y decadencia.

Guardar