La Policía es una variable de la acción del Estado en materia de seguridad pública, como también lo es la Justicia penal, la procesal penal, el sistema penitenciario, los servicios de inteligencia, la coordinación interfuerzas, interjurisdiccional y la cooperación internacional, junto con la participación ciudadana. Pero la intervención policial suele ser la más visible e inmediata de ellas.
La medida más concreta que ha tomado la administración Macri en materia de seguridad pública quizás sea el envío de aproximadamente siete mil hombres de las fuerzas de seguridad federales a la provincia de Buenos Aires y cerca de tres mil a Santa Fe.
Más allá de la discusión de si esta decisión no es volver a recurrir a medidas de corto plazo que buscan impacto electoral antes que resolver el problema de fondo, la realidad es que son dos distritos donde la situación en seguridad pública es crítica y que, sumados, tienen casi la mitad de los argentinos.
El envío de fuerzas federales (sobre todo de Gendarmería) se dispone porque las dos policías provinciales han mostrado falencias y limitaciones que lo justifican. Pero cabe recordar que ambas provincias, una década atrás, realizaron respectivas reformas policiales que tuvieron como mayor innovación el cambio de las jerarquías, mediante la fusión de oficiales y suboficiales en una sola y la modificación de la denominación de los grados.
En enero de 2005, entró en vigencia la ley provincial 13201 de la provincia de Buenos Aires, que, entre otras reformas a la Policía Bonaerense, fusionó los nueve grados de oficiales y suboficiales en una jerarquía única de nueve grados, encabezada por el superintendente y finalizada con el oficial, nueva denominación que se dio al agente. Paradójicamente, mientras en el nivel más alto los comisarios pasaron a llamarse comisionado, los comisarios y los subcomisarios pasaron a tener denominación militar, la de capitán; se incorporaron las denominaciones de teniente primero, teniente y subteniente.
Un año más tarde, la provincia de Santa Fe —antes de que llegara el socialismo a la gobernación— implementó el mismo tipo de reforma. La ley provincial 12521 entró en vigencia a comienzos de 2006. Como había sucedido con la Policía Bonaerense, las jerarquías de oficiales y suboficiales fueron fusionadas en una de sólo diez —casi la mitad, como en el caso anterior—; el cargo más alto es el de director general de Policía y los dos más bajos, los de oficial y suboficial.
El argumento más esgrimido para esta reforma era que terminaba con el sentimiento corporativo establecido a través del régimen jerárquico anterior. Pero una década más tarde resulta claro que esta reforma, en lugar de hacer policías más eficaces y disciplinadas, generó la situación contraria en las dos fuerzas policiales donde se llevaron a cabo.
Es que esta fusión de grados debilitó e incluso rompió las jerarquías y lesionó la disciplina, con los efectos de ineficacia que hoy son conocidos.
La paradoja es que en la actualidad —lo mismo sucedió en el Gobierno anterior— se debe recurrir a fuerzas de seguridad federales que mantienen las jerarquías tradicionales de sus cuadros de oficiales y suboficiales, como es el caso de la Gendarmería, para ocupar la función que las policías desjerarquizadas deliberadamente hoy no están en condiciones de ejercer.
Pero la paradoja es mayor cuando, frente a esta evidencia, la Ciudad de Buenos Aires, al fusionar 19 mil hombres de la Policía Federal con los 5 mil de la Metropolitana, lo hace con la misma política que el Gobierno nacional reconoce que ha fracasado al enviar fuerzas federales a Buenos Aires y Santa Fe.
Los nueve grados de oficiales de la Policía Federal y los ocho de suboficiales ahora pasan a integrarse con los ocho de la jerarquía de la Policía Metropolitana, que desde su inicio fue creada con esta escala jerárquica única de nueve grados, que comienza en el superintendente y finaliza en el oficial en el grado más subalterno. Los comisarios ahora se llamarán comisionados. Como sucedió con las policías de Buenos Aires y Santa Fe, esto va a tener un costo de disciplina y eficiencia en la función de estos efectivos, que comprenden las comisarías, cuerpo como la Guardia de Infantería, la Policía Montada y los Bomberos.
Además, en esta fusión, la relación de origen es de cuatro agentes de la Policía Federal por cada uno de la Metropolitana, lo que hará más difícil imponerles a los primeros la cultura de la segunda estructura.
Si esta fusión deriva en una desarticulación, políticamente cabe recordar que la Ciudad de Buenos Aires es la sede del Gobierno nacional y que la seguridad urbana en ella quedará a cargo de una policía que, si no se cambian algunos aspectos claves del plan de fusión como este, puede derivar en una seguridad menos eficaz en la capital.
Afortunadamente, no está dicha la última palabra, ya que la fusión de las policías en la Ciudad de Buenos Aires tiene que ser sancionada por una ley de la Legislatura porteña, que tiene la oportunidad de modificar aspectos de la propuesta que ha sido planteada y será debatida el 17 de noviembre.
Además, tratándose de la capital, la seguridad del distrito es un tema donde también debe escucharse la voz del Poder Ejecutivo y algo positivo que ha caracterizado a la administración Macri en su casi año de gestión ha sido corregir propuestas que necesitaron cambios.
@FragaRosendo
El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.