El traductor como hacedor invisible

Hoy se festeja el Día Internacional de la Traducción, en homenaje al santo que tradujo la Biblia al latín. Flavia Pittella, periodista, académica y, sobre todo, traductora, rescata en esta nota la figura de aquellos que tienden puentes entre culturas.

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Cortázar tradujo a Poe y a
Cortázar tradujo a Poe y a Yourcenar.

Cada 30 de septiembre reciben saludos y se los menciona en los diarios. Se los refiere como indispensables, lenguaraces, intérpretes, o traidores. Sin su labor, la mayor parte de los textos que circulan por el mundo no existiría y, sin embargo, su visibilidad es casi nula. Su profesión ha dado lugar a leyes y colegiados, carreras y detractores autodidactas, discusiones lingüísticas y sociológicas; algunas rozando lo filosófico. "La imposibilidad de la traducción" aparece como paradoja, estigma, mandato, condena y, en la mayoría de los casos, imbecilidad: hablamos de la imposibilidad de la traducción y citamos autores que fundamentan esta visión… en sus versiones traducidas.

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No es lo mismo "ser o no ser" que "to be or not to be". Ninguna palabra se compara, por lo menos en castellano, con la bellísima "saudade". No hay forma de traducir "Sur le ciel du Paris" sin que suene extraño, étrangère. Extraño, étrangère, strano, strange, estranho, estrany, seltsam, arraroa, no son lo mismo. Vaya novedad.

Históricamente la figura del traductor ha puesto en cuestión las ideas en torno a la lengua y la nacionalidad, la ideología, la idiosincrasia, el alcance de los dialectos, la politicidad del lenguaje. El lenguaje es un acto político y un acto poético: es un acto. Y, como tal, alterar la voz que actúa al decir provoca reacciones, cuestionamientos, incomodidades, posiciones extremas.

El hacedor invisible

La traducción puede ser un dolor de cabeza. Las más de las veces nos encontramos con dudas, limitaciones y trabas que para otro serían nimiedades (qué va: ¿soga para colgar la ropa?, ¿tender?, ¿cordel?), pero para una decisión tan sencilla como ésta nos pone en situación de elegir ya no una palabra sino un lector. Aquí es donde comienza a perfilarse la idea de la traducción literaria. El traductor tiene en mente un lector —o varios lectores— y distintos usos del mismo idioma.

¿Quién me lee? ¿Hasta dónde puedo elegir una forma local cuando la traducción viaja, por ejemplo, por toda Latinoamérica? ¿Puedo elegir? ¿Lo decido yo o lo decide la editorial? Esas elecciones deben ser coherentes con el resto del texto, entonces vuelvo para atrás y reviso: cada vez que usé ese giro, esa palabra, ¿fui coherente? La traducción es el resultado de una elección, de una decisión, de una búsqueda, de una reflexión, de una profesión.

Frente a aquellos que dicen
Frente a aquellos que dicen que sólo se puede leer en idioma original, Borges se jactaba de haber leído los clásicos en traducciones.

En un libro llamado The translator's invisibility, que allá por los 90 planteó muchas cuestiones fundamentales acerca de la labor del traductor, Lawrence Venuti le dedicó muchas páginas a la historia de la traducción y al rol que se le había atribuido a medida que la profesión tomaba cuerpo. ¿Es una buena traducción la que da la idea de "naturalidad", de haber sido escrita en el idioma de llegada? ¿O debe ser como aquellos cristales que cuando se los mira de cerca tienen marcas, globitos de aire que muestran que no todo es tan transparente? ¿Debe el traductor resaltar los giros idiomáticos sin adaptarlos o, por el contrario, debe facilitar la tarea del lector encontrando en cada caso una posibilidad en la lengua de llegada?

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"Extranjerizar" o "domesticar", plantea Venuti: obviamente, no da respuestas. Abre la discusión de una profesión que siempre salta a la luz por sus errores y se vuelve invisible cuanto mejor ha sido el trabajo. Es una paradoja, sí, pero les aseguro que es una tarea maravillosa. Los que traducimos buscamos significados, usos, giros, etimologías, historias de una simple palabra para elegirla entre todas las posibles. Esa que suena mejor en el contexto, que da con el tono, con la formalidad o no del dialogo. Preguntamos, leemos, escuchamos, vamos y venimos con cada oración. La leemos en voz alta, se la pasamos a amigos ("¿Te suena bien? ¿Se entiende?"), la dejamos descansar, volvemos a leerla. Y cuando está finalmente publicada, mon Dieu!, se nos ocurre una versión tanto más clara.

Puente entre culturas

En la Argentina tenemos la suerte de contar con carreras de traducción y con profesionales que se han formado en el acto de traducir. Escritores traductores, traductores con larga trayectoria profesional que ennoblecen la tarea con versiones bien logadas. Hay también muchas editoriales que comprendieron que la profesión del traductor debe ser visible.

Flavia Pittella trabajó su tesis
Flavia Pittella trabajó su tesis de licenciatura basándose en la traducción al español de “Trainspotting”, de Irving Welsh

Hoy se celebra el Día Internacional de la Traducción en honor a Jerónimo de Estridón, el traductor de la Biblia del hebreo y el griego al latín. Una historia de labor y profesión que en sí misma es una novela. Nos encontramos celebrando este día en un intento de dar visibilidad a una tarea bella y generadora. Traductor es el que traduce: es el profesional que dedica horas a entender su propia lengua para transmitir lo que lee en la otra, la extranjera, la extraña. El traductor es un hacedor de cultura, un vaso comunicante; es el que tiende puentes, el que abre mundos.

Feliz día y gracias a todos los que nos han acercado a Balzac, a Tolstoi, a Murakami, a Baricco…

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