Carlos Ruiz Zafón tiene un broche en la solapa con un dragón lanzando una nube de fuego. Es una suerte de estandarte, de amuleto. "Vengo de Barcelona, ciudad de dragones", dice, "y siempre hago la broma de decir que yo también soy uno de ellos". Quienes saben de su pasión le traen dragones de todo el mundo: desde Sidney hasta Edimburgo.
"El dragón siempre me cayó mucho más simpático que San Jorge y los caballeros andantes", sigue. "La bestia verde que se comía a la princesa y se cargaba a los caballeros pomposos de armadura brillante y banderines me parecía el verdadero héroe de la historia". En el último censo, descubrió que tenía en su casa más de 500 figuras.
En Ruiz Zafón todo parece descomunal. Considerado como el escritor en lengua española más vendido después de Cervantes —con La sombra del viento superó los 10 millones de ejemplares—, las 900 páginas de El laberinto de los espíritus (Planeta) cierran la tetralogía de "El cementerio de los libros olvidados", un trabajo que le tomó casi 20 años. "Es un proyecto que ha requerido esfuerzo, ilusión, muchos años de trabajo", dice.
Ruiz Zafón visita Buenos Aires para participar en un encuentro en la Feria del Libro. Se presenta hoy a las 16 en la sala José Hernández, que, aún con una capacidad para 1000 asistentes, probablemente quede chica.
Por el momento no tengo necesidad de continuarlo, pero quizá, quién sabe, dentro de 15 o 20 años…
—Ha dicho que con El laberinto de los espíritus se cierra la historia que quería contar, pero ¿volvería en algún momento, tal vez para hacer un spin-off?
—Siempre pensé que la saga iba a ser de cuatros novelas, cada una con sus características y su personalidad. Y creo que el centro de la historia está completado tal y como lo proyecté y como lo quería finalizar. Es un gran laberinto de historias, personajes, intrigas, donde cada historia te lleva a otra, donde cada trama te lleva a otra. Lo más fácil hubiera sido escribir libros independientes, pero este era un proyecto que valía la pena para mí, que quería completar al menos una vez en la vida. Quedé contento con el resultado. Por el momento no tengo necesidad de continuarlo. Pero quizá, quién sabe, dentro de 15 o 20 años, Fermín siga llamándome a la puerta y me diga que quiere ser la estrella del show.
No hace falta que todo sea una película o un videojuego
—Creció a una cuadra de la Sagrada Familia de Gaudí y la Barcelona gótica es un personaje más de las novelas. Desde hace 25 años está en Los Angeles; imagino que todos los días ve el cartel de Hollywood. Sin embargo, ha dicho que no quiere llevar los libros al cine.
—No quiero transformar la saga en una película o una serie de televisión porque me interesa hacer un trabajo nuevo. No tendría sentido dedicar años a adaptar a otro medio aquello que ya hecho del modo en que lo quería hacer. Estos libros son un homenaje a la literatura, a todas las personas que existen en torno del mundo libro —escritores, lectores, editores, libreros—, y sería un poco deshonesto transformarlos en otra cosa, sencillamente para hacerlos algo más popular. No hace falta que todo sea una película o un videojuego. Quiero preservar este mundo tal como está. Nada cuenta una historia con la riqueza, la profundidad y la complejidad de una novela si está bien escrita y está bien construida.
—Pero si hablamos de sagas en el cine, hay una muy importante con la que también está relacionado: ¿es cierto que tiene la partitura de "Star Wars"?
—Yo crecí en los años 70, y el nuevo cine americano de entonces —Spielberg, Pollack, Lucas, Brian de Palma, Scorsese— tuvo un tremendo impacto en mí, como en muchas personas de mi generación. "Star Wars" formaba parte de eso. Ya de niño era un gran fan del compositor John Williams. Es uno de mis ídolos. Tuve la oportunidad de conocerlo y de estar en la grabación de la música de la última película de "Star Wars". Y él, muy amablemente, me regaló la primera página de la partitura. La tengo colgada en mi despacho y que cada vez que paso por delante me inclino y la venero.
Por un momento, Ruiz Zafón deja de ser el hombre de 52 años al que lo esperan mil personas y asoma en sus ojos el brillo que debía tener cuando, siendo adolescente, seguía espadas láser en la pantalla. "Una de las fantasías de niño", dice, "es conocer a las personas que admirabas y que han hecho cosas muy importantes para ti. He tenido la suerte de conocerlas prácticamente a todas, menos a una".
Stephen King siempre ha sido muy amable y generoso conmigo
—Tengo que preguntarle quién es.
—Stephen King. Es un autor que veneraba desde niño y he leído toda su obra. Además, siempre ha sido muy amable y generoso conmigo. Dice cosas buenas de mí sin que nadie se lo pida. Le estoy profundamente agradecido por ello. Si me podía hacer ilusión que alguien me soltara un piropo, aunque sea poco merecido, ése era Stephen King.
—Mirando cómo fue la evolución de su carrera, ¿tiene miedos? ¿Se le presenta alguna vez el miedo al fracaso?
—Ya no. Lo tuve durante muchos años, cuando estaba intentando construir mi carrera, porque era consciente de lo que el fracaso hace con los escritores. No sólo te imposibilita llegar a una carrera, cumplir los objetivos mínimos de ganarte la vida dignamente y seguir haciendo eso que significa algo para ti, sino que cambia a las personas. Hay una amargura, un resentimiento que cambia el modo de ver el mundo. Era consciente de eso. Veía eso alrededor y me preocupaba. "No me quiero convertir en una persona que odia a aquellos que han conseguido lo que yo no he podido conseguir".
El éxito no te cambia a ti pero cambia la manera en cómo te ven los demás
—Pero lo ha conseguido.
—Me llevó unos seis años hasta que empecé a ser más popular, hasta que la gente empieza a llamarte con esa etiqueta que te ponen, que es la del éxito. En el fondo tú sigues siendo el mismo. No has cambiado y sigues haciendo las mismas cosas. El éxito es un fenómeno curiosísimo, porque no te cambia a ti —o al menos te hace ser más quién eres, para bien o para mal—, pero cambia la manera en cómo te ven los demás o cómo creen que te deben ver.
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