Presupuesto 2017: ¿Qué pueden esperar los consumidores?

Juan Manuel Lavignolle

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El Senado convirtió en ley el presupuesto para el año 2017 y estableció una pauta ambiciosa, ya que se espera un crecimiento de la economía del 3,5 por ciento. Asimismo, prevé una inflación del 17%, un dólar promedio en 17,92 pesos, déficit fiscal de 4,2% del PBI, un déficit comercial de 1.866 millones de dólares y una deuda externa estimada en 247.328 millones de pesos.

Si tenemos en cuenta que el PBI (partiendo de una explicación muy básica) está formado por el consumo interno, lo que invierten las empresas, el gasto público y la diferencia entre exportaciones e importaciones, para que la economía crezca un 3,5%, un componente de capital importancia es, sin lugar a dudas, el consumo interno.

El gran interrogante que se presenta es si la pauta inflacionaria del 17% logrará cumplirse y el poder adquisitivo de los salarios se recompondrá después de los sucesivos embates sufridos durante 2016, teniendo en cuenta que el índice de inflación mensual se sigue resistiendo a frenar su crecimiento.

¿Pero cuáles son algunas de las variables clave que están previstas en el presupuesto y que pueden tener impacto en el consumo?

Se asignarán más fondos para obra pública, lo que podría generar un efecto multiplicador en la economía a partir de crear mayor empleo, consumo e inversión.

-También está previsto el pago de deudas previsionales reconocidas en sede judicial o acordadas en la ley de reparación histórica; la ampliación del régimen de asignaciones familiares y la devolución de IVA a jubilados y beneficiarios de hijo (AUH).

Ahora, ¿qué pasará con los subsidios? Fue y sigue siendo un tema sensible durante 2016, y aparentemente lo seguirá siendo en el 2017, ya que en el presupuesto se prevé un recorte de fondos al transporte y la energía (la otra cara de la moneda serán los aumentos de las tarifas), aunque se ampliaría la tarifa social hacia los sectores más necesitados. Esto puede acarrear inflación, por un lado y restricciones al consumo, por otro (tanto por el descenso real del poder adquisitivo como por las restricciones que surgen de las expectativas de los consumidores).

Por otro lado, está la diferencia entre exportaciones e importaciones. Un aspecto interesante para analizar son las previsiones que incluye el presupuesto sobre el saldo comercial. Con respecto a las exportaciones, se prevé un crecimiento del 7,7%, mientras que se espera un crecimiento del 9,8% de las importaciones, ya que si se anticipa que el consumo repunte, será necesario importar bienes e insumos para la producción. La estimación para los próximos tres años es la siguiente:

 
 

Es decir, para el año 2017 se estima un déficit comercial de 1.866 millones de dólares, para 2018, de 3.800 millones de dólares, y para 2019, de 4.929 millones de dólares. ¿Qué significan estas estimaciones? Es sabido que Argentina ya no tiene ni superávit fiscal ni superávit comercial, lo cual implica que no genera sus propios dólares para sostener la economía. Con las previsiones resumidas en el cuadro, se puede ver una profundización del déficit comercial para los próximos años, debido al crecimiento de las compras en el exterior. Si bien la estimación del incremento porcentual del déficit plantea una tendencia decreciente, el acumulado es como para prestarle atención.

Esto no es alentador cuando buena parte de la industria, especialmente las pymes, desde las entidades que las nuclean, advierte sobre la suba de las importaciones y su impacto en las fuentes de trabajo local.

Como un espectador en un partido de tenis, el consumidor mira hacia un lado y hacia el otro de la red las distintas propuestas económicas que plantean políticos y especialistas, mientras espera que lo tengan en cuenta al momento de decidir la estrategia de juego.

 

El autor es coordinador de la carrera de Contador Público Universidad de Palermo.

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