Argentina: ¿sirve subir la tasa de interés para frenar la inflación?

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El Gobierno sigue enredado en su política económica. De aquí a las elecciones tiene que lograr algún grado de reactivación para descomprimir el malhumor social, pero al mismo tiempo todavía la tasa de inflación sigue siendo muy alta. El 2,4% de aumento del IPC de marzo que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) generó más incertidumbre sobre la posibilidad de cumplir con la meta del 17% anual de inflación que fijó el Banco Central (BCRA), lo cual llevó a que sus autoridades decidieran subir la tasa de interés al 26,25% anual. El interrogante que surge es si el aumento de la tasa de interés puede frenar la inflación o empeora la situación.

Algunos sectores del Gobierno pusieron el grito en el cielo porque normalmente el aumento de la tasa de interés reduce el nivel de actividad económica y ellos necesitan llegar a las elecciones con la economía mostrando los famosos brotes verdes. En rigor, dudo que la medida adoptada por el BCRA vaya a tener algún efecto en el freno de la inflación, porque no va a frenar demasiado el consumo. Puesto en otras palabras, la suba de la tasa de interés tendría un efecto marginal sobre el nivel de consumo, porque el stock de créditos para consumo al sector privado es de sólo 6% del PBI, casi nada. No es que el grueso del consumo se haga con crédito sino que se hace al contado, por lo tanto, no frenaría el consumo ni la inflación. Pero sí genera un problema adicional. Aumenta el gasto público.

La nueva camada de "liberales", enamorados de sus modelitos matemáticos y gráficos de colores, apoya la suba de la tasa de interés sin advertir que está contribuyendo al aumento del gasto público. En efecto, el stock de Lebacs y pases netos del BCRA (deuda de corto plazo del BCRA) es de 843.119 millones de pesos. Esa deuda paga intereses que a una tasa del 26% devenga intereses por 220 mil millones de pesos anuales. Esos intereses no son otra cosa que más gasto público, de manera que la suba de la tasa de interés contribuye más a aumentar el gasto público que a frenar la inflación.

Un par de datos más. El stock de créditos para consumo al sector privado por parte del sistema financiero es de 554.056 millones de pesos, en tanto que el stock de deuda del BCRA para regular el mercado de cambios es de 843.119 millones de pesos. Claramente el impacto de la suba de la tasa va a aumentar más el gasto público y marginalmente afectará el consumo, que ya viene bastante caído. Las ventas de los supermercados vienen creciendo por debajo de la inflación, al igual que las de los shopping centers. Es decir, la suba de la tasa puede llevar a vender un televisor menos, algo totalmente marginal. Como además no hay inversión, la suba de la tasa no la afecta. Lo único que consigue la suba de la tasa es incrementar el gasto cuasifiscal, es decir, los intereses que paga el BCRA por la deuda que toma para regular el mercado monetario.

Pero agrega otro problema. La suba de la tasa genera ingreso de dólares de corto plazo para arbitrar con la tasa de interés. La apuesta es que el inversor trae dólares, los vende por pesos y compra Lebacs, con lo cual espera ganar una tasa del 26% anual contra un dólar quieto. Su apuesta es ganar un 26% anual en dólares. Mientras tanto, el tipo de cambio tiende a bajar por efecto de ese ingreso de divisas para arbitrar. Si a ese ingreso de divisas le sumamos el ingreso de dólares por endeudamiento público para financiar el déficit fiscal, la supuesta flotación limpia es bastante sucia, ya que presiona a la baja el tipo de cambio.

La primera conclusión es que usar la tasa de interés para contener la inflación, considerando el bajo nivel de consumo financiado con crédito, no sirve, pero sí aumenta el gasto público por el cuasifiscal que devenga el BCRA.

La segunda conclusión es que ese interés que se va devengando es un peligro hacia el futuro. No existe el inversor que devengue indefinidamente una utilidad. En algún momento querrá realizarla y entonces la presión sobre el mercado de cambios será intolerable, porque la demanda de divisas será por el capital y los intereses ganados.

La tercera conclusión es que como el sector público toma deuda externa para cubrir el déficit fiscal, esos dólares tiene que transformarlos a pesos para pagar sueldos, jubilaciones, subsidios, etcétera. Para eso le entrega los dólares al BCRA y este emite pesos para dárselos al tesoro. Pero como esos pesos adicionales en el mercado producen presiones inflacionarias, el Central coloca deuda (Lebacs y pases netos), con lo cual paga una tasa de interés. Realmente disparatado esto de financiar el déficit fiscal con deuda externa. Pagamos intereses por la deuda en dólares y luego pagamos intereses para absorber la expansión monetaria que genera esa deuda.

Finalmente, la cuarta conclusión es que al tener un tipo de cambio artificialmente bajo, por más que haya altos aranceles, el retraso cambiario salta la protección arancelaria y genera un aumento artificial de las importaciones. Con una economía estancada, la suba de las importaciones les quita espacio a los productores locales, siempre amantes del proteccionismo y el mercado cautivo. Es decir, con esta política el Gobierno le está dando de comer a los que defienden la teoría de vivir con lo nuestro por la "invasión" de productos importados creando el clima ideal para que se vaya formando una opinión pública que demanda más proteccionismo. Es decir, aislarnos comercialmente del mundo y terminar con bajos niveles de productividad y nivel de vida.

En síntesis, acá hay un serio problema en el flanco fiscal que es un gasto público muy alto con déficit fiscal. Como no quieren bajar el gasto público, recurren a lo de siempre: toquetear la tasa de interés y tomar deuda externa. El resultado de esta estrategia ya lo conocemos. Esperemos que Mauricio Macri reaccione a tiempo y replantee seriamente su estrategia económica.

El autor es economista, profesor y escritor. Dirige el sitio Economía para todos, donde se publicó originalmente el artículo.

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