Por Tito Cossa.
En la mañana del 28 de enero de 1997 fuimos con León Rozitchner al sanatorio a visitar a Soriano. Lo encontramos en una sala de terapia intensiva, sentado en la cama, leyendo en Página 12 las últimas noticias del caso Cabezas. Fue un tema que nos ayudó a soslayar, por un rato, lo que realmente nos preocupaba. Los pronósticos no eran nada buenos y el Gordo lo sabía, o lo intuía. Y lo confesó . Yo le respondí: "Gordo, tenés que vivir para escribir mi necrológica". Y me respondió: "La tengo pensada".
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Al dolor por la pérdida del Gordo se sumaba en mí un dato ominoso. Ese día 29 se cumplirían diez años de la muerte del dramaturgo y entrañable amigo Carlos Somigliana. Un día que habría que borrarlo del almanaque.
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