60 mil voluntarios para visibilizar los reclamos docentes

Graciela Adriana Lara

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La propuesta de convocar a los 60 mil voluntarios que se ofrecieron para quitar el derecho a la huelga que tienen los docentes me parece fenomenal. Me vienen a la mente muchas escenas posibles que se vivirían en las escuelas, en los clubes de barrio, en los comedores. ¿Qué mejor manera de visibilizar ante la sociedad lo que están reclamando verdaderamente los docentes con sus molestas huelguitas que infiltrar en el sistema 60 mil pares de ojos para constatarlo? Hagamos un ejercicio de imaginación: elijamos algún escenario posible y situemos al actor o la actriz.

En mi elucubración, voy a elegir un voluntario docente jubilado. Sería una absoluta aberración permitir que se metiera en un espacio cerrado a educandos junto a un desconocido cualquiera, con las cosas que sabemos que suceden. Supongo que ni a María Eugenia Vidal, que está considerando posibilidades tan creativas, se le ocurriría que eso resultaría en algo positivo para nadie.

Primera escena: El docente que lleva años sin pisar un aula ingresa en un comedor.

Pregunta: ¿Por qué no podemos usar un aula como corresponde, con pizarrón, a pesar de que sea una antigüedad?

Respuesta: Tenemos clase acá porque desde hace años nos faltan aulas, no lo hacemos por excepción. Hay un curso en la biblioteca de la primaria y otro en el pasillo que da a los baños de arriba.

Pregunta: ¿Y el olor a comida? ¿Y el calor insoportable del horno? ¿Y los chicos que me dan la espalda? ¿Y las mesas que se mueven?

Respuesta: Una de las razones de las huelgas docentes son y han sido los problemas tremendos de infraestructura escolar, que atentan contra la calidad educativa.

Segunda escena: Ingresan los educandos en el aula-comedor. Podemos recordar la parte de Un detective en el kinder, cuando el pintoresco personaje que encarnaba Arnold Schwarzenegger se mete en un aula (divina el aula, no como la que invento) y los chicos, sin reconocer en él una figura de autoridad, parecen enloquecer.

Pregunta: ¿Esto que viví recién me pasó porque soy voluntaria y los chicos me odian porque escucharon cosas horrendas sobre mí en sus casas y los medios de comunicación?

Respuesta: No, es algo habitual. Construir una relación asimétrica con los alumnos lleva tiempo y está a cargo de usted hacerlo correctamente. ¿Qué le sucedió?

Respuesta: Un chico estaba pegando patadas voladoras y lo saqué afuera del aula, pero inmediatamente me llamaron la atención diciéndome que no se puede hacer eso.

Respuesta: Es cierto.

Pregunta: ¿Y qué se hace cuando hay chicos que se portan mal?

Respuesta: No se dice "hay chicos que se portan mal", no se debe estigmatizar así a los alumnos. Se dice que en determinado momento, un chico se portó mal. No es siempre. Lo que se hace es hacer una nota para el Consejo de Convivencia, para que comience a reunirse y se elija una sanción reparadora.

Pregunta: ¿Y dónde está ahora el Consejo?

Respuesta: La profesora coordinadora del Consejo, que hace todo esa trabajo fuera de su horario y sin recibir paga alguna, está de paro reclamando que haya mayores recursos destinados a la educación pública, entre ellos, equipos de orientación con psicopedagogos y psicólogos que permanezcan las horas necesarias en la escuela para ayudar a solucionar este tipo de situaciones y otras de diferente gravedad.

Pregunta: ¿Y no le puedo poner amonestaciones al que me insultó cuando le pedí que se sentara?

Respuesta: Usted no entendió nada.

Tercera escena (y última, aunque se me ocurren centenares más): El docente voluntario, después de desgañitarse durante dos horitas intentando explicar lo que sucedía en un cuento que leyó en voz alta tres veces mientras peleaba para que los chicos se quitaran los auriculares y prestaran atención, escuchó el timbre del recreo y se dio por vencido.

Últimas preguntas: "¿Qué le pasa a esa chica, que no quiso escribir ni siquiera su nombre en la hoja?". Ella no sabe leer ni escribir. Estamos trabajando arduamente para ayudarla desde el año pasado. "¿Y cómo puede estar en este año, si no sabe?". No, deje, no me conteste. "¿Y qué pasa con los dos chicos pálidos y silenciosos que estaban atrás de todo?". Seguramente no comieron nada. Uno de los reclamos de los docentes en huelga es que haya comedores y que la comida que brindan sea de mejor calidad.

"¿Dónde está la biblioteca? ¿Y las computadoras?". La secundaria no tiene biblioteca. No tenemos bibliotecaria ni muebles para los libros que envió el Gobierno durante los años anteriores, ni espacio para ponerlos. Computadoras no están entregando. Ese es otro reclamo. "Sí, ya sé, de la huelga absolutamente justa que estoy rompiendo como un carnero".

¿No es cierto que serían unas buenas palabras para cerrar la escena? Una pena, porque así terminaría esta especie de sketch delirante y se me había ocurrido un final mucho mejor, que era más o menos así: Después de varias clases agotadoras donde los gritos, la música y el ruido infernal imperaron sobre el calor del horno de la cocina y el olor a cebolla, el docente voluntario recibió una planilla con cuatro casilleros para "volcar las calificaciones" obtenidas por los educandos. ¡Ah! Y recibió la noticia de que había un padre bastante enojado esperándolo en la puerta del… comedor. Y que tenía que entregar al día siguiente sus planificaciones diagnósticas… y…

Quizás los 60 mil voluntarios, en unos pocos días, podrían contarle a la sociedad el porqué de las huelgas docentes y de los problemas de la calidad educativa que reciben los alumnos de la escuela pública mejor, mucho mejor, que cualquier especialista en educación. ¿No sería graciosísimo si no fuera tremendamente trágico?

 

@adrianadice

 

La autora es docente, profesora en Letras (UNLP).

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