Mujeres "malas" de la Historia

En consonancia con la Real Academia, que corregirá la acepción “sexo débil” –hasta ahora sinónimo de femenino-, este es un repaso de las vidas de ciertas damas poderosas, muy alejadas de ese estereotipo

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De Ana Bolena a Lucrecia
De Ana Bolena a Lucrecia Borgia, pasando por Catalina de Medicis, Catalina de Rusia, Isabel I, Cleopatra y Josefina: mujeres que rompen el estereotipo de “sexo débil”

Cleopatra (69 – 30 a.C.): "Si su nariz hubiese sido más corta…"

"Si la nariz de Cleopatra hubiese sido más corta, toda la faz de la tierra habría cambiado", escribió el filósofo Blaise Pascal. Inevitable detectar el tono machista del comentario: contra lo que indican algunas representaciones de esta reina de Egipto, Cleopatra no era especialmente bella. Si sedujo a dos de los hombres más poderosos de su tiempo, fue gracias a su inteligencia y a una personalidad fuera de serie.

Pocas vidas fueron tan novelescas como la de esta princesa griega, última faraona de Egipto, que amó locamente a Julio César -30 años mayor que ella- y fue amada con locura por Marco Antonio que por Cleopatra y junto a ella terminó quitándose la vida.

No sorprende que esta mujer extraordinaria haya inspirado desde el fondo de la historia a novelistas, dramaturgos, poetas y pintores, y, en tiempos contemporáneos, al séptimo arte.

Cleopatra, la princesa griega que
Cleopatra, la princesa griega que fue la última faraona de Egipto

La dinastía de los Tolomeos fue fundada por un general macedonio al que Alejandro Magno nombró gobernador de Egipto y que a la muerte del gran conquistador restauró en su provecho el título de faraón, manteniendo lengua, religión y costumbres griegas, y estableciendo la capital de su reino en Alejandría.

En el siglo de Cleopatra, el creciente poder de Roma amenazaba ya la soberanía egipcia y los faraones iban cediendo dinero y trigo para evitar la conquista total.

A la muerte de su padre, Tolomeo XII, Cleopatra hereda la corona, con sólo 17 años y, por mandato paterno, debe compartir el poder con su hermano, Tolomeo XIII, un niño de 10. Siguiendo la costumbre, se casa con él, para consolidar la herencia dinástica. Aun así, no puede evitar una conspiración en su contra fomentada por su hermano –algo muy frecuente en las monarquías hereditarias- y, a sólo 3 años de haber asumido el trono, debe huir a Siria.

Entre tanto, los coletazos de las luchas internas por el poder en Roma llegan a Egipto. El general romano Pompeyo, derrotado por Julio César, pide asilo al joven faraón Tolomeo. Pero éste lo traiciona, lo mata y le envía su cabeza a César esperando congraciarse con él.

Y acá entra en escena la astucia del victorioso general romano, que se finge ofendido por el crimen. Y la de la joven Cleopatra, que, enterada de la llegada de Julio César a Alejandría, vuelve de su exilio y se hace introducir en su presencia. Según Plutarco (Vidas paralelas), lo hace escondida en una alfombra que será desenrollada frente a César.

Ambos se entienden de inmediato. César necesita del dinero y del grano egipcio y comprende rápidamente que Cleopatra es infinitamente más inteligente que su hermano -que acabará ahogado en el Nilo durante un combate contra los romanos- y la hace su amante.

Dos años más tarde, ella se le une en Roma. Su presencia será un argumento más para los conspiradores que acabarán asesinando a Julio César. Cleopatra debe huir para no caer en manos de los enemigos de su malogrado amante, pero poco después da a luz a un presunto heredero de Julio César, Cesarión.

Busto de Cleopatra
Busto de Cleopatra

En Roma, Marco Antonio, ex lugarteniente de Julio César, recibe en suerte Grecia y Asia, en ocasión del reparto que hacen los miembros del triunvirato que integra junto a Octavio y Lépido, sus competidores.

Él también necesita dinero y trigo para mantener sus ejércitos y apela a Cleopatra, que primero se hace rogar y luego acude a su encuentro en Tarso. Nuevamente debemos a Plutarco el relato de la espectacular llegada de Cleopatra, en una caravana fluvial, vestida como Afrodita, con lujo oriental que impresiona a Marco Antonio. La pasión estalla y el general romano repudia a su esposa y se casa con Cleopatra, que le dará tres hijos. Se instala con ella en Alejandría, donde llevan una vida de lujo y placer.

Pero en Italia los partidarios de Marco Antonio se ven amenazados por el creciente poder de Octavio. Antonio regresa, pacta con su adversario y para sellar la paz se casa con Octavia, la media hermana de su rival.

Pasarán cuatro años antes de que Marco Antonio regrese a Alejandría, pero el tiempo no disipó sus sentimientos por Cleopatra. Ella lo convence de fundar un imperio oriental que rivalice con Roma. Es la gota que rebalsa el vaso. Octavio convence al Senado de que le financien una expedición contra Cleopatra y Marco Antonio. En Actium, vencerá a este último poniendo fin, de paso, a la última dinastía de faraones. Concluyen tres mil años de historia faraónica; desde ese momento, Egipto se convierte en una provincia romana más. Y en el granero de Roma.

Falta comentar el trágico y romántico final de los dos amantes: viéndose derrotado, Marco Antonio se arroja sobre su espada. Herido, es llevado junto a su amada y muere en sus brazos. Cleopatra se suicida haciéndose morder por una serpiente.

Ana Bolena (1500-1536), ascenso y caída de un temple de acero

Como Cleopatra, tampoco Ana Bolena era una belleza. Los testigos la describen sí como una mujer de gran presencia, mirada penetrante y largo cabello oscuro que lucía suelto hacia atrás. Una personalidad de hierro en un cuerpo menudo.

Nacida en el seno de una familia aristocrática, su padre, diplomático, es consejero del rey Enrique VIII. Ana llega a la Corte en 1526 y el rey se enamora de ella, lo cual acelera su deseo de divorciarse de su esposa Catalina de Aragón, española y muy católica.

En parte por eso, y en parte por el deseo de volver más absoluto su poder, convirtiéndose en cabeza de la iglesia, el rey empieza a coquetear con el protestantismo.

La audaz Ana Bolena. Por
La audaz Ana Bolena. Por ella, Enrique VIII repudió a su esposa y rompió con el Vaticano.

El resto es conocido: Ana empieza a acumular poder en la Corte. Utiliza el influjo que tiene sobre Enrique para hacer rodar las cabezas de quienes se oponen a su enlace con el rey, de quien se resiste a ser amante; su objetivo es el trono. Finalmente, Enrique repudia a su esposa, rompe con el Papa y se casa con Ana. Nace la Iglesia Anglicana.

La caída de Ana Bolena es casi tan fulgurante como su ascenso. A sólo tres años de casarse, está prisionera en su cuarto esperando su ejecución.

En el medio, le ha dado a Enrique una heredera, Isabel, pero sus otros dos hijos mueren a poco de nacer. El tercero es un varón. Al verlo muerto, el rey se convence de que está maldito.

Acusa a Ana de adulterio, con cinco hombres, entre ellos su propio hermano. El joven será ejecutado dos días antes que ella.

Ana enfrenta la muerte con una calma y compostura que impresionan a la multitud. Casi sonriente, pidió por el rey, "el mejor soberano del mundo", y encomendó su alma a Dios. Tenía 35 años. Había hecho venir un verdugo de París, el mejor en el manejo de la espada, para que cortase limpiamente su delicado y fino cuello.

Mientras ella enfrentaba a su verdugo, Enrique ya estaba cortejando a su tercera esposa, Jane Seymour, que le daría un heredero varón.

Sin embargo, Ana Bolena tendría una revancha póstuma: su hija Isabel gobernaría muy pronto y por un larguísimo período, dejando en el reino una impronta definitiva.

ISABEL Iª DE INGLATERRA (1533-1603), cuerpo débil, corazón y estómago de rey

"Sé que tengo el cuerpo de una mujer débil y frágil, pero también tengo el corazón y el estómago de un rey, y de un rey de Inglaterra además!" (Isabel Iª, hacia 1570).

Estuvo a punto de perder la cabeza, y por decisión de la misma persona que luego le abrió la vía al trono. Su infancia y adolescencia estuvieron signados por la incertidumbre. Su madre, Ana Bolena, había sido ejecutada cuando ella tenía sólo 3 años.

A la muerte de Enrique VIII, lo sucedió primero su único heredero varón, hijo de Jane Seymour, su tercera esposa, pero el pobre muchacho murió de tuberculosis a los 19 años, en julio de 1553.

Isabel queda entonces bajo la tutela -o a merced de, si se prefiere- su media hermana mayor, María (1516-1558), hija de Enrique y Catalina de Aragón, repudiada por el primero cuando se encaprichó con la Bolena. Las chances de que María le tuviese simpatía a Isabel eran bastante estrechas.

Isabel, hija de Enrique VIII
Isabel, hija de Enrique VIII y Ana Bolena. Tenía 3 años cuando su padre hizo decapitar a su madre, bajo la falsa acusación de adulterio

Para colmo, una era fanáticamente católica y la otra sospechada de protestante.

María se casa en 1554 con el heredero del trono de España, el futuro Felipe II. Para frenar el descontento que causa este matrimonio, la reina se pone a perseguir protestantes. La joven Isabel es encarcelada durante 50 días en la Torre de Londres.

Pero el destino interviene en su favor, porque su media hermana no logra tener hijos y debe resignarse a dejarle el trono en herencia, al morir, a los 42, en noviembre de 1558. Isabel tiene 25 años.

Se abre así, el que será llamado siglo isabelino. Y uno de los reinados más prósperos para el Reino, lo que le hará decir a muchos que el mejor rey de Inglaterra fue una reina. Ella se rodea de consejeros meritorios, como William Cecil, 1er barón de Burghley, y sir Walsingham.

Otro acierto fue la vuelta al rito anglicano mediante la restauración del Acta de Supremacía de 1534, que hace del rey el jefe exclusivo de la Iglesia de Inglaterra, consolidando así su poder, aunque la medida le valdrá la excomunión por parte del Papa.

Entre Isabel y su prima María Estuardo se establecerá una relación similar a la que ella misma tuvo con su media hermana. María Estuardo es reina de Escocia y jefa espiritual de todos los católicos del reino. Además, mientras Isabel no tenga hijos, es una potencial heredera al trono. Demasiadas amenazas juntas. Aprovechando errores de su joven prima, Isabel la recluirá –entre protección y cárcel- y luego de décadas de tenerla encerrada en un castillo, un día la hará cortar la cabeza.

Isabel I aseguró el reinado de Inglaterra sobre los mares construyendo la potencia marítima y comercial de su país, al tiempo que internamente se desarrollaba la manufactura de la lana. Bajo su reinado, Londres supera a sus tradicionales rivales en dinamismo comercial.

Al mando de los corsarios Francis Drake y sir Walter Raleigh –llamados los sea dogs, perros de mar, de Isabel-, los marinos ingleses se lanzan a la conquista de los mares. Drake intentará la vuelta al mundo, mientras Raleigh explora la Florida y acaba conquistando Virginia, así llamada en honor a la reina "virgen".

Isabel I de Inglaterra, la
Isabel I de Inglaterra, la “reina virgen”, que rechazó a todos los pretendientes para no compartir el poder

En 1600, los mercaderes de Londres fundan la Compañía Inglesa de las Indias Orientales que abrirá el comercio con India y más tarde la conquistará.

Celosa de su poder, la "reina virgen" rechazó sucesivamente a todos los aspirantes a su mano, incluyendo el al rey Felipe II de España y al entonces futuro rey Enrique III de Francia.

Con un talento innato para ejercer el poder, Isabel era consciente de que hubiera debido cederlo parcialmente a favor de un eventual marido. Y se abstuvo de ello. Esto hizo de ella la última soberana de la dinastía Tudor porque, ante la cercanía de la muerte, tuvo que nombrar heredero ni más ni menos que al hijo de María Estuardo, que subió al trono como Jacobo I°, al concluir, con su muerte en 1603, a los 70 años, el largo reinado de Isabel.

Su siglo fue también el siglo de Shakespeare, a quien le bastó observar el espectáculo de la corte para encontrar inspiración.

LUCRECIA BORGIA (1480-1519), ¿victimaria o víctima?

¿Quién fue realmente Lucrecia Borgia? ¿Una desvergonzada, ninfómana y envenenadora o una joven bella y refinada, víctima de la lascivia, la ambición y la falta de escrúpulos de su padre y su hermano?

La historia está revisando lo que actualmente se considera es un mito en buena medida construido por el escritor Víctor Hugo, quien noveló su vida convirtiéndola en femme fatale, en obras de teatro que atraían masivamente al público mediante la exageración de los rasgos demoníacos del clan Borgia. Ni de la sospecha de incesto se salvó la pobre Lucrecia.

Hoy se tiene más la visión de una joven que fue la primera víctima de los Borgia. Su padre la casó tres veces, siempre en función de los avatares de sus alianzas político-territoriales. Su hermano asesinó al marido que probablemente ella más quiso.

Lucrecia Borgia: su padre, el
Lucrecia Borgia: su padre, el papa Alejandro VI, la casó tres veces, siempre en función de sus alianzas políticas

Educada en el convento dominicano San Sisto de Roma, Lucrecia era una joven culta y de costumbres refinadas.

Convertido en Papa, con el nombre de Alejandro VI, su padre, Rodrigo Borgia, la casa por primera vez cuando ella tiene apenas 14 años, con Giovanni Sforza, heredero del ducado de Milán, con quien quiere aliarse. Sforza es un viudo, amargado y taciturno. El desdichado matrimonio durará hasta el cambio de estrategia del Vaticano.

Borgia necesita ahora el apoyo de Nápoles y de España. Sforza se convierte en un obstáculo. Los hermanos de Lucrecia, Juan y César, son los encargados de hacerle entender al duque que debe dar un paso al costado. Finalmente el matrimonio es anulado en noviembre de 1497 por impotencia del marido que de este modo es públicamente humillado. El detalle es que Lucrecia da a luz a un niño, cuatro meses después… Allí empieza la leyenda negra: el propio Sforza, vengativo, hace correr el rumor de que el hijo es fruto de una relación incestuosa entre Lucrecia y su padre…

Pero el marido que le imponen esta vez es de su agrado: el joven duque de Bisceglia, de la casa de Aragón, atractivo, se dice que era uno de los hombres más bellos de Italia.

Pero poco después, el juego de alianzas cambia nuevamente y en julio de 1500, César Borgia manda asesinar a su cuñado. El atentado falla. Mientras Lucrecia cura las heridas de su esposo, su hermano irrumpe en el palacio y completa la tarea, estrangulando al joven duque delante de su hermana.

Desde entonces, ella vive aterrada, bajo el dominio familiar.

Pintura de Bartolomeo Veneto. Se
Pintura de Bartolomeo Veneto. Se presume que la modelo fue Lucrecia Borgia

Y deberá someterse a un tercer matrimonio, con el heredero del Ducado de Este, príncipe de Ferrara. Este casamiento le permitirá alejarse de Roma y de su familia. Como duquesa estará al frente de una de las cortes más refinadas de Europa, administra la casa y convierte el lugar en un punto de referencia cultural.

Termina sus días en un brote de misticismo, más lejos aún de la vida escandalosa que la posteridad le ha atribuido. Reza, se flagela, funda un convento y hace donaciones a iglesias y hospitales. Muere de parto, en junio de 1519 cuando tiene apenas 39 años. Su mortaja será un hábito franciscano.

CATALINA DE MEDICIS (1519 – 1589), la regente negra

Por años, ella fue el verdadero poder detrás del trono de Francia, sucesivamente ocupado por tres de sus hijos, ninguno de los cuales heredó las condiciones que sí tenía ella para el gobierno. Y casó a su hija Margot con el sobrino que finalmente heredaría el trono, fundando la dinastía de los Borbones.

Catalina era hija del duque de Florencia, Lorenzo de Medicis, y de la francesa Madeleine de La Tour d'Auvergne.

A los 14 años la casaron con Enrique de Orléans, hijo menor del rey de Francia Francisco Iº, que esperaba así beneficiar a su reino financieramente complicado con la abultada fortuna de los Médicis que Catalina eventualmente heredaría.

Catalina de Medicis: madre de
Catalina de Medicis: madre de tres reyes de Francia y suegra del primer Borbón, Enrique IV

La muerte prematura de los hermanos mayores de su esposo, lo llevan inesperadamente al trono, que asume como Enrique II.

Durante la primera década, el matrimonio no tendrá hijos, pero luego recuperan el tiempo perdido, engendrando ni más ni menos que diez hijos, tres de los cuales llegarán al trono de Francia: Francisco II, Carlos IX y Enrique III.

Enrique II humillaba públicamente a Catalina, imponiéndole la presencia –y la preeminencia- en la Corte de su amante, Diana de Poitiers. Pero el destino cambió su suerte. Enrique murió como consecuencia de una herida en un torneo y el trono pasó a manos de su hijo mayor, de 16 años y frágil salud, que sólo reinó unos meses. A su muerte, la corona recayó en la cabeza de Carlos. Como era menor de edad, Catalina es nombrada regente y allí se revelarán sus dotes para el poder. Francia vivía entonces bajo el fuego del enfrentamiento entre católicos y protestantes. Ella intenta primero una conciliación. En 1561, tres poderosos jefes católicos del reino, entre ellos el duque de Guisa, crean una liga anti protestante, lo que representa una amenaza a la autoridad real.

Coligny, jefe de los protestantes, es consejero de su hijo Charles IX, y lo alienta a declarar la guerra a la España Católica. Catalina comprende que el país puede volcarse hacia los Guisa y decide entonces encabezar la lucha contra los protestantes.

Catalina de Medicis, la regente
Catalina de Medicis, la regente negra, era hija de Lorenzo de Medicis

En 1572, en el día de San Bartolomé, ordena la masacre de los protestantes, en especial el asesinato de Coligny, para privarlos de un jefe carismático, pero perdona la vida a su yerno, Enrique de Navarra (el Borbón). Se dice que Catalina no previó que el odio de los católicos hacia los protestantes era tan furibundo y que la masacre superó sus cálculos…

Su hijo Carlos IX muere en 1574 y sube al trono otra de sus vástagos, Enrique. Catalina pasa a un plano más discreto.

Vestía siempre de negro, tenía un carácter reservado, era supersticiosa y le gustaba rodearse de adivinos, entre ellos, el célebre Nostradamus. Todas condiciones que agigantaron su reputación de conspiradora e intrigante florentina.

CATALINA DE RUSIA (1729-1796), la Grande

Famosa antes que nada por las leyendas sobre su desenfrenada conducta sexual, Catalina de Rusia -que era en realidad prusiana- fue una gran estadista, una mujer dotada para el poder: para algunos, fue una exponente del despotismo ilustrado; en realidad, fue más déspota que ilustrada.

Nacida en Stettin, como Sofía Augusta d'Anhalt-Zerbst, se casó con el gran duque Pedro de Holstein-Gottorp, sobrino de la zarina Elizabeth y nieto de Pedro el Grande.

Catalina, la prusiana que se
Catalina, la prusiana que se convirtió en zar de Rusia

Instalada en Rusia, adopta el nombre de Catalina, se convierte a la religión ortodoxa y asimila muy bien la cultura local. Era autodidacta, muy lectora: Tácito, Maquiavelo, Montesquieu. Los rusos la aprecian más que a su marido, que es inculto, inmaduro, admirador fanático de Federico II de Prusia y por ende "demasiado" alemán.

La pareja se detesta y Catalina se busca un amante, Sergei, probable padre de un heredero que nace tras ocho años de matrimonio infértil.

Pero su marido hereda el trono en 1762 con el nombre de Pedro III y se lanza a una política abiertamente pro-prusiana: rompe la alianza con Francia y Austria y restituye territorios a Prusia.

Ante el rumor de que Pedro quiere abolir la servidumbre, Catalina aprovecha el descontento de los nobles, para derrocar a su propio esposo sirviéndose de tres regimientos de la guardia del propio zar que le juran fidelidad a ella "para la defensa de la fe ortodoxa y por la gloria de Rusia". La revuelta es dirigida por el amante de turno de la reina, Grigori Orloff. El zar derrocado muere sospechosamente en una riña una semana después.

Empieza el reinado de quien será llamada la Grande.

Pronto Catalina intervendrá en Polonia, donde pone en el trono a su favorito, Stanislas Poniatowski; luego, en acuerdo con Prusia y Austria, le quitan a Polonia un tercio de su territorio.

Empiezan entonces otras guerras de conquista. El nuevo favorito de la reina Grigori Potemkin avanza sobre Turquía. Rusia tendrá acceso al Mar Negro y la Mediterráneo. Potemkin se convierte en gobernador de los territorios entre el Mar Negro y Ucrania que Turquía le cede a Rusia.

Catalina la Grande, engrandeció Rusia
Catalina la Grande, engrandeció Rusia y la gobernó con mano de hierro

Catalina también avanza sobre el Asia Central y Finlandia.

Mientras extiende el territorio, se dedica al embellecimiento de la capital, San Petersburgo, para lo cual convoca a arquitectos y artistas occidentales.

Por oportunismo político, más que por convicción, mantenía correspondencia con los intelectuales de su tiempo, D'Alembert, Diderot, Voltaire y Kant, mientras que en el interior de su reino censuraba y perseguía a todo opositor.

En la práctica, sus ideas sociales no son muy avanzadas, y mantiene un dominio férreo sobre los siervos, concediendo a los nobles el derecho de deportar a Siberia a los rebeldes. También secularizó las tierras de la iglesia junto con los siervos, pero no para liberarlos, sino para hacer generosas donaciones a la nobleza que quería tener de su lado.

Ahoga en sangre una revuelta de campesinos, obreros y cosacos.

Parte esencial de su legado, fue el crecimiento de la superficie de Rusia en un tercio y la diversificación de población que esto implicó. Otra fue el de su amor por las artes, de lo que se benefició, entre otros, el patrimonio del Museo del Hermitage.

La otra parte, en la cual se mezclan realidad y leyenda, es la de su irrefrenable apetito sexual que también atrajo la atención de novelistas y el morbo del público. Que hizo construir una habitación con muebles, cuadros y esculturas representando escenas pornográficas; que se libraba allí a todo tipo de excesos, incluyendo sadomasoquismo, pedofilia y hasta zoofilia; que en su habitación se hallaron consoladores y otros accesorios sexuales; que tuvo incontables amantes, muchos de ellos muy jóvenes; que para asegurarse la lealtad de sus consejeros los metía en su cama, etcétera, etcétera.

Tras 34 años de gobierno absoluto, muere en 1796, a los 67 años, inquieta por los acontecimientos de la Francia revolucionaria.

JOSEFINA BONAPARTE (1763 – 1814), el loco amor de Napoléon

Fue la protagonista de uno de los amores más célebres de la historia. Napoleón, varios años menor que ella, se enamoró locamente y la persiguió hasta que logró desposarla. Mientras él guerreaba por el mundo, ella lo engañaba alevosamente. Hasta que él se desencantó y los roles se invirtieron…

María Josefa Rosa de Tascher de la Pagerie había nacido en la Martinica francesa, en una rica plantación azucarera de su familia. A los 16 años, se casó con el vizconde Alejandro de Beauharnais, un seductor oficial con el que tuvo dos hijos: Eugenio y Hortensia (futura madre de Napoleón III).

Poco antes de la Revolución, Rosa se había separado de su esposo, cansada de que éste malgastase su fortuna. Con los nuevos tiempos políticos, él se convierte en diputado y luego se luce en los ejércitos revolucionarios.

Josefina Bonaparte, el gran amor
Josefina Bonaparte, el gran amor de Napoleón

Pero viene el tiempo en que la Revolución empieza a devorarse a sus propios hijos y Beauharnais cae en desgracia. También Rosa es encarcelada, en el Convento de Carmes, donde los condenados esperaban su turno para la guillotina. Beauharnais no tiene suerte y es ejecutado en 1794. Enamoradiza, ella inicia un romance en la prisión con el atractivo general Lazare Hoche (lo que más tarde le valdrá a éste la animosidad de Napoleón).

Rosa se libra por un pelo de la guillotina, gracias a la caída de Robespierre. Pero ha quedado viuda y pobre. Se cree también que el estrés de esperar la muerte en la prisión le produjo una menopausia precoz, una esterilidad que tendrá futuras consecuencias políticas.

Rosa se convierte en amante de Paul Barras, el hombre más influyente del Directorio, y animadora de la vida social en esta etapa de la Revolución. El ascendente Napoleón Bonaparte, amigo de Barras, queda flechado al conocerla. La llama Josefina. Le escribe encendidas cartas de amor y ella comenta: "Qué gracioso este hombre…"

Finalmente, es el propio Barras el que la convence de casarse con Bonaparte diciéndole que le dará el mando del Ejército de Italia. Se casan unos días antes de que él parta para la primera campaña que lo llenará de gloria.

Ella toma de inmediato un amante. Cuando empiezan a llegar a París las noticias de los logros de Napoleón, Josefina disfruta de los homenajes que un público exaltado el brinda a la esposa del héroe. Pero cuando Bonaparte la insta a reunirse con él en Italia, ella se resiste. Finalmente, no le queda más que obedecer pero no tiene mejor idea que llevarse a su amante, un capitán de húsares, Hipólito Charles.

El amor es ciego y, por mucho tiempo, Napoleón se niega a ver lo evidente. Recién un par de años después, en Egipto, uno de sus lugartenientes, Junot, se animará a contarle las infidelidades de Josefina.

Josefina, la infiel
Josefina, la infiel

El velo cae y él regresa decidido a repudiarla. Pero Josefina, rendida ahora a la gloria y al creciente poder del marido al que había despreciado, se arrastra a sus pies y luego envía a sus hijos, a los que Bonaparte quiere como propios, a interceder por ella. Habrá perdón, pero algo está definitivamente roto y los papeles se invierten. Ahora es Napoleón el que toma una amante tras otra, mientras que ella hace una vida mucho más recatada en el hogar.

Llega para ella la gloria máxima: será coronada emperatriz de Francia por su propio marido, en 1802, en la catedral de Notre Dame.

Pero, con el tiempo, su incapacidad para darle a Napoleón un heredero, a medida que se vuelve para él acuciante la necesidad de consolidar un poder dinástico, llevarán a Bonaparte a imponerle el divorcio. Aun así, él se muestra generoso. Ella conserva el título de emperatriz, una rica dote y el castillo de Malmaison.

Pero Josefina no se mostrará a la altura de la lealtad de él: tras la primera abdicación de Napoleón, cuando las potencias aliadas entran a París, ella se paseará del brazo del zar Alejandro III, enemigo de Bonaparte.

Un paseo que le será fatal: toma frío y muere de neumonía, en mayo de 1814, sin ver el impactante regreso de Napoleón desde la isla de Elba para su último acto en la escena europea.

Napoleón se corona a sí
Napoleón se corona a sí mismo y luego a su esposa, Josefina, en la Catedral de Notre Dame (cuadro de Jean-Louis David)
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