El Gobierno quiere un equipo sin individualidades

El presidente Macri, a través de la jefatura de gabinete, desplazó a un jugador de peso en el proceso de cambio

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Un gobierno que ha elegido moverse con una gestión singularmente atomizada, según se desprende de la estructura ministerial con 21 cargos similares, pero con decisiones claramente concentradas en una de tres personas, de un rango que se va diferenciando del resto, como es el jefe de gabinete, Marcos Peña, y de los ministros coordinadores Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, no parece dispuesto a mantener en sus filas a figuras que sobresalgan por su carácter en el trato y las ambiciones políticas manifiestas, pese a que en escaso tiempo acreditaron logros que muy pocos de sus pares pudieron mostrar.

Después de algo más de un año de mandato, el presidente Mauricio Macri decidió pedirles la renuncia, aunque luego se disfrazó "por motivos personales", a tres funcionarios que en ese tiempo presentaron logros indiscustibles, y, sobre todo, sorprendentes para las expectativas del mercado, de propios y más aún de extraños.

El caso más contundente es el del ex ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, que en pocos meses en funciones logró, sin sobresaltos, levantar el cepo cambiario y unificar el mercado de cambios; eliminar la mayor parte de las retenciones a las exportaciones, cerrar el largo ciclo del default de la deuda pública; e impulsar una ley de sinceramiento fiscal que a tres meses de su finalización generó resultados que fueron el doble de los cálculos más optimistas. Sin duda, se trató de tres factores que resultaron claves en el proceso de la buscada normalización de la economía, y que a la vez superados los efectos iniciales, junto con la readecuación de los cuadros de las tarifas públicas y la política monetaria del Banco Central, posibilitaron una brusca desaceleración de la inflación en la segunda mitad de 2016.

En un caso más específico, algo parecido sucedió previamente con la desvinculación de la presidente de Aerolíneas Argentinas, Isela Costantini, pese a que en poco tiempo mostró claras dotes para reducir el abultado déficit presupuestario y mejorar notablemente la eficiencia del servicio.

Mientras que en lo referente a la máxima conducción del Banco Nación, Carlos Melconian fue también sorpresivamente retirado del cargo, a pesar de que en unos meses había logrado reposicionar a la entidad como un actor de peso en la asistencia financiera al sector privado, tanto de la producción agropecuaria e industrial como de las familias, con tasas subsidiadas por el Ministerio de Producción, o la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), para los sectores más carenciados, y en condiciones competitivas para el resto de la franja del mercado. Esa acción exigió revertir el papel de ser una entidad que casi históricamente se había convertido en agente de prestamista de última instancia del Tesoro Nacional, y también de gobiernos provinciales.

Mauricio Macri se desprendió de tres funcionarios que sobresalieron por sus logros y que no se les denunciaron fracasos

En ninguno de los tres casos las máximas autoridades gubernamentales pudieron mostrar acciones que hicieran dudar sobre la idoneidad para los cargos que ocupaban Prat-Gay, Costantini y Melconian. Por el contrario, el común denominador parece haber sido desinteligencias en el trato personal con el capitán del equipo, Marcos Peña, más que con la política de cambio que desde la campaña a la Presidencia alentó el máximo técnico y presidente del país, Mauricio Macri.

 

Metas, ambiciones incompatibles con el estilo de gestión

En su primera conferencia de prensa de 2017, el Presidente amplió la lista de sus objetivos y sus ambiciones, no sólo para su mandato de Gobierno, como lograr la "pobreza cero", o mínimas tasas de inflación y de déficit fiscal, sino para el muy largo plazo: "Lograr un crecimiento ininterrumpido de 20 años".

Sin embargo, poco contribuye al logro de esta última meta si desde el vamos se les da la señal a los agentes económicos en general, y a los mercados en particular, de que en su gabinete no hay cabida para funcionarios que sean capaces de mostrar éxitos contundentes en su gestión, porque se atreven a exponer sus pergaminos para levantarle la voz al capitán del equipo, si ven riesgos de afectar sus objetivos de transformar sus áreas como instruyó el propio Presidente.

Lo visto hasta ahora es que los cambios dispuestos trajeron un freno en la tarea esperada de Cambiemos, y se intenta volver a prácticas gradualistas en las transformaciones del Estado.

El nuevo ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, decidió censar a los empleados públicos a cargo de la administración central, que representan menos del 10% del total, y congelar vacantes, pese a que es indiscutible un singular sobredimensionamiento, que requiere, si no cirugía mayor, al menos alguna acción no tan conservadora.

En Aerolíneas, el nuevo presidente Mario Dell'Acqua dijo: "Verlos a todos ustedes es una gran responsabilidad. No conozco nada del mercado de una compañía aérea", como su antecesora, pero no fijó cuál es su norte.

En tanto, aún es prematuro decir algo sobre si el nuevo presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, tiene como meta consolidar el camino que había empezado a transitar Carlos Melconian, o volver a recuperar a la entidad como agente financiero del Estado nacional, y por tanto la principal fuente de asistencia a los gobiernos nacional, provincial y municipal, con mayores acciones de fomento que de servicio a toda la población, adaptado a cada caso.

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