A 20 años de la muerte de Osvaldo Soriano, escritores y lectores de su obra recuerdan su figura y destacan su literatura.
Elvio E. Gandolfo: En lo literario una buena muestra de los talentos de Soriano podría empezar por el principio: Triste, solitario y final, una astracanada veloz e inspirada que incluye como personajes al autor mismo, Philip Marlowe y John Wayne. De su época clásica mi favorito es Cuarteles de invierno, visión áspera y bastante contenida de la dictadura militar. Por último es fascinante un complejo intento de cambio estilístico, temático y hasta de extensión: A sus plantas rendido un león. Como en otros autores (Arlt, Borges, Walsh) la visión no estaría completa si no se tuviera en cuenta el ala periodística de su producción. Puede leerse cualquiera de las recopilaciones, en especial la menos conocida, por ser póstuma: Piratas, fantasmas y dinosaurios.
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Mempo Giardinelli: A veinte años de la muerte de Osvaldo, yo creo que sigue vivo en la memoria de miles de argentinos que lo leían con placer, ansiedad y admiración. Claro que también es cierto que las nuevas generaciones lo conocen bastante menos, como una referencia literaria y como el autor de cuentos memorables como "El penal más largo del mundo", que es un clásico escolar y estudiantil muy leído por los jóvenes.
Era un gran escritor e interpretó como nadie cierto espíritu de época. Era brillante en la ironía, el humor, la agudeza para leer la política y además hizo un culto de su pasión deportiva. Todo eso lo constituyó en el autor más popular de aquellos años. He releído todo y valoro mucho No habrá más penas ni olvido y algunos de sus cuentos. Pero las dos novelas que más me gustan son Cuarteles de invierno y A sus plantas rendido un león, que son magistrales.
Si le hablara de él a un chico que no lo conoce, le garantizaría que, de hacerse amigo de Osvaldo, estaría ganando encanto, cerebro y buenos momentos. Y le contaría la última vez que nos vimos, un año antes de su muerte. Fue en el Bar Suárez y ya estaba el ignominioso Dr. Menem en el gobierno. Osvaldo paría una novela tras otra, que es como decir un fulgor tras otro, y ya era el más grande de todos nosotros, el más original novelista de las últimas décadas y el único que hubiera podido ser una especie de Balzac argentino.
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"Gordo, tenés que vivir"
Reynaldo Sietecase: Las historias de Osvaldo Soriano son inoxidables. Porque están bien escritas. Porque cruzan magistralmente aventura con emoción. Porque es un maestro en el difícil arte de escribir sencillo. Porque tienen humor. Por su humanismo. Pariente del Negro Fontanarrosa, como él merece un destino luminoso que le mezquinaron en vida muchos críticos y policías del idioma. A los dos les achacaban magnetismo, simpleza y popularidad. Las novelas Triste, solitario y final, No habrá más penas ni olvido, A sus plantas rendido un león o los relatos que evocan a su padre o al fútbol, son parte de lo mejor de la literatura nacional.
Verónica Sukaczer: Me hice periodista porque Osvaldo Soriano (prefiero los nombres elegantes a los apodos de barrio) era periodista y las redacciones de los diarios, con tipos como él, se parecían mucho a los decorados bohemios e intelectuales en los que yo aspiraba a estar. Dos compilaciones de sus trabajos me fueron llevando, espero, por la buena senda: Artistas, locos y criminales y Rebeldes, soñadores y fugitivos. Así era como quería escribir.
Pero Soriano hubo uno solo y sus artículos y crónicas también siguen siendo únicos. Y me hice escritora porque a los 15 leí Triste, solitario y final (libros de tres palabras, anotame eso) y ese libro, como los amores a la misma edad, dejó huella para siempre. Allí estaba todo: el personaje ficticio robado a Chandler, el personaje de TV un poco real y un poco no, el humor irónico y melancólico, pero siempre filoso. La cosa argentina tan difícil de describir. Así era como quería escribir.
Por espacio y por gustos me deshice de muchos libros a lo largo de mi vida. Nunca de los de Soriano. Los sigo teniendo a mano, porque uno nunca sabe cuándo va a necesitar una palabra del Gordo (aunque no me gusten los apodos).
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Luciano Olivera: Leí a Soriano de adolescente, casi en paralelo con Fontanarrosa. Los dos me parecieron -y me parecen aún- dueños de una manera única de contar lo cotidiano. Me enojé mucho con los que no los respetaban o los asociaban a ideas o a letras menores.
Soriano nos ha algunas dado algunas de las mejores descripciones de la "argentinidad". Nos representan sus personajes reales un poco locos y en particular me siento muy cerca del niño protagonista del cuento "Juguetes" que engaña a su padre contrera por un regalo de Perón. El libro que más me gusta, entonces, es Cuento de los años felices.
Con "El penal más largo del mundo" me sentí tan adentro de la historia que quería que el tiempo no pasara nunca más.
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