En días reciente han sido publicadas nuevas informaciones sobre el asesinato del presidente número 35 de Estados Unidos, John F. Kennedy, que involucran en el crimen a René Alexander Dussaq, un doble agente que aparentemente trabajaba para Cuba y quien supuestamente fue el organizador principal del asesinato del mandatario.
Los señalamientos de que los Castro estuvieron relacionados con la muerte de Kennedy no son nuevos, sólo que las revelaciones del diario del agente Douglas DeWitt Bazata han sacado a relucir una vez más que la cofradía de La Habana es agresiva y no conoce de límites en lo que a defender su sobrevivencia respecta.
La rápida satelización del gobierno castrista del bloque que comandaba el Kremlin y la consiguiente ayuda masiva en los aspectos políticos, militares y económicos de la Unión Soviética y sus satélites provocaron una pronta y compleja internacionalización del caso cubano.
El apoyo imperial que Fidel Castro obtuvo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) impulsó a un sector de la oposición política a procurar apoyo internacional, fundamentalmente de Estados Unidos, respaldo que logró su mayor materialización en el período presidencial de Kennedy, 1961-1963.
El conocido articulista e investigador Jack Anderson dijo que conversaciones con el mafioso Johnny Rosselli, más los resultados de una investigación secreta de la CIA, lo hicieron concluir que el dictador cubano había estado involucrado en el asesinato del mandatario.
Dice Anderson que los agentes de Castro le asignaron el "trabajo" a Lee Harvey Oswald, asesinado menos de 48 horas después del magnicidio por Jack Ruby, un mafioso de Dallas. Roselli fue asesinado a tiros en 1966, tres años después del crimen del Presidente y Ruby murió como consecuencia de un cáncer en 1967, mientras esperaba un nuevo juicio.
El periodista Anderson citó en un programa de televisión a nueve personas, en su mayoría mafiosos, que desempeñaron un papel clave en el asesinato de Kennedy; el séptimo de la lista fue Fidel Castro.
Según Anderson, Castro descubrió que Kennedy había tratado de asesinarlo en un trabajo corporativo de la CIA y la mafia, pero invirtió el macabro juego a su favor, al convencer a la mafia de que la muerte del Presidente les traería ventajas.
También destaca que la Comisión Warren, un grupo especial designado por el presidente Lyndon B. Johnson para investigar el asesinato del Presidente, manipuló los resultados de la indagación. Sugiere que Johnson tenía conocimientos de la situación y que en una ocasión le confesó a una persona la participación de Castro en el crimen de Dallas, diciendo: "Kennedy trató de eliminar a Castro, pero Castro le llegó a él primero".
En septiembre de 1963, el gobernante cubano advirtió en un discurso a la CIA que, como había tratado de matar a líderes revolucionarios, la vida de los dirigentes estadounidense también estaba en peligro.
El documentalista alemán Wilfried Huismann, en Cita con la muerte, presenta la tesis de que, como Kennedy proyectaba asesinar a Castro usando los servicios del comandante Rolando Cubelas, el Gobierno de La Habana llamó a México a Lee Harvey Oswald para ordenarle disparar contra el mandatario estadounidense.
Afirma el cineasta que Oswald, miembro del Comité Pro Justo Trato para Cuba, quien residió dos años en la URSS y decía simpatizar con el comunismo, fue reclutado por los servicios secretos cubanos y recibió la orden de cometer el asesinato durante una visita que hizo a México.
Días antes del magnicidio de Dallas, en una cena a la que Castro asistió en la legación de Brasil en La Habana, el embajador brasilero Vasco Leitão —un hombre próximo a los Estados Unidos— reportó un curioso y amenazante comentario del dictador: "Quienes tratan de matarme deben tener cuidado, pues las armas que hoy me apuntan mañana pueden volverse contra ellos".
El documental Cita con la muerte recoge comentarios del ex agente de la CIA Sam Halpern, en uno de los cuales dice: "Castro nos derrotó. Nos superó. Ganó, nosotros perdimos".
Laurence Keenan, un agente del FBI enviado a Ciudad de México tras la muerte de Kennedy para investigar una posible conexión cubana, dijo que le ordenaron regresar sólo tres días después y que la investigación se suspendió.
Keenan afirmó estar convencido de que Lyndon Johnson bloqueó más investigaciones porque una prueba de un vínculo cubano lo habría puesto bajo una gran presión para invadir la isla y agrega que la Dirección Federal de Seguridad México recibía información de la Embajada de Cuba y una ciudadana mexicana, Silvia Durán, conseguía pasaportes mexicanos para los espías cubanos.
Una realidad indiscutible es que Fidel Castro estaba seguro de que las diferencias con el mandatario estadounidense eran imposibles de superar, que Kennedy era un enemigo de su régimen y que los compromisos contraídos podían variar en dependencia de los acontecimientos mundiales, por lo tanto, para muchos analistas, Castro se curó en salud al mandar a matar a Kennedy.