José Carlos Chiaramonte, por muchos años alma máter del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" (dependiente de la UBA y del Conicet) y del que hoy sigue siendo investigador, es el responsable de la dilucidación de varios equívocos o ideas hechas de nuestra historiografía, a través de sus estudios sobre los orígenes de la nación y del Estado, las ideas y el lenguaje político en uso en el ámbito rioplatense, entre otros aspectos que ha estudiado en su larga carrera.
En este nuevo libro, Raíces históricas del federalismo latinoamericano (Sudamericana, 2016), retoma algunos de esos conceptos –la nacionalidad argentina como resultado y no como motor del proceso de independencia, el llamar federalismo indistintamente a la Confederación y al Estado federal como fuente de muchos equívocos, etc. – y avanza en un análisis comparado de la historia de la independencia latinoamericana con la de las ex colonias angloamericanas, partiendo del hecho de que el Estado federal adoptado por éstas en Filadelfia inspiró el de la Constitución argentina de 1853, pero con resultados muy diversos.
José Carlos Chiaramonte es profesor honorario de la UBA e investigador emérito del Conicet. Sigue siendo investigador en el Ravignani (que dirigió ente 1986 y 2013) y dirige la colección "Historia Argentina y Americana" de Editorial Sudamericana. Es autor de Nacionalismo y liberalismo económicos en la Argentina. 1860-1880; Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina, Nación; Estado en Iberoamérica. El lenguaje político en tiempos de las independencias, entre otros.
En diálogo con Infobae, explica en qué factores encontró explicaciones a estos desarrollos tan diversos de un mismo sistema, opina sobre el último revisionismo y refuta el mote de "extranjerizante", lanzado desde el efímero Instituto Dorrego.
— Usted retoma en su último libro un viejo debate de la historiografía: por qué el sistema federal, que funcionó en Estados Unidos, y nosotros copiamos, nuestra Constitución del 53 está en buena medida inspirada en ese sistema, no funcionó o funcionó en forma anómala en Argentina.
— Ese es posiblemente el principal problema que trato en el libro. Trato de responder a la pregunta: por qué les fue como les fue y por qué nos fue como nos fue. Por qué un régimen representativo con división de poderes y un sistema federal, que en gran parte está inspirado en los Estados Unidos, dio tantos resultados allá y tan pobres o deficientes en toda América Latina.
En el ámbito de la intelectualidad latinoamericana reconocer la superioridad política de países anglosajones es una especie de atentado contra la identidad
El problema es que la respuesta a esto está condicionada por varios factores ideológicos. El principal quizás es que en el ámbito de la intelectualidad latinoamericana reconocer la superioridad política de países anglosajones es una especie de…
— …cipayismo…
— … o de atentado contra la identidad nacional o latinoamericana o latina. La gente de mediados del siglo XIX era más franca: Sarmiento y otros líderes de toda Latinoamérica reconocían que en Estados Unidos el sistema había dado resultados brillantes mientras que América Latina estaba sumida en un sinfín de guerras y de anarquía política. Bueno, mi intención fue evitar dos cosas: primero, la más desacreditada hoy que es la explicación racial, la diferencia entre la raza anglosajona y la latina. Segundo, la atribución a diferencias de cultura que han sedimentado y han dado como resultado hábitos distintos. Mi intención era explicar esto por la historia misma, por lo que fue aconteciendo desde el primer momento de la colonización de América en ambos extremos, en cada lugar. Y uno de los factores importantes es la formación intelectual de los líderes de la independencia. Entonces, en la primera parte del libro, comparo la formación en los colleges.
— Las universidades.
— Los colegios superiores, las universidades norteamericanas. Y lo primero que encontramos es una circunstancia histórica, no un factor decidido por una raza: en el ámbito latinoamericano había una iglesia única, una dirección centralizada de los estudios superiores desde la monarquía que tendió a crear universidades y a convertirlas en lo que una investigadora llamó "la reproducción del sistema de dominación propia de la monarquía absoluta".
Las colonias norteamericanas tuvieron una vida bastante independiente, un sistema representativo y controlaban las leyes de impuestos
Mientras que, por factores históricos, la colonización norteamericana no ocurrió en forma unificada; fueron distintas colonias que se iban asentando en distintos lugares. La Corona no las controló hasta el siglo XVIII, y cuando quiso controlarlas se produjo la independencia. Tenían una vida bastante independiente y, sobre todo, crearon un sistema representativo, con elecciones. La mayoría tenía capacidad legislativa. Y, sobre todo, hacían y controlaban las leyes de impuestos. Y controlaban la ejecución del presupuesto. Por eso si alguien se pregunta por qué en Estados Unidos se pagan los impuestos con tanta religiosidad y en los países latinoamericanos no, no es por una moralidad superior sino simplemente porque allá desde el comienzo estaban seguros que la inversión del gasto iba a estar controlada.
— O sea que, al momento de la independencia, estas colonias ya habían hecho una experiencia, en cierta forma, de autogobierno.
— De autogobierno en pequeños Estados, pequeñas repúblicas independientes.
— ¿Pero no estaban también los colleges en manos de la Iglesia?
— Pero eran diferentes credos. Lo que llamamos puritanismo no era una cosa única, sino varias tendencias distintas. Y además, estaba la iglesia oficial inglesa, la Iglesia Anglicana, cuya presencia en cada uno de esos lugares obligó a una tolerancia de hecho. Como no se podía prohibir la iglesia oficial de la Corona Británica entonces de hecho había que tolerar. De manera que, cuando llega la independencia, tenían ya una colección de cultos diversos y cierta tendencia a la tolerancia. De ahí se pasó inmediatamente, con la Constitución, a la libertad de cultos.
— Usted insiste siempre en la diferencia entre el federalismo del sistema que tenemos hoy y la confederación. En la época de Rosas, por ejemplo, hubo confederación pero no un Estado federal tal como lo entendemos hoy.
— Claro. Esto lleva a lo que le debe la Constitución argentina y de otros países latinoamericanos a la norteamericana. Aunque la Constitución del 53 toma cosas de otras vertientes, hay algo que sí es debido a Estados Unidos: el Estado federal es una invención norteamericana de la Constitución de Filadelfia en 1787. Nunca antes había existido un Estado Federal. Y esto, que parece ser lo que más dificultad suscita, es una cosa muy simple: lo que se llamaba federalismo hasta 1787 eran las uniones, ya sean ligas o confederaciones, sobre todo las confederaciones que son, por definición, una sociedad de Estados independientes soberanos. Si en el Pacto Federal argentino de 1831 se formó una confederación, eso quiere decir que las llamadas provincias, aunque fueran llamadas así, eran en realidad Estados soberanos independientes.
Rosas, que pasa por ser el campeón de la nacionalidad, fue todo lo contrario
Entonces, la cosa curiosa aquí es que Rosas, que pasa por ser campeón de la nacionalidad, fue todo lo contrario. Derrotado por última vez el unitarismo con el fracaso de la Constitución del 26, y con los sucesos que siguen a esto, fusilamiento de Dorrego, derrota de Lavalle, primer gobierno de Rosas, luego se le dan a Rosas las facultades extraordinarias y Buenos Aires, que había sido campeona del unitarismo, pasa a ser campeona del confederacionismo. ¿Por qué? Porque en calidad de Estado soberano independiente, Buenos Aires, uniéndose en forma confederada a las demás provincias, podía declararse dueña de la Aduana, del control de la navegación de los ríos y del control del comercio exterior por la Aduana de Buenos Aires. Y efectivamente los diarios de Buenos Aires de la época de Rosas responden a las críticas del Litoral y del interior en esos términos. Cito, por ejemplo, un artículo de un diario porteño de 1832,33: "Todos sabemos que desde 1810 las provincias son Estados independientes y soberanos y Buenos Aires es una de ellas. Por lo tanto puede hacer de su comercio, de sus costas, de sus ríos, lo que se le ocurra".
Lejos de facilitar la unión nacional, el estado de Buenos Aires, bajo Rosas, impidió que se cumpliese la unión constitucional que demandaba el Pacto Federal de 1831
Entonces, lejos de facilitar la unión nacional, el Estado de Buenos Aires, en su mayor parte bajo el gobierno de Rosas, impidió lo que en 1831 hubiera sido posible si se cumplía con la exigencia del Pacto Federal que era hacer una unión constitucional. Con el argumento de que los pueblos no estaban maduros para constituirse, se postergó hasta el 53 la organización nacional. De manera que la Argentina actual recién nace en 1853.
— Y ahí se adopta un modelo diferente a la confederación que es el Estado federal y las provincias, y ésta ya no son estados independientes.
— Sí, eso ocurre ya en el acuerdo de San Nicolás, el año anterior a la Constitución. El general Urquiza, vencedor en la batalla de Caseros, convoca a los gobernadores del interior que vienen en la antigua calidad de apoderados de sus provincias, es decir, no de diputados de la Nación, inexistente por otra parte. Pero ahí son obligados por las fuerzas del general triunfante a suscribir el acuerdo por el cual van a dejar de ser estados independientes y van a ser parte de una sola nación en la próxima Constitución. Eso está expresado en la fórmulas de que "el diputado no podrá venir a la Asamblea Constituyente trayendo poderes que limiten su accionar". Quiere decir que no van a ser apoderados de sus estados soberanos sino diputados de la Nación. Una vez que sean elegidos los constituyentes también van a interpretar la voluntad de la Nación a crearse y no las necesidades de sus provincias. Esto ocurre a partir del Pacto de San Nicolás. Entonces lo que tenemos es un Estado federal.
Ahí está la otra gran diferencia: cuando se hace el Congreso de Filadelfia, las partes constituyentes, son estados fuertes, económica y políticamente
Pero ahí viene la otra gran diferencia con Estados Unidos: cuando los norteamericanos se independizan forman una Confederación. La Confederación es muy imperfecta, sobre todo para conducir la guerra contra Gran Bretaña -esto es un vicio reconocido por los tratadistas políticos del siglo XVIII-; las confederaciones son muy débiles y si una parte integrante es mucho más fuerte que las demás, las somete. Es es lo que ocurrió en el Río de la Plata: Buenos Aires sometió a las demás provincias. Pero cuando se hace el Congreso en Filadelfia, las partes constituyentes son estados fuertes, económicamente, y políticamente, porque han tenido lo que comentábamos antes: una vida relativamente independiente y una experiencia política que les ha permitido debatir los problemas del gobierno propio con mucha intensidad.
— ¿El debate intelectual en general, también era muy diferente entre unas y otras colonias?
— En la España del siglo XVIII circularon las obras prohibidas porque con un visto bueno y formal que daba el Consejo de Castilla, Voltaire circulaba mientras en la tapa no figurara el nombre "Voltaire". Pero una cosa es que se leyeran y otra cosa era la propia producción intelectual. Como dice un español de la época, "hay cantidad de gente brillante en España pero que no puede dar a luz su trabajo por temor a lo que le pueda ocurrir". En el corto período de 40 años antes de la independencia, aparecieron por lo menos 1.400 folletos, en lo que los colonos norteamericanos discutían los problemas del gobierno, criticaban al Parlamento británico y se animaban a cosas mayores. Es decir que se había creado un espacio público de discusión abierta, con poca censura, de los problemas políticos e inclusive religiosos de la época. En el Instituto tenemos, aparte de tomos de documentos políticos, dos grandes volúmenes de sermones políticos. De sermones de los predicadores, de los…
— Los pastores.
— Sí, de los pastores, que tratan de problemas políticos. Entonces hay todo un ámbito de discusión que permitió la formación de un grupo dirigente muy capaz, muy avezado en las contiendas políticas. Eso es un factor que no depende de la raza sino de las circunstancias que hicieron que en determinado momento un grupo de puritanos se tuviera que escapar de Inglaterra, porque la intolerancia en las primeras colonias norteamericanas fue tan fuerte como en la Iglesia Católica, como en los países católicos. Sólo que por razones de hecho llegaron a la Unión con diversidad de cultos y demás.
— Además de que nuestro sistema surgió de una manera diferente, en Argentina tenemos un desequilibrio socioeconómico muy grande, nuestra famosa macrocefalia. Saliendo un poco del tema histórico, ¿tiene algún remedio este desbalance? La Constitución del 53 tenía el Colegio Electoral que era una forma de contrabalancear, con una sobre-representación de las provincias más débiles. Pero con la reforma de 1994 y el voto directo del presidente, el peso de Buenos Aires, capital y conurbano, es mayor aún. Sus estudios de las raíces de nuestro federalismo, ¿le motivan alguna reflexión sobre el presente?
— Muchas, pero como no soy politólogo… puedo hacer brillantes exposiciones de estos temas en mesas de café, pero no soy especialista. Igualmente, creo que uno de los grandes problemas es justamente sanear la vida política de las provincias. No vamos a poder tener un equilibrio político, un real funcionamiento federal y un real funcionamiento de un régimen representativo mientras varias -por no decir muchas- de las provincias tengan una vida política tan poco condicente con los supuestos del régimen representativo, la división de poderes y demás.
La facilidad con que hasta los juristas aceptan los DNU indica que no hay una real convicción sobe la necesidad de respetar las reglas de juego
Y, algo que es un indicador más que una crítica, porque afecta tanto al gobierno actual como al de Néstor Kirchner, al de Menem y otros, lo mismo cabe decir de la facilidad con que se aceptan los decretos de necesidad y urgencia, la facilidad con que hasta los juristas aceptan esos decretos, indica que no hay una real convicción de fondo sobre la necesidad de respetar las reglas del juego. ¿A qué llamo las reglas del juego? A las pautas constitucionales.
No estoy haciendo una defensa lírica de la Constitución, estoy diciendo que la Constitución y otra serie de elementos legales son las reglas del juego. Perdón, voy a hacer una metáfora poco académica, cuando dicen "cobró penal pero, bueno, está bien, estaba unos centímetros dentro del área"… Es decir, la ley dice tal cosa pero bueno, un poquito más o menos. Esta excusa, así, con argumentos de fútbol, la escuché de boca de respetados intelectuales. Bueno, decreto de necesidad y urgencia, está bien….
El Instituto Dorrego fue un desastre y todo lo que se dijo en su creación era falso
— Para terminar, otra pregunta "de café". ¿Tiene alguna opinión sobre la corriente neo-revisionista de estos los últimos años, el Instituto Dorrego, y demás?
— El Instituto Dorrego fue un desastre. Lo probó su propia historia. Todo lo que dijo la presidente (Cristina Kirchner) en su creación era falso. En primer lugar, estaba reprochando a los historiadores del Consejo Nacional de Investigaciones de algo de lo que en realidad no eran culpables, de ser extranjerizantes, etcétera, de que habían olvidado la figura de Dorrego; es todo lo contrario. A tal punto esto es falso, y perdón por la jactancia, que cuando se celebró el 150 aniversario de la muerte de Artigas, en Montevideo, la Universidad de la República quiso hacer un acto no patriotero sino académico, con un solo orador, y me eligieron a mí como director del Instituto Ravignani, donde se habían hecho trabajos sobre Artigas… Y tengo además la invitación y la carta de agradecimiento.
— De hecho, hay muchas referencias al artiguismo en este libro también.
— Si, pero fui calificado de extranjerizante por alguien que… bueno, punto.