Si para Borges la biblioteca era el Paraíso, para Ricardo Piglia era el lugar donde escapar del infierno. En el último texto que escribió —pocas horas antes de morir—, Piglia recordaba cómo, en los setenta, había convertido a la biblioteca del Congreso en su refugio nocturno: "No sé por qué pensaba que los militares no iban a irrumpir en el recinto. Quizás, creía yo, ilusionado y sin ningún fundamento, que los iba a intimidar el nombre del lugar".
En esa época escribió Respiración artificial, la gran novela de la dictadura —junto con El cerco, de Juan Martini, y Últimos días de la víctima, de José Pablo Feinmann—: "Trabajaba hasta la madrugada, salía de ahí y me metía en la ciudad como una sombra solitaria".
El bar de Piglia
De aquella sombra solitaria a una presencia rodeada de amigos y admiradores: ayer por la tarde, con una convocatoria que excedió largamente el espacio, con la presencia de Beba Piglia, Daniel Santoro, Edgardo Cozarinsky, María Sonia Cristoff, María Pía López, Daniel Link, Vivi Tellas y Marcelo Figueras, entre tantos otros escritores, artistas y políticos, se inauguró el bar de la biblioteca del Congreso, que llevará el nombre de Ricardo Piglia. El lugar está ambientado con fotos, ejemplares de sus libros —Plata quemada, La tres vanguardias, Blanco nocturno, etc.—, videos y un enorme mural de Miguel Rep.
La iniciativa estuvo a cargo de la diputada María Teresa García, presidenta de la Comisión Administrativa de la Biblioteca. Fue ella, justamente, quien encabezó el acto de homenaje, acompañada por María Moreno y Cristina Banegas. Con un discurso breve pero de intensa carga política, García, que pertenece al bloque del Frente Para la Victoria, destacó la función de los trabajadores que llevaron adelante el proyecto y, con una clarísima ironía hacia los dichos del presidente Macri sobre educación, habló del servicio que se presta a la comunidad: "me siento orgullosa de caer en un lugar público para poner de pie a la biblioteca".
Los bares de Piglia
Tras las palabras de María Teresa García, María Moreno hizo un semblante de Piglia a partir de la dinámica de los bares como territorios en donde desplegaba su actividad. La obra de Ricardo Piglia parece el fruto de un deambular entre bares como el Rayo, el Ramos, el Florida, las confiterías Ópera y La Paz, etc.
"Él lo sabía", señaló Moreno, "en el primer tomo de Los diarios de Emilio Renzi destaca: 'Tengo una gran experiencia en la exposición de los cafés en que he trabajado. Son para mí un anexo del lugar donde vivo, una mezcla de escritorio y de sala de recibo. Sé a qué hora los bares están vacíos y se pueden ocupar sin problemas, gozando de la tranquilidad de un lugar limpio y bien iluminado. Como siempre en casos así llego con el libro que estoy leyendo, con un cuaderno de notas y eso me alcanza para pasar la tarde'. La cita de Hemingway de un lugar limpio y bien iluminado no es azarosa. Evoca al bar como sociabilidad en el exilio de los escritores y artistas de París de principios del siglo XX." ¿Por qué ponerle Ricardo Piglia a un bar? Para María Moreno la pregunta debería ser otra: "Cómo no bautizarlo así".
En el final, Cristina Banegas leyó el texto de Piglia sobre la biblioteca del Congreso. Emociona saber que Ricardo Piglia fue escritor hasta el final, que escribió hasta el último día de su vida. Banegas leyó con una voz potente y a punto de quebrarse, que contagió a todos.
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