La nueva novela de Paula Hawkins, autora del bestseller internacional La chica del tren es Escrito en el agua (Ed. Planeta), un thriller psicológico que plantea la memoria como problema. "¿Qué pasaría", dice la autora en esta entrevista, "si alguien tuviera un recuerdo completamente alterado de un hecho crucial de su pasado?"
—¿Cómo presentaría Escrito en el agua a sus lectores y qué espera que encuentren en la novela?
—Escrito en el agua es un thriller psicológico articulado en torno a la fractura entre dos hermanas: Nel y Jules. Cuando Nel muere inesperadamente, Jules intenta averiguar no sólo lo ocurrido a su hermana mayor, sino lo que había sucedido entre ellas dos para que acabaran tan enemistadas. Es un libro con muchos misterios. Trata sobre la búsqueda de respuestas, la búsqueda de un sentido.
—Los que disfrutaron con La chica del tren sentirán curiosidad por descubrir las similitudes y las diferencias entre los dos libros. ¿Nota una continuidad?
—Las dos son novelas de suspense psicológico y las dos están centradas principalmente en mujeres y en sus relaciones entre sí y con la sociedad que las rodea. La poca fiabilidad de la memoria aparece en ambos libros, aunque su papel es muy diferente en Escrito en el agua y más fundamental. También esta segunda novela cuenta la historia desde múltiples puntos de vista, pero esta vez ofrezco las perspectivas de muchos personajes más y seis narrativas diferentes en primera persona. Estas narrativas son necesariamente poco fiables: toda narración en primera persona es dudosa. Todo el mundo miente, exagera o se confunde en mayor o menor medida.
—La memoria es claramente un tema que le interesa. Háblenos un poco más de esa fascinación.
—Confiamos implícitamente en nuestra memoria. ¿Cómo no confiar? La memoria confiere sentido al mundo en que vivimos, y nos dice quiénes somos y cómo nos relacionamos con los demás. Aun así, no es fiable. Todos tenemos algunos recuerdos alterados, a menudo de cosas que nos pasaron en la infancia y a veces en nuestra edad adulta. Todos somos capaces de modificar nuestras propias historias a fuerza de contarlas. En muchos casos, las historias que recordamos mal son anécdotas menores, triviales. Pero yo quería hacer una pregunta: ¿Qué pasaría si alguien tuviera un recuerdo completamente alterado de un hecho crucial de su pasado, de algo fundamental para su identidad y la totalidad de su vida? ¿Qué pasaría cuando descubriera que aquello que creía sólido estaba construido sobre arenas movedizas?
—Escrito en el agua, como La chica del tren, está narrada desde múltiples perspectivas. ¿Qué le atrae de esa técnica narrativa?
—Me gusta la visión que ofrece el cambio de perspectiva, la manera en que se modifica nuestra percepción de un suceso por el hecho de contemplarlo a través de los ojos de diferentes personajes. Las distintas perspectivas nos proporcionan un panorama más completo de lo sucedido, o siembran la duda en nuestra mente, no sólo respecto al suceso en sí mismo, sino sobre las motivaciones de los diferentes personajes que cuentan la historia. La narración en primera persona me gusta por su inmediatez, pero puede ser restrictiva. Cuando hay múltiples perspectivas en primera persona, el lector puede sumergirse en las psicologías de los personajes, para entender mejor sus motivaciones y debilidades.
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— Grandes Libros (@GrandesLibrosOK) May 30, 2017
—En este libro escribe sobre la infancia, una novedad en su obra, y se centra en las enormes divergencias que puede haber cuando diferentes miembros de una misma familia recuerdan los mismos hechos. ¿Qué inspiró esa decisión suya?
—Las historias que contamos sobre nosotros mismos y nuestras familias son definitorias; conforman las personas en que nos hemos convertido. Por eso me fascina que miembros de una misma familia puedan contar historias radicalmente diferentes sobre la vida en una misma casa, con las mismas personas. En este libro quería explorar el modo en que los niños contemplan las relaciones, los actos y las decisiones de las personas mayores, y la manera en que interpretan lo que ven, dentro de un marco que pueda tener sentido para ellos, a veces con enorme perspicacia y otras con resultados cómicos o catastróficos.
—Escrito en el agua está ambientada en un pueblecito rural, un escenario muy diferente del Londres suburbano de La chica de tren. ¿Qué le inspiró ese imaginario pueblo de Beckford?
—Debo decir ante todo que el Beckford del libro no existe. Es un pueblo completamente ficticio, situado en un paisaje que en su mayor parte es real. Quería escribir sobre una comunidad pequeña, porque me interesan los efectos que el hecho de vivir en un pueblo pequeño puede tener sobre las personas. La vida en un lugar donde todos se conocen puede fomentar la solidaridad y la buena vecindad, pero también puede ser bastante sofocante. Me preguntaba si esa vida podía favorecer una cultura del secretismo, si podía impulsar a algunas personas –particularmente a los jóvenes– a buscar vías de rebelión y a romper con los roles asignados.
—El lector puede sospechar de todos los personajes de Escrito en el agua, porque todos parecen tener un lado oscuro, lo que asegura una lectura sembrada de brillantes giros inesperados. ¿Usted cree que todos tenemos un lado oscuro?
—Creo que las personas somos capaces de cosas extraordinarias –buenas y malas–, si se dan las circunstancias correctas (o equivocadas). Sometidos a presiones excepcionales, todos podríamos comportarnos de maneras que ni siquiera seríamos capaces de concebir en nuestra apacible vida cotidiana.
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