Desafíos para un sistema educativo desparejo y desigual

Juan María Segura

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Finalmente se reveló el secreto mejor guardado por quienes argumentaban que en las escuelas argentinas las cosas no estaban tan mal. Me tocó personalmente tener que disentir con un colega en un programa de televisión, quien sostenía que primero había que acordar lo que entendíamos por crisis para luego pasar a analizar si dicha definición aplicaba o no a alguna de las áreas del sistema escolar local. Estoy seguro de que mi respuesta no fue tan contundente y convincente (espero…) como las declaraciones del presidente Mauricio Macri y el ministro Bullrich, quienes confirmaron en conferencia de prensa la tragedia que Jaime Etcheverry denunció hace décadas, y la encrucijada que denuncia el libro Yo qué sé (#YQS).

El operativo Aprender alcanzó casi 1,4 millones de alumnos de escuelas públicas y privadas en más de 30 mil escuelas, y se realizó sobre algunas áreas y contenidos en particular: matemática y lengua para los alumnos de primaria, y ciencias sociales y naturales, además de las anteriores, para los alumnos de secundaria. De cobertura censal y carácter obligatorio, el operativo buscó no solamente evaluar los aprendizajes alcanzados en cuatro estadíos diferentes del trayecto escolar (tercero y sexto de primaria, y segundo o tercero y último de secundaria), sino también proveer información del contexto de enseñanza. En el diseño se tuvieron en cuenta los lineamientos de los Operativos Nacionales del Evaluación (ONE), realizados en forma muestral en 2010 y 2013, facilitando el análisis de la evolución de los aprendizajes en el tiempo.

La conclusión de lo mostrado parcialmente hasta el momento es la siguiente: los chicos aprenden poco y mal, y egresan de la escuela secundaria con serios problemas para comprender textos y para realizar ejercicios matemáticos simples. Adicionalmente, se verificó que las escuelas privadas generan mejores aprendizajes que aquellas de gestión estatal, y lo mismo las urbanas respecto de las rurales. La información provista vuelve a mostrar un sistema desparejo y desigual, con CABA rindiendo por sobre las demás jurisdicciones, a pesar de las objeciones de algunos que intentan ver en el PRO al principal responsable de que CABA no haya progresado aún más luego de 9 años de manejo de ese sistema. Hasta aquí, sin novedades para mí.

El dato que a mi juicio resultó revelador es el tema del ausentismo docente. Se mencionó que el 82% de los rectores y los directores de escuelas manifestaron tener serios problemas de ausentismo docente. Este dato es un gran reclamo de muchos docentes trabajadores del país, que denuncian desde hace años que el tema del ausentismo docente genera desgobierno en la escuela, hace impredecible el proceso de enseñanza-aprendizaje, y envía un mensaje contundente y negativo a alumnos y padres, quienes terminan dando la espalda a esa escuela. En investigaciones que realizamos en la provincia de Buenos Aires en noviembre y diciembre del 2016, verificamos que el ausentismo promedio de las escuelas de primaria relevadas alcanzaba el 42%, mientras que en las de secundaria superaba el 30 por ciento. Este dato es verdaderamente dramático, pues se inscribe dentro de un ciclo anual de enseñanza corto, de jornada mayoritariamente simple, que administra en forma improductiva las cuatro horas diarias de presencia del alumno en la escuela.

Si bien aún no tenemos detalles de los datos comentados ayer para trabajar análisis más en profundidad, ver tendencias en el tiempo, realizar comparaciones entre jurisdicciones, evaluar el posible impacto de intervenciones (computadores, idioma, cambios en diseño curricular, etcétera), por el momento me quedo con las siguientes tres sensaciones:

Estamos todo lo mal que debemos. Por una combinación de normativa, ideología, política, gestión y contralor, hemos logrado que la escuela argentina se convierta en un depósito. Habría miles de voces a favor y otras tantas en contra, pero ahora el dato es contundente. Gastamos el doble en términos de PBI, flexibilizamos la normativa, relajamos las normas, contratamos más docentes, a pesar de lo cual los chicos salen de la escuela muy mal preparados para la vida adulta, tanto los que salen antes de tiempo como aquellos que gradúan.

Apareció un plan a 10 años. Si bien no tengo claro el detalle de los 108 objetivos estratégicos, y aun cuando creo que al hablar de estrategia debemos hacer foco y concentrarnos en pocos (¿tres?, ¿cinco?) ejes centrales y no en decenas, destaco la iniciativa del Gobierno de hacer púbico un debate necesario alrededor de datos y metas de mejora. Claro que no son metas ni ambiciosas ni originales, y dudo que su aplicación lleve al sistema educativo al tope de los sistemas del mundo. Pero al menos tenemos un plan.

Se acabó el verso. Los datos del Operativo Aprender, al tener carácter censal, son inobjetables, ya que cubren la totalidad del sistema, en las 24 jurisdicciones, en cuatro ciclos de estudio, en cuatro áreas de conocimiento. Por lo tanto, se acabó la disputa intelectual de los charlatanes de turno que disfrutan dando explicaciones pero que no tienen la vocación suficiente para agachar el lomo y ponerse a construir un nuevo sistema al servicio de los chicos. Los datos nos desnudan y dejan en evidencia que, como sociedad, dejamos huérfanos a nuestros niños. Tal vez con razones comprensibles, pero los abandonamos.

La época nos convoca, los datos nos desnudan, las riñas de adultos nos avergüenzan, los cortes y los paros nos irritan, los niños nos dan la espalda (con razón).

Señoras y señores, las cartas están echadas. Sólo falta verificar si daremos la talla con el desafío. Deberemos discernir si estamos frente a un problema (que tiene solución) o a un rasgo cultural (que nos describe como sociedad). Se avecinan meses reveladores. Veremos de qué lado juega cada actor, y cómo nos compartamos como sociedad. Si aspiramos a construir una sociedad pacífica, equitativa y próspera en donde cada persona pueda realizar su proyecto de vida en forma responsable y ciudadana, entonces el llamado es claro. Veremos si damos la talla.

 

El autor es experto en educación e innovación.

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