Innovar no es sinónimo de tecnificar

Juan María Segura

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La capacitación docente se encuentra en el centro del debate en la Argentina, probablemente también en la región. Con un sistema educativo que adolece de aprendizajes de calidad en prácticamente todos sus niveles de enseñanza, y con un gasto récord tanto en términos absolutos como relativos al PBI, educadores y opinión pública en general han girado de manera drástica su atención sobre los docentes. Identifican a la formación de ellos como la madre de todos los males, una suerte de chivo expiatorio coyuntural, mientras el reloj sigue corriendo, cuando todas las otras variables asociadas al proceso de enseñanza ya se han ‘tocado’ y los aprendizajes y los indicadores del sistema aún no mejoraron. Por descarte, se podría inferir, entonces, que deben ser los docentes y su práctica.

Hablar de capacitación docente obligaría a hacer alguna mención del entramado legal que da origen al Instituto Nacional de Formación Docente (Infod), agencia dependiente del Ministerio de Educación y Deportes, responsable de, entre otras cuestiones, “promover políticas nacionales y lineamientos básicos curriculares para la formación docente”, además de “coordinar las acciones de seguimiento y evaluación del desarrollo de las políticas de formación docente”. O también se podría hacer referencia a la práctica que llevan adelante las jurisdicciones educativas, considerando que todas suscribieron la Declaración de Purmamarca, en febrero de este año, en donde se comprometieron a, entre otras cuestiones, “mejorar la formación inicial y continua de los docentes, factor clave de todo cambio educativo”. Sin desconocer la valía de estos posibles abordajes al tema, aquí propongo pensarlo desde un lugar más tangible y directo.

En las últimas semanas participé del dictado de diversos talleres de innovación educativa. Dirigido principalmente a docentes y directores de escuelas públicas bonaerenses, deambulé con mis ideas y mis recomendaciones durante noviembre por los municipios de San Martín, Pilar y Perón. Meses atrás, también lo había realizado en los municipios de Tigre, Malvinas Argentinas, Monte Grande y San Miguel, así que el muestreo me anima a conjeturar y concluir algunos conceptos. Si bien el objetivo de estos talleres, en principio, es hablar sobre innovación, en general lo utilizo para situar la práctica actual de los docentes dentro del desafío de época: un mundo en red que comparte información, cocrea conocimiento y desarrolla nuevas prácticas culturales y formas sociológicas de participación y pertenencia. La práctica me ha demostrado la conveniencia de este abordaje, pues se logran los tres objetivos propuestos con bastante holgura: aceptar la época, alejando la idea de que alguien se ha confabulado contra la práctica de los docentes; reenfocar en los niños, aceptando que son lo único que da sentido a la práctica profesional y la misión de un docente; y abrazar el cambio, reconociendo el mundo de oportunidades que un docente posee al alcance de su mano para realizar mejor su tarea.

Al finalizar mis potencias, siempre ocurre una dinámica de preguntas y respuestas que rápidamente desemboca en el siguiente reclamo: “Si el Ministerio no nos baja la nueva capacitación y planes de formación, a nosotros sólo nos queda repetir lo que sabemos. ¿Usted qué opina?”. Mi respuesta es siempre la misma: “Les voy a responder como lo haría mi hija de 16 años: ¡busquen un tutorial!”.

Poner el tema de los tutoriales en el centro del debate no es llevar a los docentes a un viaje por la estratósfera del mundo inalcanzable de plataformas, tecnologías y aplicaciones, sino ubicarlos cerca de prácticas posibles y reales. Y para hacerlo me valgo de la experiencia del ingeniero colombiano Julio Alberto Ríos Gallego. Julioprofe, como se lo suele llamar, en 2009, sintió la necesidad de valerse de la utilización de Youtube para visibilizar su práctica y lograr que sus enseñanzas trascendieran. Sin pedirle permiso a nadie, sin invertir un peso, sin que nadie lo capacitara y sin siquiera ninguna experiencia en el manejo de este tipo de tecnologías, en 2009 abrió su modesto canal Julioprofe y comenzó a experimentar y subir videos de lo que mejor sabía hacer: enseñar. Entienda que no estamos hablando del material que crean y comparten los youtubers, más estrafalarios y propuesto como un consumo light, sino que estamos hablando de álgebra, cálculo, aritmética, geometría, trigonometría o física, por mencionar algunas de las listas de reproducción del canal de Julio. El caso es que, 7 años y 900 videos más tarde, el citado canal ya posee 1,3 millones de suscriptores y 220 millones de reproducciones. Es el canal educativo de mayor tráfico de la región. En 2011, abrió su segundo canal, Julioprofenet, que suma otros doscientos mil seguidores y más de treinta millones de reproducciones.

Hablar de tutoriales en un mundo en donde todos debemos reentrenarnos y resignificar nuestra práctica no es tirar la pelota al córner y descargar de responsabilidad a quienes deben crear programas y estrategias de formación continua, sino advertir que uno, cualquiera sea su condición y su campo de práctica, puede tomar la iniciativa y ocuparse de su propio entrenamiento y su adaptación al mundo hiperconectado y en red, como bien lo hizo el profesor Julio. Si los niños y los jóvenes exploran, comparten, aprenden, se equivocan, y para ello se valen en gran medida de la utilización de los tutoriales, ¿qué hace suponer a los docentes que un día, mañana tal vez, su práctica no sea reemplazada por un tutorial? Uno de mis hijos se pasa horas, literalmente, viendo tutoriales de dibujo. Si su interés por el dibujo se sostiene en el tiempo o aumenta, ¿qué recursos cree que utilizará cada vez con mayor intensidad para profundizar su conocimiento? Yo pienso igual.

El caso del profe Julio y de los tutoriales me permite afirmar que innovar en educación no necesariamente es tecnificarse, sino animarse a experimentar y a hacer diferente. Los docentes poseen decenas de recursos al alcance de un clic, que les permiten independizarse de un poder central desenfocado o perezoso en definir y bajar lineamientos de capacitación. En un mundo que ofrece incontables recursos gratuitos en línea para aprender lo que uno quiera, sea dibujar, cocinar, reparar un motor, o derivar funciones (1,7 millones de reproducciones en el canal del profe), cruzarse de brazos a la espera de un cambio es tan inconducente como irresponsable.

@juanmariasegura

El autor es director general del Plan Integral de Educación Digital del Ministerio de Educación, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

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