La probada capacidad tecnológica militar adquirida por Corea del Norte es un grave dilema de seguridad. Por un lado, la serie de duras sanciones adoptadas por unanimidad por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no ha hecho mella en el objetivo militarista perseguido por Pyongyang. Por otro, es un dato aceptado que Corea del Norte ya dispone de un umbral de disuasión mínima, nuclear y misilística, lo suficientemente letal como para desatar un holocausto humanitario y ecológico de proporciones. Esas referencias básicas dejan en evidencia la dificultad de que Corea del Norte se desnuclearice mediante sanciones adicionales o a través de intervenciones militares.
Acciones unilaterales por parte de Estados Unidos podría también desencadenar en un conflicto mayor. China ya ha advertido sobre los riesgos de alterar el equilibrio estratégico de la región. También de que la defensa de Corea del Sur no se haga a expensas de la seguridad de China, con la instalación del escudo antimisiles THAAD.
El cuadro es delicado pero no insalvable. Todavía hay espacio para el ejercicio de una diplomacia realista tendiente a mitigar la amenaza nuclear norcoreana a través de un proceso gradual de negociación. Eso implicaría, entre otras cuestiones, enfoques pragmáticos de concesiones para paralizar y eventualmente controlar y reducir el arsenal norcoreano existente. Pretender que Corea del Norte abandone hoy los programas tecnológicos (nucleares y misilisticos) como una condición previa a las negociaciones sólo sería un obstáculo y quizás una peligrosa pérdida de tiempo.
Lograr que Pyongyang acepte un régimen internacional de control y limitación del arsenal que dispone no sería un objetivo diplomático y técnico imposible. La actualización y la modernización del mecanismo a seis bandas (China, Rusia, Estados Unidos, Japón, Corea del Norte y del Sur) podría ser el formato apropiado para encarar con determinación el esfuerzo diplomático de poner límites a la capacidad militar norcoreana.
Sin embargo, uno de los dilemas que enfrentaría la aceptación internacional de un proceso de esas características es que representa la legitimación indirecta de los arsenales nucleares norcoreanos. Un reconocimiento que, salvo el caso particular de la India, no han logrado Pakistán o Israel. India ya es considerada una potencia nuclear y misilística tanto por el Grupo de Suministradores Nucleares (GSN) como por el Régimen de Control de las Tecnologías de Misiles (MTCR, por sus siglas en inglés).
El tema plantea otro dilema por las implicancias que podría tener en la supervivencia del régimen de la no proliferación de las armas nucleares instaurado por el Tratado de No Proliferación. Una mala solución con Corea del Norte podría producir un grave efecto dominó de proliferación nuclear. Otros países podrían aspirar a la política de hechos consumados seguida por Corea del Norte.
Es de esperar que la diplomacia se imponga. La paz y la seguridad del planeta requieren de esfuerzos para mantener la efectividad del régimen de la no proliferación de las armas nucleares. También que se inicie un proceso genuino de desarme nuclear de todas las potencias que poseen ese armamento de destrucción en masa.