Hay gente que piensa que la escuela secundaria es una especie de guardería, el lugar donde la sociedad mantiene encerrados a sus adolescentes durante unas horas "para que no estén en la calle" o "para que larguen la compu un rato".
Otra gente piensa que es una institución obsoleta, con mesas, sillas, timbres, materias, horarios, profesores "incapacitados" y ceremoniales centenarios. En general, estas personas sostienen que lo que se intenta enseñar ahí no sirve para nada, está fuera de contacto con la realidad y es una pérdida de tiempo.
Hay quienes dicen que la escuela secundaria pública actual es un espacio donde los pibes adictos, borrachos y delincuentes se mezclan en salones con pibes con capacidades diferentes, pibes de otras edades, víctimas de cualquier clase de violencia y, mayormente, pibes pobres. Dicen que esos chicos están ahí para ser contenidos o comer, porque no se puede hacer otra cosa con ellos.
Y escribo "dicen" porque todos los que piensan estas cosas las dicen. Los adolescentes (y los demás) los escuchan.
En este momento, miles de profesores están pidiendo a sus alumnos que guarden, por favor, su bendito celular, sin éxito. En este momento, en algún salón, un alumno está insultando a su profesor. En otro lugar, un alumno le pegó una piña en plena mandíbula a su profesora de matemáticas. En la dirección de algún lado, hay padres amenazando a la directora de un colegio. Hay alumnos que acaban de robarle la billetera a su docente. En centenares de aulas, en simultáneo, mientras alguien lee este texto, hay un griterío infernal.
Para mí, toda esa gente que piensa lo que afirmé en los primeros tres párrafos tiene parte de culpa en esos tristes sucesos.
Yo pienso que la escuela secundaria es uno de los lugares más importantes. En su interior, los adolescentes experimentan la tremenda metamorfosis que los lleva de ser niños a jóvenes, rodeados de pares y de adultos que los escuchan, contienen, educan y aconsejan bien. Es el único espacio donde la tecnología convive con los clásicos, con los textos escritos en papel, con las cuentas hechas a mano. Franz Kafka, Robert L. Stevenson, Edgar A. Poe, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, la mitología griega, la lapicera y los fibrones, las cartulinas para dibujar, la música que no suena en la radio ni en los boliches, la importancia de ser buen ciudadano, la historia, los filósofos, los textos argumentativos, los valores, el teatro; todo desfila, interactúa, se mezcla con los pensamientos de los chicos y los arranca por lapsos más o menos cortos de sus cotidianidades, acompaña y estimula su pensamiento. Lo que suceda durante esa etapa condicionará el resto de la vida de cada uno de los alumnos.
Muchos de los que piensan algo parecido dedican su vida a escuchar, contener, educar, enseñar y aconsejar bien a los adolescentes adentro de las escuelas. No es una tarea fácil: hay que trabajar duro para hacerlo. Para todos ellos, mi agradecimiento y mi reconocimiento por el Día del Profesor.
@adrianadice
La autora es docente, profesora en Letras (UNLP).