El debut con derrota ante Portugal no fue el esperado para la Argentina. La ausencia de andamiaje ofensivo, junto con las desatenciones de la última línea significaron un problema que debe resolver el Vasco Olarticoechea de manera urgente. Además, tendrá que trabajar en la concentración de los protagonistas, dado que el público brasileño expone constantemente sus diferencias con los albicelestes.
En el momento de los himnos el estadio Engenhao dejó en claro que los argentinos son muy visitantes. La silbatina generalizada que se produjo cuando sonaron las estrofas nacionales fue la marca que dejó la torcida para que los futbolistas sientan el rigor.
Los gritos de aliento a favor de los portugueses se fueron transformando en canciones que recuerdan los 1.000 goles de Pelé, para argumentar que el astro surgido del Santos es más grande que Maradona. El tradicional ole, ante los toques lusitanos y el reproche constante ante cada intervención argentina acompañaron a una derrota celebrada por los cariocas.
Los goles de Paciencia y Pité se gritaron como si los autores de las conquistas hubieran sido Romario y Bebeto. Cada acción desperdiciada por los criollos fue un alivio generalizado que demostró la adversidad vivida en el Joao Havelange. A pesar de la escasa afición europea, los espectadores con camisetas del Flamengo, Fluminense o Botafogo se encargaron de apoyar a los portugueses.
El desafío está planteado para los próximos compromisos frente a Argelia y Honduras. Más allá de la obligación de ganar para mantener las posibilidades de acceder a la siguiente instancia, el entrenador deberá convencer a sus dirigidos de que son capaces de silenciar a una multitud.