Por Agustín Menendez
Habiendo ganado las elecciones Héctor Cámpora en marzo de 1973, se empezó a pensar la posibilidad de entablar relaciones con la República Democrática Popular de Corea, conocida comúnmente como Corea del Norte. En el que sería uno de los viajes más extraños y misteriosos de la historia de la diplomacia argentina, María Estela Martínez de Perón y el oscuro adlátere José López Rega visitaron la China maoísta y la capital de Corea del Norte, Pyongyang, con el fin de acercar a estos dos países para afianzar su idea de "La hora de los pueblos".
La autodenominada "Embajada Justicialista" obtendría una excelente recepción en ambos países. En Corea del Norte, siendo recibidos por miembros de la Juventud del Partido de los Trabajadores de Corea en el Palacio de los pioneros del Pueblo coreano, así como también una fastuosa comida con el "Presidente eterno" Kim Il-sung.
El viaje rindió sus frutos y el 1 de junio de 1973 se establecieron relaciones formales entre ambos países con la firma de una Declaración Conjunta donde, entre otras cosas, se promovería "la liberación de los pueblos del Tercer Mundo" y se estimularían "sus relaciones de amistad y cooperación en todos los campos".
Corea del Norte abrió casi de inmediato una representación en Buenos Aires, siendo el primer diplomático norcoreano en Buenos Aires el Consejero Mun Song-guk, y estableciéndose en la calle Gorostiaga 2115, en el barrio de Palermo. Argentina, por el contrario, jamás llegó a materializar su representación en el reino eremita.
Posteriormente, se firmó un convenio comercial para fines de 1973, único acuerdo de peso entre ambos países, donde se comerciarían, entre otros productos, fibras sintéticas, azúcar, cereales, lanas, algodón, entre otros.
Vale además destacar que en los archivos de la Cancillería argentina se encuentra información sobre dos agentes norcoreanos que operaron entre 1973 y 1974 intentando establecer relaciones con el ERP y el gobierno de Salvador Allende en Chile que, al igual que Argentina, había establecido relaciones con Corea del Norte. Los agentes llamados Kim Man-pock y Bock Lee-sung al parecer habían entablado relación con los erpianos Roberto Jorge Matthews y Gabriel Francisco De Benedetti, ambos desaparecidos por la dictadura militar y que integraban la Compañía "José Luis Castrogiovani". Siempre se creyó, tanto en Argentina como en Chile, que la embajada servía para venderles armas de forma clandestina.
Otro de los episodios de esta relación se dio en el año 1975, siendo ya Presidente Isabel Perón, en que fue recibida en la residencia de Olivos una delegación de 78 niños que, habiendo dado un regalo y una carta de Kim Il-sung, interpretaron canciones tradicionales coreanas y, como regalo especial, entonaron fonéticamente la marcha peronista.
Con el gobierno militar en el poder, las relaciones se enfriaron y el 5 junio de 1977 los diplomáticos norcoreanos se fugaron del país al haberse prendido fuego la embajada producto en un presunto incendio en la filmoteca que tenían en la sala de proyecciones del inmueble. Conocida es la afición que tenía Kim Jong-il con el cine, tanto es así, que todas las embajadas de Corea del Norte debían proveer de películas de todas partes del mundo para que el equipo de traductores las doblara al coreano para consumo personal del dictador.
A los pocos días de este hecho, el general Videla rompió formalmente relaciones con Corea del Norte considerando inaceptable la actitud asumida por toda la dotación de la Embajada al escaparse sin informar a las autoridades argentinas y habiendo afectado a propiedades y bienes de ciudadanos argentinos, entre ellos un tendal de deudas por encima de los diez millones de dólares.
Luego de terminada la Dictadura, el último acercamiento se daría en 1989 con la asistencia formal de una comitiva de 90 argentinos al XIII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes celebrado en Pyongyang de numerosos partidos políticos. Entre los asistentes se encontraban unos jóvenes Eduardo Aliverti, Pablo Ciarliero y Hernán Lombardi (todos militantes del Partido Comunista) exigiendo desde el mancomunado frente internacionalista "Fuera ingleses de Malvinas. Fuera yanquis de América Latina", tal y como rezaban las remeras que usó la delegación argentina al ingresar al Estadio Reungrado Primero de Mayo, que ostenta el récord de ser el estadio más grande del mundo.
Posteriormente, luego de la caída del Muro de Berlín, Corea del Norte se encontró desvalida de su principal soporte, la Unión Soviética y aceptó integrarse en las Naciones Unidas hacia 1991, recibiendo el apoyo de Argentina. Las condiciones económicas del país se habían deteriorado sensiblemente y la supervivencia lo obligó a abrirse -aunque tampoco demasiado- al mundo.
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Antes de que terminara la era Menem, Corea del Norte intentó infructuosamente relacionarse con Argentina prometiendo apoyo a la candidatura de Buenos Aires como Sede de los Juegos Olímpicos (2000) e inclusive barajó la idea de abrir una oficina comercial sin status diplomático. Nada de ello se concretó.
Toda esta historia que parecía ya ser parte de los anales de la historia diplomática argentina incorpora un nuevo episodio ya que se ha divulgado la existencia de un mercado que vende productos argentinos en Corea del Norte. Los habitantes denominan a este mercado como "Seobong", sin embargo, aquellos extranjeros (mayormente diplomáticos) que viven y trabajan en la capital lo llaman "mercado Argentina". Allí los pagos se realizan en euros y se encuentran gran diversidad de productos de nuestro país.
Este hecho es un ejemplo de cómo se está modificando la economía en Corea del Norte, ya que la mitad de la economía está operando a través del sistema Jangmadang, es decir, la combinación de mercados negros, mercados de agricultores y de locales. Estos mercados si bien están fuertemente regulados por el Estado, se les permite operar puesto que constituyen el pilar básico de subsistencia de una nación que no es viable siguiendo los parámetros de la ideología Juche, donde en teoría debiera haber colectivización forzosa y distribución equitativa de lo producido a través del sistema centralizado manejado por el ejército.
Así entonces, desde la Embajada Justicialista abriéndose paso para "la hora de los pueblos" hasta el incendio y fuga de los norcoreanos, pasando por la relación a nivel partidario en la era Alfonsín y el coqueteo en la época menemista, Argentina nuevamente se encuentra de forma heterodoxa, vinculada a Corea del Norte teniendo sus productos en las góndolas de su capital, donde la economía sumergida empieza a trastocar el orden social norcoreano. Un hilo rojo que sobrevive del otro lado del mundo.