Caso Cordera: más y mejor discurso, no menos

Por Agustina del Campo

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¿Publicar o no publicar? ¿Remover o no remover? En el Congreso Nacional se debaten en estos días distintos proyectos de ley que proponen, en más o en menos, la censura de contenidos de carácter discriminatorio. El argumento contra este tipo de leyes es que, ante la discriminación, particularmente ante la discriminación estructural, caracterizada por su arraigo, siempre es preferible más y mejor discurso, y no menos.

La repercusión social que tuvieron las declaraciones del señor Gustavo Cordera es prueba de ello. Una condena pública y masiva. Una condena no sólo discursiva, sino efectiva: perdió dinero, perdió credibilidad, perdió legitimidad pública. ¿Es repudiable la opinión de Gustavo Cordera en la charla que realizo en TEA? Claro que sí. ¿Hubiera sido mejor censurarla? ¡Claro que no!

El discurso discriminatorio es poderoso y no es inofensivo. Muy por el contrario, duele, estigmatiza y enoja. Sin embargo, la condena social al discurso discriminatorio es tanto o más poderosa que el discurso mismo. Al decir de la ex relatora especial de libertad de expresión de la Organización de los Estados Americanos (OEA), hay discursos que es mejor combatir en el foro público.

Las mujeres estamos más seguras en una sociedad que condena enérgica y públicamente los dichos de Cordera que en una que los censura, invisibiliza o ignora. Sucesos como este destacan la importancia de la educación, la sensibilización y la información. La pluralidad de voces en el discurso público hace parte esencial de ello.

En nuestro país, queda mucho por hacer para combatir efectivamente la discriminación y garantizar la igualdad, y los esfuerzos legislativos en esta materia son bienvenidos y necesarios. El ejercicio que como sociedad hicimos esta semana con Gustavo Cordera sirve para reflexionar sobre el medio y los fines adecuados para lograr estos objetivos. Pensemos legislación que fomente el discurso contrario, legislación que empodere para rebatir la opinión discriminatoria sin censurarla, con convicción, con argumentos, con respeto. Pensemos legislación que promueva este tipo de reacciones frente a la discriminación, más comprometida y menos indiferente. Pensemos cómo promover más y mejor discurso sin imponerlo.

 

La autora es directora del Centro de Estudios en Libertad de Expresión y Acceso a la Información (CELE) de la Universidad de Palermo.

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