Murió el escritor Dalmiro Sáenz

Tenía 90 años. Sus restos serán velados en la Legislatura porteña.

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Dalmiro Sáenz murió anoche víctima de un infarto. Tenía 90 años.
Dalmiro Sáenz murió anoche víctima de un infarto. Tenía 90 años.

Tenía noventa años y la muerte lo sorprendió anoche en casa y con un infarto. Dalmiro Sáenz fue uno de los grandes irreverentes de la literatura argentina, un escritor que, lejos de encerrarse en la torre de marfil, le puso el cuerpo a todas las discusiones y a todos los debates. Fue uno de los últimos representantes de un estilo argentino de intelectual ilustrado y bon vivant, para quien la incorrección política era un principio constructivo tanto en su vida como en su obra. Se le atrevió a todos los géneros y soportes, durante varias décadas la radio y la televisión lo tuvieron como protagonista tanto como sus libros.

"Escribir sobre uno mismo es un poco incómodo. Yo por eso generalmente prefiero escribir sobre una mesa. Pero, en fin, voy a hacer una excepción y voy a contarles la historia de mi vida." Así comienza Yo también fui un espermatozoide (reeditada hace poco por Capital Intelectual), la autobiografía en la que entrecruza su vida con el absurdo, uno de sus géneros predilectos. Con enorme versatilidad de temas e intereses, siempre bordeando o profundizando la polémica, algunos de los títulos más recordados son Setenta veces siete (1956, con el que obtuvo el Premio Emecé), la obra de teatro ¿Quién yo? (1965) o la Carta abierta a mi futura ex mujer (1973) donde exploraba la sexualidad femenina de una manera impensada para la época. Escribió también los guiones de "Kuma Ching" (1969, de Daniel Tinayre), "Nadie oyó gritar a Cecilio Fuentes" (1965, basada en su cuento "El mal necesario") e "Intimidades de una cualquiera" (1974, protagonizada por Isabel Sarli y dirigida por Armando Bo), entre otras.

En 1956, Sáenz obtuvo el Premio Emecé con la novela “Setenta veces siete”
En 1956, Sáenz obtuvo el Premio Emecé con la novela “Setenta veces siete”

En 1972, Dalmiro Sáenz tuvo una breve incursión en Montoneros; alcanzó a participar en el operativo de la toma de la prefectura de Zárate. "Siempre tuve la sensación de que nos disfrazábamos de los buenos, pero no sé si era muy cierto", dijo en una entrevista. Si bien no emparentaba directamente la impronta política con la literatura, en 1986, un año después del alzamiento carapintada de Semana Santa, publicó una novela shakespeariana: El día que mataron a Alfonsín, en coautoría con Sergio Joselovsky; y, unos años después, también en coautoría pero ahora con Alberto Cormillot, Cristo de pie, donde discutía la relación utilitaria entre el establishment y la religión. A principios de los 90, Juan Forn le publicó La patria equivocada, mencionado por muchos como el mejor libro de Sáenz, en la mítica colección Biblioteca del Sur.

En 1998 Sáenz fue el centro de un escándalo de magnitudes en televisión cuando, invitado en "La noche del sábado", que conducía Gerardo Sofovich, dijo que en la pinacoteca privada del Vaticano estaba el cuadro de la Virgen del Divino Trasero, que tenía "un culo precioso". El Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) impuso sanciones a Sáenz y a Sofovich, el programa sufrió un retiro masivo de anunciantes y el caso llegó a la Justicia en un juicio que todavía hoy se estudia en las universidades de Derecho.

“En la literatura hay que creérsela” era una de las enseñanzas que le daba a sus estudiantes de taller literario
“En la literatura hay que creérsela” era una de las enseñanzas que le daba a sus estudiantes de taller literario

En los últimos, Sáenz estaba dedicado a dar talleres literarios. "En la literatura hay que creérsela, si no, no va la cosa", era una de sus enseñanzas. Dalmiro Sáenz deja una marca que va más allá de los libros y los guiones de las películas. Sus restos serán velados en la Legislatura porteña.

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"Hay que leerte". Así recuerda Josefina Delgado a Dalmiro Sáenz

Leí a los catorce años Setenta veces siete, casi a escondidas. Era un libro que se permitía quizás por primera vez aquí descripciones de encuentros sexuales con un lenguaje directo y sin tapujos. Y eran años de absoluta e hipócrita censura, aunque no explícita. Lo seguí a partir de ese libro, luego vendría No y recuerdo especialmente "Nadie oyó gritar a Cecilio Fuentes", sobre su cuento "El mal necesario". Ya en la facultad, nadie lo incluyó en el canon, pero para nosotros, los alumnos era un autor de culto. ¡Grande Dalmiro, hay que leerte!

(Josefina Delgado es crítica literaria. Fue subdirectora de la Biblioteca Nacional entre 2001 y 2002. Actualmente es Subsecretaria de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.)

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