Hace poco, en uno de esos cuestionarios a escritores que siguen el modelo "Proust" y que habitualmente aparecen en la web, le preguntaban a Liliana Colanzi cuál había sido el suceso más importante de la historia: "La llegada del Apolo XI a la luna". Y qué película fue la que más veces vio: "2001, odisea del espacio". La relación que la escritora de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, mantiene con la ciencia ficción se verifica en el ambiente de su nuevo libro de cuentos, Nuestro mundo muerto (Eterna Cadencia Editora).
El cuento que da título al volumen, de hecho, sucede en Marte y trae un acápite de Ray Bradbury, aunque Colanzi explica que no quiso releer Crónicas marcianas para evitar la influencia: "Creo que Marte es la siguiente gran aventura de los humanos", dice, "y para escribir el cuento quise tener un marte propio, uno mío. A pesar de que leí a Bradbury en el colegio y en la universidad, y es un autor que me gusta muchísimo, esta vez preferí no acercarme para tener la libertad de crear mi propio Marte".
En el cuento, una mujer que está en una misión en el planeta rojo y sabe que ya no podrá regresar, vive la tragedia de comprender que el amor de su vida quedó en la Tierra. "El punto de partida fue el Mars 1", sigue Colanzi, "el proyecto privado que pretende mandar a la primera colonia humana a Marte. Me llamó la atención que entre los seleccionados quedó una boliviana y que en la entrevista que le hacían hablaba de la posibilidad de ya no volver a la Tierra con un estoicismo muy propio de la juventud. Realmente no creo que sepa a lo que se está enfrentando".
Parado en el medio de la vida
Los cuentos de Colanzi transmiten la sensación de estar ante un borde, que puede ser tanto el del universo conocido como el que marca el límite entre realidad y fantasía. La ciencia ficción, Marte y los meteoritos se entrecruzan así con el sermón de una chola que anuncia el Juicio Final luego de visitar el Cielo y el infierno, la presencia de un indígena guaraní que tiene la capacidad de interpretar la historia y anticipar el futuro, o una ola de adolescentes suicidas. El libro tiene un espíritu de frontera: "Creo que todos vivimos en ese borde de lo que es la vida y la muerte", dice Colanzi. "Es el hecho más misterioso que se puede pensar: en un momento estás y al siguiente no. Y que eso mismo suceda con el resto de las personas que conocemos y amamos, es terriblemente cruel, terriblemente misterioso y, a la vez, muy atrayente".
La frontera de los cuentos de Nuestro mundo muerto, sin embargo, no es la que determina el paso entre vida y muerte sino que es aquella que trata de comprender cuál es el límite de aquello que entendemos por humano. Un interés que no sólo ocupa la ficción de Liliana Colanzi, sino que también aparece en su tarea como investigadora. En su tesis doctoral, trabajó con textos de Sara Gallardo, Mario Bellatin y Jorge Barón Biza —entre otros— para demostrar que las categorías entre humano, animal y máquina son construcciones de lenguaje:
"Que seamos humanos", dice, "no es una esencia que tenemos sino un procedimiento lingüístico. En la tesis quería ver cómo se negocia la idea de lo humano y cómo lo no humano puede ser una puerta hacia otras maneras de concebir el deseo y la sexualidad, otra forma de cuestionar al ser humano como ser racional. El cuerpo y todo lo que tiene que ver con el cuerpo es altamente político. Todas las narrativas que tienen que ver con algo que se aleja de lo humano son narrativas sobre el cuerpo: la del animal, la del monstruo y la del ciborg tienen que ver con seres que, por ser menos humanos, son más cuerpo".
La anomalía argentina
Antes de salir en Argentina, Nuestro mundo muerto se publicó en Chile (por editorial Montacerdos con el título La ola) y en México (por Almadía). El libro fue traducido al italiano y en breve saldrá en francés y en inglés. Las dos ferias del libro más importantes del continente señalan a Liliana Colanzi como una de las grandes promesas de la literatura actual: el año pasado en Guadalajara fue destacada como una de las 20 plumas que están renovando la literatura de América latina; este mes participará en los "Diálogos latinoamericanos" en Buenos Aires. Mientras tanto, ella continúa dando clases de literatura argentina en la Universidad de Cornell (Estados Unidos).
—Lo que me fascina de la literatura argentina —dice— es que el realismo no es el género mayoritario. Admiro mucho ese afán exploratorio lúdico y delirante que tiene la literatura argentina, que puede atravesar géneros y formatos, y que se está renovando constantemente. Tampoco es "normal" la cantidad de escritores que produce Argentina en comparación con otros países del continente. Argentina es una muy feliz y fascinante anomalía.
—¿Cómo se diferencia el género fantástico en Argentina y América latina respecto de Estados Unidos?
—Para empezar, en Estados Unidos se le llama "fantasía" y tiene que ver con las hadas, con los duendes, con los gnomos, etc. Lo fantástico en América latina tiene que ver con una extrañeza, con una desviación de lo cotidiano. No necesita suceder en un universo como el de Tolkien o el de Harry Potter, sino que justamente la ruptura de lo real, el pequeño atisbo hacia un hecho fantástico puede acontecer dentro de la cotidianidad.
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