Medio Oriente: líderes fraudulentos y pueblos acobardados

No hay relaciones tensas entre Israel y Rusia. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, viaja a menudo a Moscú para coordinar las intervenciones de Rusia en las distintas crisis árabes

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Más allá de las declaraciones del secretario de Estado, Rex Tillerson, como de la enviada de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, sobre la posición de la administración Trump ante la guerra siria y la posible continuidad en el poder del presidente Bashar al-Assad, al final del camino Vladimir Putin no salvará al régimen del dictador sirio Bashar al-Assad sin la aprobación israelí. Es muy claro que Israel tiene relaciones normales, si no fuertes, con Rusia.

No hay relaciones tensas entre Israel y Rusia. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, viaja a menudo a Moscú para coordinar las intervenciones de Rusia en las distintas crisis árabes. Esto claramente sugiere que Moscú no actuará solo y coordinará con Israel antes de intervenir para salvar definitivamente a Assad y su régimen cuando el momento final se aproxime.

Es evidente también que Irán tiene fuertes lazos con Rusia, aunque estas relaciones se han tensado recientemente.

Por otra parte, el grupo político-terrorista Hezbollah es una creación de Irán para imponer y extender su proyecto de revolución islámica en Líbano. Hezbollah recibe el 80% de su financiación de Irán y asegura el 20% restante a través de ilícitos como el lavado de dinero y el tráfico de drogas en todo el mundo.

Estos hechos destruyen por sí mismos la creencia de que Hezbollah sea la resistencia del Líbano y dan por tierra con la idea de que el objetivo de las armas de Hezbollah es confrontar a Israel y proteger las fronteras libanesas. Aunque este cliché se repite a menudo por partidarios de Hezbollah, incluso por el presidente libanés Michel Aoun, quien recientemente defendió este punto en la reunión árabe de El Cairo.

Los iraníes y Hezbollah, que actúa como ejército de ocupación de Teherán en Líbano, propagan esta idea para armar a las milicias chiítas y fortalecer la influencia y el control de Teherán sobre el país de los cedros. Lo cierto es que no hay razón alguna para que un presidente libanés apoye oficialmente a Hezbollah, menos aun cuando el mundo conoce que es un grupo violento y antidemocrático que cumple órdenes de un gobierno extranjero como el iraní. El presidente Aoun sabe perfectamente que las armas de Hezbollah no apuntan a Israel como dice el secretario general del partido, Hassan Nasrallah.

Al apoyar a Hezbollah, Aoun involucra peligrosamente al Estado libanés en cualquier amenaza hecha por Hezbollah colocándola a niveles de una amenaza libanesa oficial con su vecino Israel. Es ampliamente conocido que Aoun llegó a ser presidente del país por los votos y la presión ejercida por Hezbollah sobre sunitas y cristianos, y que conoce perfectamente cuál es el verdadero objetivo del grupo.

Todos estos datos, que remiten a hechos concretos, en primer lugar indican que la organización Hezbollah y, detrás de ella, Irán no quieren un conflicto con Israel y que cada sector es funcional al otro a partir de amenazas y bravuconadas que sirven como distracción.

Mientras, Irán usa su hostilidad hacia Israel como una excusa para servir a sus intereses en la región y fortalece con su apoyo al presidente Assad evitando que sea derrocado. Así, Teherán sirve a sus propios intereses como a los de Israel.

Tampoco cabe duda de que si Hezbollah amenazara la existencia de Israel, entonces Israel podría destruir todo El Líbano, no sólo a Hezbollah. Los israelíes disponen de la mejor inteligencia y poder militar en la región, además de su capacidad para influir con los países centrales. La seguridad, la existencia y la supervivencia de Israel son incuestionables, no sólo para los estadounidenses sino para las superpotencias y para la comunidad internacional.

La calle árabe ha sido ridículamente crédula y muy fácil de manejar por sus dictadores. Los pueblos árabes no han aprendido nada de la historia. Sus falsos líderes han usado la causa palestina para dominarlos y servir a su propia codicia. Ejemplos de estos líderes del pasado han sido Saddam Hussein y Abdel Gamal Nasser.

Hoy es a Hassan Nasrallah a quien le toca cierto protagonismo histórico temporal, y detrás de él está el régimen teocrático de Irán. Todos los dictadores musulmanes —antes y ahora— explotaron y explotan la causa palestina para lograr sus objetivos. La mayoría de los árabes cree la misma mentira proferida por sus líderes fraudulentos. El actual es Hassan Nasrallah y seguramente no será el último.

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