La hipocresía geopolítica de los derechos humanos

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Leonid Breznev y Fidel Castro,
Leonid Breznev y Fidel Castro, dos amigos de la dictadura argentina

¿Para cuándo la desclasificación de archivos de Cuba y la URSS, socios del "Proceso"? Es la pregunta que surge, inevitable, si se repasan las últimas noticias originadas en ese campo.

Veamos. En los últimos meses, hemos asistido a nuevas desclasificaciones de documentos referidos a la represión ilegal en la Argentina por parte de países como Francia y los Estados Unidos. Desde la semana pasada, Washington ha puesto a disposición del público -lo viene haciendo desde hace varios años y ahora sumó una gran cantidad más- miles de archivos que permiten reconstruir la relación bilateral en aquellos años, los pedidos de información del gobierno estadounidense y las respuestas oficiales de la dictadura, además de memos de la embajada, briefings de reuniones bilaterales al más alto nivel o de entrevistas con diferentes personalidades del país, incluyendo víctimas.

En el pasado mes de abril, Francia y Argentina firmaron un convenio para el intercambio de archivos diplomáticos "relacionados con graves violaciones a los derechos humanos".

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También la Iglesia Católica anunció recientemente que pondrá sus archivos a disposición de los familiares, algo que se concretará en poco tiempo, apenas esté listo el protocolo de acceso.

Muchas de estas desclasificaciones se hicieron en respuesta a pedidos de las organizaciones locales de derechos humanos y de los mismos familiares.

Lo que francamente llama la atención, por contraste, es que no exista el menor reclamo en dirección de dos países que fueron respaldo activo de la dictadura, y además en sus primeros años, aquellos en los cuales el secuestro y desaparición de personas batió todos los récords. La ya extinta Unión Soviética sostuvo a la Junta Militar argentina y no sólo en el plano comercial. Por ser principal compradora de los granos argentinos, la diplomacia de Moscú se consagró a evitar el aislamiento de nuestro país en los organismos internacionales, en particular en Naciones Unidas, en cuya Comisión de Derechos Humanos varios gobiernos reclamaban inspecciones y sanciones para el régimen que encabezaba Jorge Videla. Algo que no se concretaba por la acción "solidaria" del bloque soviético; una acción que se ejercía especialmente a través de los buenos oficios del embajador cubano de turno. En efecto, fue La Habana la que se cargó al hombro la tarea de bloquear todo intento de condena al accionar represivo de la Junta militar argentina.

Quisquillosos con todo el que sea siquiera sospechoso de omisión o timidez respecto al Proceso, esta complicidad de Cuba y de todo el bloque que en tiempos de la Guerra Fría orbitaba en torno a Moscú es cuidadosamente ocultada por el progresismo latinoamericano, que se sigue referenciando en la Revolución Cubana, pero también por los organismos de Derechos Humanos cuyos representantes más notorios se han dedicado en todos estos años a desfilar por La Habana para buscar la foto con Fidel Castro.

En estos años asistimos al
En estos años asistimos al desfile de referentes políticos y sociales por La Habana con total desmemoria de lo que fue la relación bilateral en los años del Proceso

A propósito, un buen ejercicio para la Memoria que tanto se pregona sería recorrer los interminables discursos del fallecido líder cubano, cada 1° de enero en la Plaza de la Revolución, para buscar la condena a las violaciones de los derechos humanos en la Argentina entre los años 1976 y 1983. No la hay. Nunca salió siquiera de su boca la expresión "dictadura argentina". Al mismo tiempo que sí condenaba con nombre y apellido a los regímenes de facto imperantes en el resto del Cono Sur. Todos, menos el argentino.

No sólo eso: la impresentable Junta Militar argentina hasta secuestró a dos empleados de la embajada cubana en Buenos Aires. En 2012 y 2013, fueron recuperados de una fosa común y devueltos a La Habana los restos de Crescencio Galañena Hernández y de Jesús César Arias, respectivamente. La dictadura cubana, que nunca reclamó por sus compatriotas, secuestrados seguramente por su solidaridad espontánea con argentinos que sufrían persecución, no se privó sin embargo de reivindicar a los hombres que había abandonado, no por los intereses de su país sino por los de la superpotencia a la que estaba subordinada.

La dictadura argentina salvó a Moscú de los efectos del embargo que le dictó Washington, vendiéndole el trigo que no podían comprar en otra parte, y Moscú pagó el favor bloqueando en el mundo las denuncias contra Videla y compañía. No sólo La Habana hizo esa tarea sucia: Moscú también se sirvió de la red de partidos comunistas. En todo el mundo, incluso en la Argentina, los respectivos partidos prosoviéticos se encargaban de difundir la versión de que Videla era un moderado al que había que sostener contra los "halcones"… Y que quienes denunciaban los crímenes del Proceso eran en realidad "terroristas".

Sin embargo, en el acto del último 24 de Marzo en la Plaza, familiares y activistas por los derechos humanos, en el extremo de la impostura, reivindicaron al PC como una organización que luchó contra la dictadura.  

No hay duda de que en los archivos oficiales de La Habana y Moscú de aquellos años debe haber mucha y muy valiosa información sobre la dictadura argentina. Reuniones bilaterales seguramente las hubo, y muchas, en paralelo con los actos protocolares en los que los soviéticos colocaban la Medalla de Lenin en la pechera de altos mandos militares argentinos… Curiosamente, nadie pide su desclasificación. 

En este contexto, los reclamos airados que periódicamente le hacen a la Iglesia Católica organismos de derechos humanos por la apertura de archivos suenan más a una voluntad incriminatoria acorde con el relato parcial y la memoria sesgada de quienes eligen a quién condenar y a quién exculpar en nombre de la ideología y no de la verdad.

El gesto hipócrita de Fidel
El gesto hipócrita de Fidel Castro, consolando a los deudos de las víctimas de una dictadura de la cual fue aliado

Una referente de Madres de Plaza de Mayo acaba de acusar a la Iglesia Católica de "hipocresía" por su llamado a la reconciliación, una palabra que, desde ese sector, se equipara casi al delito. Tal vez sea por eso que una noticia reciente originada en Chile mereció una mínima atención de este lado de la Cordillera. Ángela Jeria, madre de la presidente chilena Michelle Bachelet, dijo, misericordiosa, que no tenía sentido que, en razón de su salud y de su edad, siguiera preso el coronel Edgar Cevallos, condenado por las torturas que le causaron la muerte a su esposo.

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Tiene razón Hebe de Bonafini cuando califica a su grupo como un partido político porque sólo el sectarismo dogmático explica la misericordiosa absolución que les dieron a ciertos cómplices de la dictadura, como Fidel Castro, o a partícipes necesarios, como la cúpula de guerrilla que con su accionar irresponsable fue funcional a la represión; así como también explica la implacabilidad con la que buscan atribuir a sus adversarios ideológicos esas mismas complicidades que niegan en sus amigos.

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